Opinión | Con vistas al Naranco

Antonio Masip

Acerca de la inolvidable bombita en mi coche

He tenido la suerte de sobrevivir a los terroristas que volaron mi R-5 en 1978

Ayer cumplí 78, adelantándome al parto calculado por el ginecólogo Pedro Miñor y su ayudante y pariente Manuel Cueto para junio / julio de 1946. Cuando muera, también seguiré viviendo seis sabatinas en este modesto rincón de la edición ovetense de LA NUEVA ESPAÑA.

Un amable lector pone de manifiesto que mientras sigo viviendo, "incluso yo diría más", tal repetía a cada entrega el divertido personaje del comic de Hergé, "Tintin et Milou", encarando el futuro a techo mientras escampa, dos de los terroristas, o Guerrilleros de Cristo Rey, colocadores de una bombita en el R-5 de mi mujer y mío, la noche de San Mateo de 1978, están entre ortigas. El tercero ha tenido peor vida si cabe, pues un piolet manejado en defensa propia por Pillo, hábil fotoperiodista, se llevó un ojo y cavidades nasal y ocular. De aquella tuve solidaridades que me llegaron hondo, así la de mis tíos Urquiola Hidalgo que me cedieron un coche o la de Narciso Álvarez Antón, suegro del eminente otorrino Carlos Suárez.

Se sigue hablando mucho de amnistía. Particularmente discrepo de la cúpula de mi partido, pues deberíamos exigir arrepentimiento o, al menos, compromiso a no reincidencia. Esa petición arrepentida ha faltado, por ejemplo, en mis tres, llamémosles folklorismo aparte, bombitos, en los que tampoco ha concurrido manifiesto ánimo reparador. He tenido suerte sobreviviéndoles, en efecto, pues la pérdida del güeyo por el más desconocido es bastante peor a los varios males que me acechan, pero me gustaría que los allegados tuvieran respeto, no ensalzando falsas virtudes y callándose delante de los que somos víctimas.

Como mediador discreto de la llamada II Internacional que fui en la imposible paz entre palestinos e israelíes, me cupo en ese otrora pasear por la Cisjordania en que se desarrolló la Intifada. Las imágenes televisivas de coches ardiendo tras explosiones impresionaron la infantil retina de mis hijos que las relacionaban traumáticamente con la quema violenta de nuestro coche y me conducen a pensar que no solo el mundo se cuestiona ahora Gaza, sino que todos estamos condicionados por los violentos, en Oviedo y en el ancho mundo.

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