La misión de Sor Ángela crece sin parar en Kinsasa

"Hacemos lo que debemos, el milagro viene luego", dice la asturiana que desde hace más de 30 años cuida de los enfermos mentales del Congo y que recientemente ha abierto un nuevo centro para ellos

Sor Ángela e Inmaculada González-Carbajal, fundadora de «El Pájaro Azul». | Miki López

Sor Ángela e Inmaculada González-Carbajal, fundadora de «El Pájaro Azul». | Miki López / Elena Fernández-Pello

Elena Fernández-Pello

Elena Fernández-Pello

Ángela Gutiérrez Bada, Sor Ángela –natural de Panes, en Peñamellera Baja, y que pasa ya de los 80 años– llegó a Kinsasa, la populosa y caótica capital de la República Democrática del Congo, en 1989, y con ella otras dos monjas, hermanas hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús como ella. Iban con lo puesto, sin alojamiento, se instalaron temporalmente en una iglesia y partiendo de cero se las ingeniaron para cumplir con su carisma, que es cuidar de los enfermos mentales. Un año después, Sor Ángela y sus compañeras tenían casa y un pequeño centro donde atender a los pacientes que encontraban en las calles, repudiados por sus familias y maltratados hasta extremos difícilmente imaginables.

"Tenemos que hacer lo que hay que hacer, y luego vendrá el milagro, eso es cosa de Dios". Esa es la filosofía de Sor Ángela, una mujer de acción que, pese a su aspecto frágil y cierto aire tímido, ha plantado cara al mismísimo demonio –en su caso, tenía el rostro del hijo de Mobutu– y ha salido airosa. En medio de la guerra se negaron a salir del país, pese a la insistencia del nuncio vaticano, y resistieron junto a la población.

El centro Telema, que así se llama, presta actualmente más de 35.000 consultas de salud mental al año y la misión de las monjas españolas, con el liderazgo de Sor Ángela, sigue creciendo, pese a la inestable situación política y todo tipo de penalidades. Un nuevo centro, el Telema Kitambo, más alejado del centro urbano, ofrece servicios de psiquiatría, medicina general, fisioterapia, laboratorio analítico, un hogar para mujeres con niños y un pabellón de hospitalización con nueve camas. En él se imparten talleres formativos, como el de costura, porque el fin último es reinsertar a los enfermos en sus entornos y proporcionarles un modo de ganarse el sustento. Unas treinta personas trabajan entre los dos centros.

La misión de Sor Ángela crece sin parar en Kinsasa

La religiosa, con los pacientes del centro Telema de Kinsasa. / Elena Fernández-Pello

Difícil en un país en el que los enfermos psiquiátricos y neurológicos son tenidos por "endemoniados", ya sean epilépticos o padezcan un trastorno depresivo, oligofrenia, esquizofrenia o un cuadro paranoide. "Es muy difícil cambiar las creencias de los pueblos; al principio nos tenían por locas también a nosotras", cuenta Sor Ángela. Obstinada, ella es la única de aquellas tres monjas que llegó hace más de 30 años a Kinsasa, una urbe de 20 millones de habitantes a la que se refiere como "su pueblo".

Hacía cuatro años que Sor Ángela no viajaba a Asturias. Lo ha hecho ahora, para reencontrarse con su madre, pero no tardará mucho en regresar a Kinsasa, donde, en espera de las elecciones prometidas para el año que viene, crece la tensión en las calles y se extiende la miseria entre la población. Mantienen su comunidad y su actividad gracias a benefactores locales y del exterior, como la Fundación "El Pájaro Azul" en Asturias.

Sor Ángela ha sido candidata en varias ocasiones al premio "Princesa de Asturias" de la Concordia y acaba de recibir la Cruz Oficial de la Orden de Isabel la Católica. Cada vez hay menos misioneros, dice. Probablemente las generaciones más jóvenes carecen de la capacidad de sacrificio y la resistencia de Sor Ángela y sus compañeras. Ella asegura que en Kinsasa es feliz.

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