Entrevista | Lorenzo Roal Ovetense, último premio "Hiperión" de poesía

"Los poetas somos muy políticos, crear es una rebelión contra la realidad"

"‘Oro en las grietas’ es una metáfora de cómo, a partir de tus fallos y tus daños, puedes crear algo bello y cicatrizarlo con algo brillante"

Lorenzo Roal.

Lorenzo Roal. / Irma Collín

Tino Pertierra

Tino Pertierra

A la tercera fue la vencida. Lorenzo Roal se incorpora al selecto club de poetas reconocidos con el premio «Hiperión» después de haberlo intentado dos veces en ediciones anteriores. «Oro en las grietas» es el título del poemario ganador de este maestro de inglés, cantante, traductor, editor y político, nacido en Oviedo en 1992 y de quien el jurado destacó su «perfección y belleza formal». Un libro que fue nació en febrero del año 21 y se cerró al finales del 22. La poesía es para él un arte vivo: «Estoy contento con lo escrito, pero nunca viene mal releerse, restaurarse, maquillarse. Sin hacer un ecce homo, claro, hay quien al revisar su poesía la destrozan y otros lo hacen muy bien». Más de Manuel Machado que de Antonio y más de Ángel González que de Caballero Bonald, Roal afirma que «Asturias no deja de dar poetas».

–¿A qué alude el título?

–A la técnica japonesa de restauración de porcelanas con oro, conocida como Kintsugi. Una metáfora de cómo, a partir de tus fallos y tus daños, puedes crear algo bello y cicatrizarlo con algo brillante como el oro. No soy novedoso en ese sentido, otros poetas ya han hablado de ello. El libro surge de un momento de crisis, de ruptura con lo que se esperaba de mí –esa escalera mecánica de trabajo, coche, casa, matrimonio–. En diciembre de 2020 mi novio, la persona con la que tenía planeada toda mi vida, me dejó. Vivíamos juntos, todos los proyectos y el ocio eran comunes. Y me voy a vivir solo, tuve que repensar si lo que estaba haciendo era lo que realmente quería hacer y si el ritmo que llevaba con 28 años podría sostenerlo más adelante. Fui a una psicóloga.

–¿Y?

–Me dijo un precioso endecasílabo: tú no estás roto, tú estás magullado. Por eso el título, no es reconstruir desde una ruptura, sino desde un pequeño golpe que te ha dejado unas grietas pero puedes revisar dónde tienes las heridas y curarlas. Este libro es un descubrimiento de un camino enorme por explorar cuando levantas la vista. Todo me lleva a la primavera, a la floración, a los fuegos artificiales, a las flores del cerezo. Fijaos todo lo que se ve cuando rompes con las expectativas. El libro anterior era muy tradicional, cuadriculado: una parte de eros, otra de tánatos, otra de metapoesía. Este es más libre.

–¿Qué más aprendió?

–Estuve un año con dudas. A lo mejor no me van las relaciones monógamas. A lo mejor quieres dedicarte más al arte. Y de cantar en la zarzuela pasé al Coro de la Ópera, con un sueldo. De las expectativas a la potencialidad, que diría Emily Dickinson, a la que traduje.

–Hágame un «spoiler».

–El libro tiene metapoesía, habla del placer creador, el descubrimiento de cómo crear un modo alternativo. Y del poliamor: dejar la monogamia, puedes querer a muchas personas de maneras muy diferentes. Se construye a partir de un año en la vida de un poeta ficticio, empieza en invierno y acaba en una primavera, con pequeños poemas Kintsugi por el medio que muestran el cambio mental del personaje. Y entre ellos, poemas sobre hombres con los que he compartido mi tiempo. Y a los que debo la mayor parte del libro.

–¿Romper para unir?

–Quise romper con muchas cosas anteriores, sí. Es más lírico y ya no tiene secciones, todos los poemas de seguido. Pero tiene su estructura, cada poema cuenta con su espacio. Hay una narrativa.

–¿Ficción congenia con poesía?

–Es un constructo, y los poemas no expresan lo que tú sientes. El Lorenzo del libro no soy yo. Es una construcción para hacer sentir al lector lo que tú sentiste cuando te pasó esa idea para que llegues a ella aunque no sea por el mismo proceso. Algo muy intenso y difícil de explicar. Una máscara sobre una máscara. El poeta es un fingidor, decía Pessoa.

–Se presentó a las elecciones en Asturias con «Por un mundo más justo»... ¿Resultados?

–Setecientos y pico votos.

–Ejem...

–Muy poquito, pero para ser la primera vez que nos presentábamos y con muy pocos medios, con una sola semana para trabajar...

–¿Poesía y política casan?

–Los artistas somos muy políticos. Es inevitable. La creación es una rebelión contra la realidad. Lo más político que se pueda hacer. El arte es el camino que llevo como revolucionario y la política es el camino del compromiso, más moderado. Defendemos una política del encuentro.

–Su trabajo es ser maestro.

–Por las mañanas, dando inglés. En Langreo. Los niños piden mucho amor, son muy activos y cada vez necesitan más cosas. El sistema educativo no da mucho margen, tiene que aprender a aburrirse también. El arte no se enseña, se disfruta, y si te gusta buscas por dónde ir, encuentras maestros, lecturas... Podemos ponerles canciones, enseñarles cuadros... Pero decirles lo que es un endecasílabo y ponerles a hacer uno... Venga, a contar sílabas. Pues no. La cultura ha sido siempre de llovizna, nadie se ha vuelto un adicto a la ópera por ir todos los meses a ella. Vas, y te mola o te llega de lateral porque la oyes en una película. Hay que dar oportunidades y ya se verá. Es sembrar al vuelo, como dicen. Lo que agarra agarra. Se hace un huerto así. ¿Se nota que acabo de empezar un huerto? Patatas, berzas, zanahorias y cebollas. En un par de semanas calabacines y pimientos. Tengo amigos hortelanos que me asesoran. Hay que tener amigos en todas partes.

–Incluso en el infierno.

–Incluso. Y si acabo en él seguro que lo pasaremos muy bien.

–¿Alguna actividad más que declarar?

–Las siestas. Dormir es esencial.

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