Borrasca musical en el Auditorio

La soprano María Espada y el ensemble "Concerto 1700" rubrican una velada exquisita dentro de la Primavera Barroca

«Concerto 1700», con María Espada en el atril, ayer, en el Auditorio. | Luisma Murias

«Concerto 1700», con María Espada en el atril, ayer, en el Auditorio. | Luisma Murias / Jonathan Mallada

Jonathan Mallada Álvarez

Jonathan Mallada Álvarez

Oviedo disfrutó ayer de una Primavera Barroca pero con tiempo veraniego con su habitual tormenta que, en esta ocasión, obtuvo su correspondencia musical sobre las tablas de la sala de cámara del Auditorio que, si bien no llena presentaba una gran entrada, de la mano de la soprano María Espada y el grupo "Concerto 1700". Una muestra de ello, el pirotécnico área "Ya borrascas"; un ejemplo de virtuosismo vocal para cerrar una velada sobresaliente musical.

La "Primavera Barroca", ciclo organizado por la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo en coproducción con el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM), sobrepasa de este modo el ecuador de la temporada. Y lo hace con un grupo habitual en las programaciones de "música antigua" como "Concerto 1700", integrado en esta ocasión por Daniel Pinteño (violín y dirección), Fumiko Morie (violín), Rodrigo Gutiérrez (oboe), Ester Domingo (violonchelo), Pablo Zapico (cuerda pulsada) e Ignacio Prego (clave y órgano). A ellos se unió la soprano María Espada para interpretar un programa que, bajo el título "Fogosa inteligencia", encerraba cantadas de maestros de capilla españoles tan destacados como Juan Francés de Iribarren, José de Torres o José de Nebra. Eso sí, sin perder de vista Italia mediante un par de sonatas de Vivaldi y Corelli.

La calidad que acompaña y precede el nombre de la agrupación no se vio empañada por el cambiante tiempo asturiano y, concienzudos en la afinación, los músicos desplegaron sus innumerables virtudes para llevar el concierto a buen puerto. La protagonista fue sin duda Espada. La soprano emeritense, experta en este tipo de repertorio, hizo gala de una voz bien timbrada, logrando superar sin dificultad la coloratura, ornamentando convenientemente los "da capo" o imprimiendo la teatralidad que requería el texto en cada momento. Sus afilados agudos y unos graves naturales en el registro de pecho terminaron aportando la calidez necesaria.

Por su parte, el ensemble se mantuvo ajustado y con un color sugerente, destacando su preciosa y precisa ejecución de la "sonata en trío en re menor (La follia)".

Ante los aplausos del público, Pinteño se dirigió a los asistentes para agradecer su presencia y dedicó la propina, el "grave" de una cantada de Literes, a los alumnos a quienes había impartido la conferencia previa al concierto.

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