Priorio se llena para pedir por los perros y bendice a "sus ángeles sin alas"

La misa con bendición de animales abarrota la parroquia de San Juan: "Venimos para que sigan teniendo salud"

Un cartel preside la entrada del recinto que alberga la iglesia de San Juan, en Priorio, una parroquia de apenas 400 habitantes cerca de Las Caldas. "Prohibido el acceso con animales", reza la señal. Sorprende que ayer se dieron cita allí decenas de ellos. Porque esa instrucción tiene una excepción anual desde hace tres años y cada vez más gente se anima a "incumplir esa norma". La misa por San Antón, patrón de las mascotas, abarrotó la parroquia de perros, para los que los presentes tenían un deseo claro: que les sigan dando tanta compañía por muchos años.

El responsable de esta jauría perruna no es otro que Alejandro González, el cura de la parroquia. "Los perros son nuestros ángeles sin alas", asegura. Y los vecinos están encantados de acudir a misa acompañados de sus mascotas. "Ya están aquí las fieras", dicen Juan González y Ariane Mocha, que traen a Rex y a Bay a la bendición. Son fieles a la cita desde que se empezó a hacer en Priorio y aunque sus mascotas vienen con ganas de jugar, se les permite todo. "Aunque ladren, da igual. Hoy es su día. Es su manera de rezar", señala convencido el cura.

Kira, la perra de Juan Manuel Linares y Ana Belén Fernández, también repite por San Antón. "Venimos desde Oviedo para que sigan teniendo salud", explican los dueños. Begoña García, que lleva en brazos a Tula, achaca la gran afluencia de feligreses al párroco, algo con lo que coincide Jorge Álvarez: "Es él el que nos trae aquí a todos. Hace mucho por estas parroquias rurales". Por su parte, Aurora Muñiz debuta en la bendición con Trotsky, que no para de saltar "contento con tantos perros a su alrededor".

Pasadas las doce y media de la mañana, llegó el esperado momento de la bendición, donde todos los perros se pusieron en círculo y recibieron el agua de manos del párroco. "Se la tiro despacio para que no se asusten", apunta González, todo un experto en estos lares. Horas antes había realizado otra misa con bendición en Puerto, a la que además de perros se acercó algún caballo. En años anteriores, atendió incluso a vacas y ovejas, aunque esta vez se tuvo que conformar con bendecir el peluche de una pequeña.

La misa que siguió a la bendición también fue especial. Además de por el lleno en la iglesia y por la presencia de los canes, aún faltaba alguna sorpresa. Durante la eucaristía, se leyeron las lecturas y el Evangelio, pero la homilía fue una carta que simulaba las palabras de un perro que acaba de fallecer a su dueño. El animal le pedía a su amo que no se negase a tener otra mascota por miedo a sufrir. Tras la lectura, los presentes se emocionaron y el párroco fue incapaz de contener las lágrimas. Para terminar la jornada de San Antón, cuya imagen se encuentra en el interior del templo, se entregaron regalos, utilizando el reverso de frascos de agua bendita para saber qué le tocaba a cada vecino. Todos los obsequios, como no podía ser de otra forma, tenían temática animal.

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