Opinión

Recuperar la cultura del esfuerzo

El artículo 35 de nuestra Constitución antepone el deber de trabajar al derecho al trabajo

Acabamos de celebrar el Día Internacional del Trabajo y no quiero dejar de unirme al reconocimiento a todos los trabajadores que, con su dedicación y compromiso, contribuyen a fortalecer nuestro tejido empresarial y nuestra economía. Sin ellos no habría empresas, y sin ellas no habría desarrollo ni bienestar.

Con motivo de esta celebración hemos escuchado mensajes y consignas con pretendido mensaje biensonante, algunas ocurrencias y no mucha reflexión sobre lo que realmente ocurre en nuestro mercado laboral. Todas, curiosamente, apuntan a lo mismo: trabajar menos y ganar más. Y todos queremos eso; la cuestión es ¿cómo vamos a conseguirlo? No he visto propuestas concretas al respecto más allá de la pura declaración de intenciones. Lo que me lleva a pensar que, en el fondo, no son más que eso.

La realidad de la empresa española es otra y, por desgracia, no parece estar para plantearse este debate. El 98% de nuestro tejido empresarial tiene menos de 10 trabajadores, y que los márgenes con los que trabaja son cada vez más reducidos.

Precisamente, porque me gusta ceñirme a los datos, quiero compartir aquí algunos. Según la última revisión del Padrón Municipal, en Asturias hay 1.011.792 habitantes y la población activa actual es de 454.000 personas. De estas, trabajan 398.800 personas. Por tanto, cada trabajador sostiene aproximadamente a 1,8 personas que no trabajan.

De las personas que trabajan unas 63.000 son funcionarios, por lo que en el sector privado trabajan unas 325.000 personas. De estas, y en términos medios/año, un 8% está de vacaciones, un 7% de baja y un 3% (sin que dispongamos de estadísticas oficiales sobre el efecto de las nuevas modalidades aprobadas por el Gobierno de España) con permisos retribuidos por los variados motivos reconocidos.

Traigo a colación estos datos para concretar con el siguiente porcentaje que en nuestra región cada día sólo acude a su puesto de trabajo uno de cada cuatro asturianos. Y yo me pregunto: ¿es esto sostenible? A todas luces parece que no. Ni para el sector privado, ni para el público.

Nuestras empresas están sufriendo dificultades para crecer o acometer proyectos por falta de trabajadores, además de ver cómo sus costes laborales aumentan sin que esto redunde en beneficio del trabajador. En el último año los sueldos han subido en Asturias un 3,4%, mientras que el coste para la empresa lo ha hecho un 6,2%. A esto se añade además el creciente absentismo, en el que somos líderes nacionales, y que cuesta a nuestras empresas unos 280 millones de euros; pero que, más allá del impacto económico, tiene unas consecuencias organizativas muy perniciosas para un tejido empresarial compuesto al 95% de empresas con menos de 5 trabajadores, resultando muy complicado recomponer la organización de la producción o atención al público e incluso impidiendo subir la persiana de muchos negocios.

Cada trabajador sostiene en Asturias a 1,8 personas que no trabajan

Tampoco es sostenible para las arcas públicas, cada vez con más dificultades para reducir el déficit y necesidad urgente de revisar el sistema de pensiones, tal como ha recordado recientemente el Banco de España. Lo que necesitamos es crear más empleo y mejores condiciones que permitan impulsar la actividad empresarial y económica y, para ello, urge una reflexión rigurosa y desideologizada sobre las causas, para encontrar soluciones a esta situación.

Las empresas actualmente están ofreciendo empleo en prácticamente todos los sectores. Un empleo que cumple, como no puede ser de otra manera, con todas las normas en cuanto a sueldo, horarios y demás condiciones pactadas en convenio. Incumplidores hay en todos los ámbitos, pero desde FADE dejo claro que defendemos a los que cumplen; entre otras cosas porque los que no lo hacen suponen una competencia desleal para quienes sí lo hacen.

