Cuidar la piel en las pistas de esquí

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Carmen Pérez Novo

Carmen Pérez Novo

Hacer deporte es bueno para la salud. Pero eso no significa que pueda hacerse de cualquier manera y sin los cuidados adecuados. Los esquiadores y snowboarders se someten a situaciones especiales, por lo que deben proteger adecuadamente la cara, los labios, los ojos y el cabello.

El esquiador, paradójicamente, se ve amenazado por la sequedad, tan peligrosa para la salud de la piel. La humedad de la atmósfera prácticamente desaparece, porque, aunque el agua debiera evaporarse de la nieve, no ocurre así debido a las bajas temperaturas. El ambiente en las pistas de esquí es, por lo tanto, muy seco y fatal para la piel, porque la deshidrata. Si además sopla un aire frío y seco, que es lo más habitual en invierno, el problema se agrava. Ante estas agresiones, la piel se seca, estira y manifiesta quemazón e inflamación. Hay que tener en cuenta que la nieve refleja hasta un 80% de la luz que recibe, debido a su blancura, frente al 15% que refleja la arena de la playa.

Para evitar estas alteraciones, es necesario aplicar tratamiento protector e hidratantes antes de practicar este deporte y, después, una buena dosis de after sun. También una nutritiva antes de acostarse. Ahora bien, como no todas las pieles son iguales, habrá que aplicar un índice de protección según la piel sea normal –se pigmenta gradualmente y no suele quemarse–, sensible –se pigmenta poco y suele quemarse–, y muy sensible –siempre se quema y nunca se pigmenta. También utilizar unas gafas de sol oscuras y con un filtro UV adecuado, un protector labial y otro para el cabello. Además, hay que tener en cuenta los factores climáticos y geográficos. No es lo mismo esquiar un día si esta nublado o nevando, que otro luciendo el sol. También habrá que considerar la estación del año.

Qué duda cabe de que los rayos de sol son necesarios para el cuerpo humano porque sirven para sintetizar la vitamina D. Sin embargo, sus efectos pueden llegar a ser nocivos si no se aplica la protección adecuada. Y, aunque es cierto que la sensibilidad de cada persona ante ellos dependerá de factores genéticos, hereditarios, del tipo de piel, de los medicamentos que se toman... recibir de forma incontrolada los rayos ultravioleta puede producir eritema o cambios en la pigmentación y, en casos más graves, alteraciones inmunológicas y cáncer.

Pero, señoras y señores, lo bueno del asunto es que estos efectos perjudiciales se pueden mitigar, y de una manera muy sencilla, usando la vestimenta y los filtros solares adecuados que protegen e hidratan.