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En el exterior de la torre aún permanece adosado a la piedra un reloj de sol que tiene su historia, tanta como casi seis siglos. Fue instalado en el año 1415 y lleva siguiendo los caminos horarios de la luz ovetense 860.000 horas más o menos. No funciona a pilas, no hay problema de desgaste.

La torre vieja está en el centro de todo, en el corazón histórico y geográfico del templo. Es en sí misma una pequeña fortaleza y por eso fue utilizada como sede del archivo eclesial. «Era costumbre llevar los archivos a las torres por cuestiones de seguridad», señala Agustín Hevia Ballina.

Efectivamente, la torre románica no tenía más acceso que una puerta, una sola ventana baja y un pequeño hueco adicional antes de llegar al tercer cuerpo, el de campanas, con sus ocho huecos a los cuatro puntos cardinales y dieciséis sugerentes capiteles decorados con motivos vegetales, helechos, acantos, cardos... rostros simiescos y cabezas humanas. Se sospecha que algunos fueron traídos de una construcción previa.

El acceso al tercer cuerpo, la corona de la torre, está hoy restringido, por lo que apenas se puede disfrutar de esos capiteles llenos de imaginación en piedra y cuyos detalles se escapan desde la perspectiva a pie de calle. Hace unos años se instaló una escalera metálica que da un plus de seguridad pero inevitablemente rompe la armonía interna del edificio, y que sirve para alcanzar una trampilla acristalada a través de la cual se llega a ese mirador desde donde decenas de generaciones de campaneros vieron crecer Oviedo.

A la altura del segundo piso se da acceso al museo de la catedral. Abajo, la Cámara Santa y la capilla de Santa Leocadia, que no es otra que una cripta prerrománica. Con los planos en la mano, resulta inaudito que la voladura de la Cámara Santa en los años treinta con motivo de la Revolución de Octubre no se haya llevado por delante la vieja torre románica, que resistió porque es de esqueleto recio y porque de vez en cuando las leyes de la física no acaban de cuadrar del todo.

Es preciso echar mano de la imaginación y «ver» el entorno ovetense en el siglo XII. Nada de catedral gótica, claro está. Y nada parecido a la magnitud un tanto inquietante del complejo religioso que alrededor de la torre gótica se extiende. «La construcción de la torre románica no se hizo para el servicio de la actual basílica, que es muy posterior, sino de la prerrománica que era la existente en el siglo XII. Cabe pensar que fue una reconstrucción o engrandecimiento del campanario prerrománico, acaso arruinado, pero es imposible probarlo» («El arte en Asturias a través de sus obras»).