Paraíso Capital

Nueva crónica vetusta de Álvarez Cabrero

El artista elevó a los altares su última obra, "Lo Putopeor", glosado por Javier F. Granda

Gonzalo García-Conde

Gonzalo García-Conde

En muchos sentidos, Carlos Álvarez Cabrero (Oviedo, 1967) es la antítesis de la figura idealizada que se tiene de los artistas plásticos. No sucumbe a la mística, no analiza su obra con afectada impostura, huye del foco de atención, no frecuenta las galerías ni las inauguraciones de las exposiciones, no participa en tertulias. Es como si no perteneciese a la escena local. Vive en las sombras como un observador silencioso. Un voyeur que procesa lo cotidiano y lo devuelve traducido a su propio idioma.

Sin embargo, casi se le puede considerar cronista de la ciudad, de la noche y, más concretamente, del Oviedo Antiguo, desde que sus primeros dibujos vieron la luz a finales de los ochenta. Con un lenguaje propio, con un punto de vista deforme y grotesco pero no carente de poesía y fuerte arraigo en los lenguajes del cómic, Cabrero ha demostrado tener una perspectiva propia muy particular. Resulta imposible olvidar el impacto que tuvieron sus primeras obras. El terremoto que provocó "Hazañas bélicas" (1993), aquella perturbadora imagen apocalíptica de la plaza de la Escandalera en llamas, destruida por un ataque aéreo. Esa es una de las cuatro piezas del artista que atesora el Museo de Bellas Artes en su colección, aunque actualmente la pinacoteca asturiana no tiene ninguna de ellas expuesta al público. Desde el principio Álvarez Cabrero nos explica la ciudad desde un costumbrismo punk muy nocturno; El Diario Roma, El Olivar, La Deva, la esquina de La Imprenta, el puente de Vallobín, el Postigo, el Campillín, la fábrica El Águila Negra. Un Oviedo que evoluciona ante sus ojos y que él tiene la capacidad de redefinir.

La tarde del pasado miércoles, 6 de marzo, Álvarez Cabrero presentaba su nueva obra, titulada "Lo Putopeor", en el espacio de encuentros que propone la Librería Matadero Uno (Plaza del Riego, 1). Compartía escenario con él, ejerciendo de maestro de ceremonias, el escritor Javier F. Granda, compañero del artista en mil aventuras editoriales. Entre los más de cincuenta asistentes al acto se encontraban los artistas Israel Sastre e Inés Álvarez, el fotógrafo Iván Martínez, los poetas Lauren García, Dani Tritón y Rubén Rodríguez o la hostelera María Álvarez, propietaria del chigre cultural Taberna Narciso, en Teverga.

Tras varios tira y afloja entre Cabrero y F. Granda, ya que al artista le estresa ser el objeto de las demostraciones públicas de admiración y al escritor le resulta imposible trazar la imagen del homenajeado sin llenarlo de literatura, el pintor se concentró en explicar su sorprendente nueva obra. Una imagen de la plaza del Sol, fachada y terraza del histórico local SolySombra, creada de manera digital. Explicó el proceso desde la base con tinta china hasta cada degradado, cada pixel añadido de manera artesana. Color, profundidad, detalle, tratamiento de la luz. Una figura femenina que exclama en un bocadillo de viñeta la expresión que es jerga común entre la tropa adolescente de nuestra era (lo putopeor) que da título a la obra. Todo lo que demuestra que la técnica y la temática del artista no pierde actualidad sin renunciar a su estilo primigenio. Una edición limitada de cincuenta copias que se pueden adquirir en el sitio web del pintor, www,alvarezcabrero.blogspot.com.

Después la fiesta se trasladó al propio local SolySombra, donde el artista regaló una selección musical a sus amigos que viajaba desde "Derribos Arias" y "The Cure" hasta Imperio Argentina y la Piquer. Pero eso ya es otra historia, secreto profesional de oscuridades nocturnas. "Lo Putopeor" es lo que queda para la leyenda.