Feria de Abril (vespertina). Cinco toros de Miura, bien presentados y nobles, aunque faltos de raza y algunos también de fuerzas. José Pedro Prados, «El Fundi»; Juan José Padilla (una oreja); Javier Valverde. La plaza rozó el lleno en la tarde primaveral.

Casi nada tuvo importancia por culpa de los toros. Y es que los «miuras», aparte de fachada, no tuvieron contenido. Corrida tan noble, mejor dicho, tan insulsa, que no parecía del legendario hierro de Zahariche. La excepción fue el perverso cuarto, que si no es porque El Fundi le baja los humos hubiera destacado todavía más por malo. En el otro extremo, el bueno quinto, un toro con tranco y de suaves embestidas. Padilla se recreó con él toreando con despaciosidad y gusto, como si el toro no fuera de Miura y como si el mismo Padilla se hubiera refundido en torero de arte. Se gustó Padilla una barbaridad interpretando lo fundamental, entiéndase, tandas por ambos pitones, generosas en la cantidad y la calidad. No faltaron los adornos finales, a base de recortes, molinetes y otras «alegrías» a modo. La rúbrica con la espada fue perfecta. Y la oreja, de ley. Fundi fue nombre también importante en la tarde por su entrega y por su mando.