Con vistas al Naranco

Los belenes de Lelé Hidalgo

Antonio Masip

Antonio Masip

Vivencia rutinaria de navidades infantiles era la inquieta espera de Barcelona, su domicilio familiar, de tía Lelé que llegaba para montar el Nacimiento en casa de los abuelos, sus padres. Mi tía introducía ritos emocionantes y, tal gran artista, aportaba cada año pincelada genial. Tengo para mí que las figuras, coloridos e imitación de sendas curvilíneas "tipo Paul Cézanne" vislumbrando pesebre, mula y buey, habrían de influir en los fantásticos espíritus de mis primas Patri, hoy autoridad en Diseño, Design, desde Milán, y Joselina, que continuamente conducía a mundos mágicos, v.g. el Cocoliso del cómic "Popeye". Ambas apenas alcanzaban sus cabecitas a los tableros. Dirigidos por Lelé, revivíamos la hermosísima leyenda. Mis hermanos y yo exigíamos a nuestra encantadora pariente desempacar lo guardado el año anterior casi antes de abrir sus maletas –Maletof llamábamos a Rafael, marido de Lelé– no solo de ropajes y cosméticos sino de abalorios ultramodernos pues Barcelona significaba prodigios, Eduardo Mendoza dixit muy luego, que se proyectarían al resto de la Pell de Brau, La Piel de Toro.

Entre las novedades estuvo dar sentido al puente en valle de corchos para que debajo fluyese un regato. Se trataba de representar el agua en movimiento sin recurrir al cristal, abrevadero a su vez de camellos, cuya lámina espejo reflejaba al pastor, cordero al hombro, dispuesto a la ofrenda. Lelé hacía concluir que resultaría pintiparado el papel albal de chocolatinas. Años después, al surcar Río de la Plata, pese a su inmensidad, sentí cerca el paraíso de la infancia.

El fabuloso catalán director general de Tráfico populariza "vale más llegar tarde que no llegar". Así, cuando montamos a destiempo el belén, la abuela, docta en agenda eclesial, nos indultó:

–En los dieciséis/diecisiete (siglos), la Natividad se celebraba el 31.

Pues eso. LA NUEVA ESPAÑA publica mi columna entre la Navidad de hogaño y la de antaño del particular regreso al futuro. Lástima que sin Lelé falten también sus nacimientos.

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