Últimos versos en la librería Polledo

Javier Almuzara acompaña con un poema inédito la fiesta de despedida, por jubilación, del célebre establecimiento de la calle del Peso

Chus Neira

Chus Neira

Adolfo Polledo Arias tenía un año cuando su padre volvió de Cuba y abrió la librería Santa Teresa, al final de la calle del Peso. Ayer, con 96 años, acudió al velatorio civil de la librería que, a pocos metros de aquella, conservará hasta no más allá del 15 de abril el apellido de la familia asociado a los libros. El negocio que fundo su tío Amado Polledo del Rosal en 1952 y que tiene al frente a María Jesús y Ángeles Polledo echa el cierre.

No hubo, sin embargo, tono fúnebre en la celebración. Sí, lectores y lágrimas por las "emociones a flor de piel" de las que habló el poeta Javier Almuzara, como la del abrazo entre los primos. Más María Jesús que Ángeles han intentado pasar de puntillas sobre el cese del negocio. La idea les asaltó en verano –"hay que jubilarse"– y una tragedia cercana les hizo acelerar la puesta en marcha de ese "carpe diem" para después de la vida laboral. Desde entonces fiaron al boca a boca la noticia y el saldo del fondo de la librería, todavía nutrido con manuales de los tiempos de Filosofía y Letras en San Francisco. Más María Jesús que Ángeles evitaban hablar del cierre, les subía la emoción a los ojos y rechazaban obituarios del negocio. El Día Mundial de la Poesía vino a sacarles de ese limbo. En Polledo siempre les ha gustado celebrar en la calle y consideraron que la fecha podía servir para darle el carácter festivo a este hasta la vista.

Javier Almuzara fue el invitado. Recitó un soneto isabelino inédito que formará parte de su nuevo libro y enmarcó su actuación con precisión epigramática: "La poesía es el origen de la literatura y hoy pone punto y final a una librería". Se repartieron copias a los lectores, el poeta firmó, hubo margaritas en recuerdo del primer poema –el de Rubén Darío– que María Jesús Polledo aprendió de memoria y hasta se acordaron de poner una caja con "caramelos de la Catedral" de Camilo de Blas, parecidos a los "caramelos del Congreso" que siempre acompañaban en Polledo las presentaciones de libros.

Los hubo, están seguros, cuando Rafa Prendes –otro de los presentes ayer en el trasiego de lectores y amigos– trajo a su tío Julián Ayesta para presentar "Helena o el mar del verano" con motivo de la reedición en Sirmio, en 1986. En aquella fecha, el edificio de la librería acababa de nacer de nuevo de la mano del arquitecto Fernando Nanclares. Durante el tiempo de la reforma estuvieron alojados en la plaza de Riego y a la vuelta habían ganado dos plantas, hasta tener cuatro, con espacio para la literatura infantil y juvenil. Aquella "novella" del diplomático gijonés estaba ayer, de hecho, en uno de los anaqueles principales del mostrador, en la flamante reedición de Acantilado con una faja que incide en esa cualidad de haber sido "una de las obras más extraordinarias de la narrativa española de posguerra".

María Jesús lleva 54 años en el negocio, y Ángeles, 38. Aunque la familia había tenido en América un negocio de "ultramarinos a la cubana", con hueco para dormir detrás de la barra, contaba ayer Adolfo Polledo, a su vuelta a Asturias decidieron abrir librerías. El padre de María Jesús y Ángeles estuvo poco tiempo con su hermano y se acabó estableciendo en Gijón, donde abrió la librería San Antonio, en la calle Instituto y donde nació María Jesús. Ya instalados en Oviedo, la familia creció pegada a los libros. Los tres hijos ayudaron en la librería en cuanto la estatura les permitía asomar por detrás del mostrador y desde muy pequeña María Jesús Polledo creyó en la magia de la letra impresa. Hasta en aquellas pequeñas historias fasciculares que acababan con un "pide el siguiente en tu librería" y le hicieron creer que todas las familias tenían una en propiedad como la suya.

Suscríbete para seguir leyendo