Chus Neira: "El periodismo puede ser la mejor escuela de escritura despojada, precisa y esencial"

El redactor de LA NUEVA ESPAÑA ensalza en el ciclo "Oviedo escribe" un oficio "que hace cosas muy parecidas a la literatura"

Chus Neira, en el centro, con David Orihuela, a la izquierda, e Iván de Santiago. | Luisma Murias

Chus Neira, en el centro, con David Orihuela, a la izquierda, e Iván de Santiago. | Luisma Murias / Tino Pertierra

Tino Pertierra

Tino Pertierra

El periodismo saltó ayer a la primera página del ciclo "Oviedo escribe" de la mano de Chus Neira. El redactor de LA NUEVA ESPAÑA, acompañado por su compañero de oficio David Orihuela y el coordinador de los encuentros, Iván de Santiago, convirtió el salón de actos del Colegio de Abogados en una rotativa virtual de reflexiones, recuerdos y confidencias tintadas sobre un oficio, subrayó, "en el que se escribe mucho sin necesidad de que a uno lo consideren escritor pero donde también se puede encontrar literatura".

Evocó Neira a aquel estudiante de filología hispánica por la rama de literatura que publicó su primer artículo gracias a Francisco García Pérez, que "dirigía, entonces, el suplemento de Cultura de LA NUEVA ESPAÑA, "la que luego sería, y sigue siendo mi casa". Abrimos comillas: "Tuve la suerte de nacer enchufado a la literatura desde la cuna. Mi padre me dormía recitándome a Machado y los juegos domésticos podían pasar, perfectamente, por escenificar las hazañas y peleas de los caballeros castellanos tal y como se recitaban en el romancero viejo. Él amaba la poesía y nos enseñó, a mi hermana y a mí, a disfrutarla desde pequeños y para toda la vida. De forma no tan voluntaria creo que fue él también, quien me inoculó el veneno del periodismo en el cuerpo. Mi padre tuvo siempre problemas de vista, en nuestra infancia se fue quedando ciego, y aunque eso nunca le supuso ningún problema ni nadie lo vivió de forma traumática, sí tuvo una consecuencia interesante. Como era un gran lector de periódicos, acabó recurriendo a nosotros para poder seguir ojeando titulares y artículos".

Tuvo profesores que le alertaron contra este oficio. "El periodismo, venían a decir, es una prostitución de la escritura, una forma de estropear el estilo y de perder la sustancia narrativa. Bueno. Es verdad que en las redacciones hay que picar mucha piedra. Como en cualquier casa. Pero por el medio, para grandes procrastinadores como yo, hay una exigencia y un compromiso diarios entre tu firma y los lectores que te redime de cualquier vicio de esta profesión. Ya puede ser un breve o una fotonoticia, por hablar de las pequeñas cosas, pero hay que escribirlas. Lo mejor posible, con la máxima información que quepa en esas cajas y hacerlo antes del cierre de la edición. No basta con escribir rápido, también hay que escribir bien. Eso intentamos. Y eso exige un entrenamiento constante. La práctica diaria en una redacción te obliga a sacudirte todas esas largas oraciones de relativo. A buscar el verbo preciso y olvidar el adjetivo innecesario. Te pone a colocar sujeto, verbo y predicado como quien va disponiendo cemento y ladrillos. Y que el muro esté recto y aguante. Y doy las gracias a la redacción por esa lección diaria de sencillez narrativa. Que no está reñida con la poesía".

Y si el periodismo puede ser la mejor escuela para la escritura "despojada, precisa y esencial, también permite, si dejamos la forma y vamos al fondo del relato, hacer cosas muy parecidas a la literatura. Al final, se trata de contar historias. Que no salgan de los mundos de ficción no quiere decir que tengan que ser aburridas, ni que haya que renunciar a los mecanismos clásicos del relato. Está más que justificado si conseguimos captar la atención del lector y si logramos trasladar ‘más verdad’ al que nos está leyendo sin alterar nunca la realidad de los hecho".