Crítica / Música

Oviedo vuelve a cantar a la Navidad

El retorno del tradicional concierto de "El Mesías" se salda con una gran velada

Jonathan Mallada Álvarez

Jonathan Mallada Álvarez

Enfrentarse a una obra tan poliédrica y popular como "El Mesías" nunca es una labor sencilla. No obstante, el dominio que el Coro de la Fundación Princesa de Asturias posee de la composición de Haendel es determinante a la hora de encarar su interpretación. Los pupilos de José Esteban García Miranda exhibieron su poderío y todo su equilibrio durante la velada musical, siempre homogéneos, con ligereza en las voces agudas y robustez en los graves. Su amplia gama de carácter en los números interpretados y su admirable desarrollo de las agilidades pusieron de manifiesto la fortaleza de la formación principesca, coronada por un majestuoso "Hallelujah", donde cada una de las voces se mostró pletórica.

Los solistas contribuyeron al éxito de una cita musical que fue increscendo. Manuel Gómez (tenor) hizo gala de una potencia excesiva que le impidió frasear con elegancia, plegarse a las coloraturas con mayor frialdad o ceñirse a la afinación. Lucía Caihuela, sin embargo, defendió con valentía e inteligencia sus números. El timbre de la mezzo, algo oscurecido, y su manejo del fiato y del volumen, dejaron momentos de honda expresividad, como el "He shall feed his flock like a shepherd" o "He was despised", haciéndose fuerte en los registros medio y agudo y ornamentando acertadamente los da capo.

Alicia Amo (soprano) brilló a lo largo del oratorio merced a su poderío vocal, siempre bien ajustada a la OSPA y con unas coloraturas que ejecutó sin perder el color de su dulce timbre ni mermar un ápice su proyección. Su aria, "Rejoice greatly" fue uno de los momentos culminantes de la noche. En cuanto a Ferran Albrich, evidenció su condición de barítono mostrando cierta incomodidad y falta de corpulencia en los graves, escapándose en las variaciones y ornamentaciones hacia tesituras algo más elevadas. Con todo, realizó un papel notable y se destacó en "Why do the nations".

Miguel Romea supo conducir acertadamente a una OSPA muy maleable y versátil (mención especial para el trompetista Maarten van Weverwijk), bien ensamblada y muy pulcra en el tratamiento del sonido, a lo largo de la noche. Si bien optó por algunos tempi cuestionables en determinados momentos, como en "And he shall purify" (desluciendo las agilidades del coro con cierta sensación de pesadez), estuvo pendiente de indicar las entradas y de esperar a los solistas para caer juntos en cada una de las cadencias.

En resumen, una gran velada musical idónea para marcar tanto el inicio de las fiestas navideñas como la vuelta a la normalidad en el área musical de la Fundación Princesa de Asturias. ¡Hallelujah!

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