Iconos

Existe una presentadora o influencer que trabaja en RTVE Play, desconocida por esta ignorante hasta ayer, que ha logrado súbita fama por la amonestación recibida del Consejo de Informativos de Medios Interactivos de RTVE tras la retransmisión de los Goya. Por lo visto, que yo no lo vi, su comportamiento fue grosero, eructó antes o después de muchas voces, despreció a alguna actriz y abundó en tacos. Una maleducada de libro, que, al decir de RTVE, con semejante comportamiento pretende acercarse a la juventud, como si la juventud por definición fuera grosera y adicta al mal gusto, el petardeo, los gritos, la explosión de gases y el desprecio en vivo y en directo.

Con todo, el mayor reproche hacia Inés Hernand, que así se llama la celebridad, no fue por estas menudencias, que reivindicó luego aduciendo estar muy contenta con su trabajo. El rechazo por el tono y el contenido se debe sobre todo a que cualquier colaboración con RTVE debe mantener, según el Consejo, los preceptivos estándares de calidad y neutralidad. Y es, sobre todo, en esta última donde se columpió la humorista, que tal título también figura en su currículum. Pues en el desempeño alegre de su labor, se dirigió al presidente de Gobierno, guapísimo en su smoking impecable y, al despedirse, le gritó: "¡Eres un icono, presi, te queremos!", adulación pelotillesca que ha sentado fatal en el Consejo, pero ha provocado bastante jolgorio adornado de vergüenza ajena en quienes vemos todo el episodio como un icono, sí, que no es otra cosa que una representación de algo a lo que se parece, del ridículo más extremo al que puede llevar el sectarismo en un caso y la presunción en otro.

Pues icono no tiene por qué ser un piropo, aunque desde que Broncano ensalzó el tamaño del coño de Irene Montero como lo más, una ya se lía con el concepto. ¿De qué es un icono Sánchez? Muchísimos españoles lo tienen claro, y no es precisamente halagador. Eso sí, él contrapiropeó, no con el consabido "tú más" reservado para Feijóo, sino con un definitivo "el icono eres tú". A lo Bécquer, pero con artículo.

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