Opinión

Unos dados en Cataluña

La política española se consume en la hoguera de la polarización con tres procesos electorales por delante

Aragonès y Junqueras en el mitin de apertura de la precampaña electoral de ERC.

Aragonès y Junqueras en el mitin de apertura de la precampaña electoral de ERC. / Manu Mitru

Exhaustos por el pulso que mantienen el Gobierno y la oposición, con la munición a punto de agotarse en la tramitación de la ley de amnistía y en la refriega desatada en torno al caso Koldo, con Díaz Ayuso por medio, los partidos disparan todos contra todos por elevación. Abatido Ábalos, se han pedido las dimisiones del presidente del Gobierno, de varios ministros y de la presidenta de la Comunidad de Madrid. A estas hay que añadir la del Fiscal General del Estado, solicitada por una asociación de fiscales, y la anunciada del presidente del Consejo General del Poder Judicial a expensas de que se renueven sus vocales. La política española se consume en la hoguera de la polarización. En tales circunstancias vamos a celebrar tres procesos electorales de resultado incierto, pero en cualquier caso decisivos.

El presidente de la Generalitat ha colado las elecciones catalanas, que correspondía convocar a finales de este año o comienzos del próximo, entre las vascas y las europeas. El adelanto puede deberse al bloqueo del gobierno catalán en el parlamento autonómico o consistir en una maniobra táctica del candidato de ERC, buscando en las urnas un efecto que le favorezca. En esta ocasión podría concurrir la doble motivación. También se especula con la posible connivencia del sector socialista del Gobierno español. Lo que parece seguro es que el Ejecutivo de Pedro Sánchez no presentará el proyecto de Presupuestos para este año, incumpliendo por cuarta vez desde 2018 una obligación constitucional, estará al ralentí a la espera de que pasados unos se despeje la situación, y la incertidumbre política será máxima hasta que los partidos conozcan los números del escrutinio electoral y tomen posiciones de nuevo.

El resultado de las vascas y las europeas tendrá, sin duda, incidencia en la política nacional, pero las catalanas serán más determinantes para la continuidad o el relevo en un futuro de la mayoría parlamentaria actual. Aunque son elecciones autonómicas, su influencia trasciende el ámbito catalán. Mayor importancia que comprobar la evolución de los apoyos electorales a cada partido, independentista o español, tendrá lo que ocurra después a propósito de la formación del gobierno. Las encuestas hacen presagiar una victoria clara del PSC, pero la candidatura de Puigdemont, la pugna entre ERC y Junts y la opción que elijan los votantes reunidos en anteriores convocatorias por Ciudadanos pueden alterar radicalmente el panorama. Tres partidos aspiran a presidir el Gobierno y uno será relegado. Si es uno de los independentistas, ERC o probablemente Junts, el que corre esa suerte, la repercusión sobre la estabilidad del gobierno de Pedro Sánchez podría ser inmediata, en forma de retirada del precario apoyo parlamentario que le viene prestando o de aumento del precio a pagar por los votos necesarios para aprobar en el Congreso cada iniciativa suya. El compromiso de Junts con el Ejecutivo español podría debilitarse en la misma medida que se afianzara la alianza de los socialistas con los republicanos. El problema del PSC, si gana las elecciones, es con quién gobernar. Y si no gana, tener que jugar de árbitro entre los independentistas. Paradójicamente, un gobierno de ERC con Junts sería recibido como un sufrimiento y a la vez como un alivio en Moncloa. Téngase en cuenta que sea cual sea el desenlace de las elecciones catalanas, la composición del Congreso, donde Junts dice la última palabra, no variará.

La convocatoria de elecciones en Cataluña, haya sido con el asentimiento de Pedro Sánchez o no, es de hecho el segundo tropezón del Gobierno español. La particularidad de este es que ha sido provocado en el interior de la coalición, por uno de los partidos adheridos a Sumar. Por si no fueran suficientes las declaraciones de los portavoces de Junts, negando reiteradamente su pertenencia a un supuesto bloque gubernamental, el rechazo de los comunes al proyecto presupuestario de Aragonés deja en evidencia la fragilidad de la plataforma creada en torno a Yolanda Díaz y de paso pone en entredicho la cohesión de la mayoría parlamentaria que sostiene al Ejecutivo.

Las elecciones catalanas pueden mejorar las expectativas del PSOE para las europeas que tendrán lugar a continuación, pero paralizan la acción del Gobierno. Abren un paréntesis en la política española, anegada de malos modos e incertidumbre. España sigue pendiente de Cataluña. Se busca allí la solución al problema político de España, cuando es el problema catalán el que debería encontrar una solución en la política española. Hace falta que el PSOE y el PP se hagan cargo. Quizá la polarización no lo permita. Las elecciones son el acto central de una democracia, pero fiarlo todo a un anticipo electoral implica una dejación de responsabilidad, es frustrante y acaba cansando.

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