Los sueldos han subido en la región el 3,4%, pero el coste para la empresa lo ha hecho el 6,2%

Las empresas vemos cómo va cambiando la sociedad y nos adaptamos. Los trabajadores de hoy, sobre todo los más jóvenes, dan más importancia al tiempo libre, a la conciliación y al ocio. Las empresas hemos incorporado en muchos casos flexibilidad laboral, teletrabajo, fórmulas de conciliación. Lo hacemos para lograr mayor bienestar y satisfacción de nuestros trabajadores. Pero, no nos engañemos, estas medidas no aumentan la productividad, más bien al contrario, suponen un coste que recae exclusivamente en las empresas, a costa de su rentabilidad.

Pero a pesar de esto, muchos trabajadores siguen viendo ir a trabajar como un mal inevitable. Ha calado la idea de que el mejor estado del hombre es el ocio. Y se evita el esfuerzo a toda costa. Se nos olvida que gracias al esfuerzo de generaciones anteriores hemos progresado, gozamos de comodidades, de acceso a la cultura, de bienestar. Y que solo con esfuerzo desarrollamos al máximo nuestras capacidades y habilidades, y por tanto nos hacemos mejores.

De forma repetida se invocan los derechos de los trabajadores. Que los tienen, por supuesto, y nadie quiere atentar contra ellos. Pero pocas veces se escucha hablar del contrapeso a esos derechos, que los hay: los deberes. El artículo 35 de nuestra constitución deja muy claro este equilibrio; e incluso antepone el deber de trabajar al derecho al trabajo. En una sociedad libre que defiende la economía de mercado (también recogida en nuestro texto constitucional) debería procurarse un ecuánime equilibrio entre los legítimos intereses de los trabajadores y los tan legítimos de quienes crean una empresa y, con ello, se convierten en proveedores de empleo. No se pueden apretar las tuercas siempre en el mismo sentido llegando con ello incluso a poner en riesgo, en muchos casos, la supervivencia de quienes construyen el bienestar del país a base de invertir, organizar y producir o dar servicio día a día.

La protección social da síntomas de convertirse en un desincentivo al trabajo

Porque lo cierto es que la abundante y cada vez más estricta legislación impone crecientes restricciones y obligaciones a las empresas, sin contraprestación alguna. Leyes que, curiosa y paradójicamente, en muchos casos incluso limitan la libertad de decisión del trabajador. Por ejemplo, se impide al trabajador, aunque voluntariamente quiera, hacer horas extra o recortar su baja de paternidad. ¿No se está atentando con esa forma de legislar contra la libertad de las personas? Se alega para imponerlas que la empresa podría abusar, cuando lo que debería hacerse es vigilar con rigor.

A esto cabe añadir un sistema de protección social que, lejos de estar pensado para quien realmente lo necesita, empieza a dar síntomas alarmantes de estar convirtiéndose en un modelo de desincentivo al trabajo. Quiero dejar bien claro que defendemos las ayudas sociales, pero para quien realmente las necesita. Porque también quiero dejar bien claro que no deben convertirse en un desincentivo al trabajo. Nos sirve el modelo de otros países europeos, donde hay un mejor control sobre las ayudas, y también una mayor censura social a quienes no la utilizan para los fines que están pensadas sino como generador de rentas permanentes.

Cada día solo acude al trabajo uno de cada cuatro asturianos

Hay mucha pasión y oportunismo, insisto, en relación con este tema. Pero urge cambiar el discurso, desvelar la realidad que los datos ocultan, recuperar la cultura del esfuerzo, la satisfacción por el trabajo bien hecho, por asumir responsabilidades y llevarlas a cabo. Esto nos hará más felices a nosotros mismos y progresar a la sociedad en la que vivimos. Competimos globalmente, con otras sociedades que empujan muy fuerte.

Confío plenamente en que la sociedad española progresará con el esfuerzo de nuestros empresarios, de nuestros trabajadores, especialmente de los jóvenes. Pero hay que abandonar la demagogia y cambiar los mensajes que suenen bien y nadie rechaza por las propuestas y acciones que nos permitan impulsar nuestras capacidades y estimular a una sociedad que solo evolucionará a base de esfuerzo y trabajo.

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