Belleza de lo humano y belleza de Dios

Agustín Hevia Ballina

Agustín Hevia Ballina

Acabo de contemplar las maravillas conseguidas por el mundo de la restauración en un ámbito singular: la Catedral de Oviedo, donde aquélla se está viviendo como realidad final de un inacabado proceso, vivencial y técnico, que, felizmente, aguarda iteraciones de las vivencias ya colmadas. Se trata de un Plan Director que ha fluido de modo imparable hasta los días que corren, en que alcanzó la XXVI edición, la cual ya culminó su andadura y esperanzas primeras, hechas al presente concreción y realidad.

Belleza de lo humano y belleza de Dios

Belleza de lo humano y belleza de Dios / Agustín Hevia Ballina

En su contemplación se te llenarán los ojos, a rebosar, de imágenes de singular belleza, sin par, y donde encontrarás la imbricación de la belleza a lo humano con la belleza de Dios. Te parecerá que estás sintiendo que te sumerges en un ámbito de transformaciones y renovadas metamorfosis, donde las variadas Bellas Artes han conseguido insospechados triunfos de la estética sobre la ruina, la carcoma y la destrucción, que los procesos restaurativos han conseguido vencer y sanear.

Proporciones de ensueño te mostrarán arritmologías y vivencias que jamás soñabas con alcanzar a superar. Con felicidad en el corazón y en la mente, llenarás tu alma de tanta ventura, como en vivencias humanas puedas esperar de tus contactos en cuanto a lo que el arte puede asimilar y que te acerca al Dios de la creación primordial.

Hay noticias en el mundo de la restauración artística que no pueden menos que impactarte, seriamente, dejando en tu espíritu un regusto y un poso de belleza y de querencia imposible de superar. Tal es el caso de nuestra intervención de hoy. Particularmente, deja que en el andar presente por la existencia que vives cada día se te infiltre en los hondones del alma cuanto de positivo seas capaz de darle cabida, para que la belleza te permita elevarte hasta el Dios de las misericordias y de todo consuelo, a cuyos logros te ayudará, si sigues las pautas, las que, desde el arte, te hará vivir el Plan Director. Culmina en estos días con esta exposición, siempre rica en consecución de logros que acrecienten tus creencias y tu cristiana fe.

En ese mundo de ensueño, que genera el ámbito de nuestra Catedral, nos ayudaremos mutuamente en la prosecución de la belleza que allí se encierra: maderas y tallas, piedras de variadas canteras innúmeras asoman y dejan ver su presencia por doquier, traduciéndose en belleza exquisita, con que los más renombrados artistas de cada momento fueron acumulando estéticas y bellezas a tutiplén, dejando huella de su buen faenar, poniendo rendimiento, al máximum, sus posibilidades y su vital actuación.

Arquitectos y maestros de obras, artesanos y ministriles, escultores y pintores, retablistas y herreros, canteros y picapedreros, todos, en fin, y otros muchos más, todos ellos, a porfía, obtuvieron los mejores logros, para que ni un mínimo ápice de sus exquisiteces se malograra, con fin de que, de consuno, se obtuviera lo mejor que donarían a las generaciones todas, como instrumentos todos destinados al servicio de Dios, al que proclamamos Padre, que tiene su morada en los cielos y aquí en la tierra, en sus templos o Domus Dei (Casas de Dios).

Geometrías e isometrías; arritmologías y proporcionalidades sin término; tallas y pinturas; mármoles y alabastros; marfiles y cerámicas; ensamblados y encajes; molturaciones y entalladuras; embaldosados y canterías; armarios roperos y cajonerías; retablos y sitiales; sillerías y vitrales; laudas sepulcrales y estatuas yacentes; libros y rituales; rejerías y bajorrelieves; campanas y campaniles; cajonerías y paños de altar, facistoles y ambones, lámparas y todo un mundo, en fin, casi imposible de abarcar, en que cada artista, desde sus posibilidades y especialidad, estrujó su cerebro, mente y corazón para las mejores consecuciones de belleza, para más parecerse a Dios.

Un mundo, en fin, en que cada artista se propuso, dentro de los márgenes de su especialidad, conjuntar arquitecturas y ornamentaciones que pudieran poner al servicio de la fe de los cristianos y creyentes, sus pretensiones y planes, sus logros y consecuciones y encontrarse con un cumplido Plan Director, cuyo fruto se trasforme en una bien colmada restauración, obtenida con la mayor perfección. Si quieres empaparte del mensaje de esta singular exposición, puedes hacerte encontradizo con ella, rindiéndole la pleitesía que se merece. En resumen y síntesis que guíe nuestra final conclusión: No dejes de acercarte al " Plan Director de la Catedral de Oviedo", que te hará amar más a tu "Sancta Ovetensis" que de un modo u otro, todos llevamos en lo más hondo de nuestro corazón.

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