Oviedo, Javier NEIRA

Yuri Nasushkin, violín, y Lidia Stratulat, piano, llegaron a Asturias desde Moldavia en el año 1990 y aquí siguen con su actividad profesional, artística y pedagógica. El pasado día cinco cumplieron 35 años como dúo musical y un año más como matrimonio. En estas dos décadas largas han desplegado una amplísima actividad que ha contribuido muy considerablemente a elevar el nivel musical de Asturias. No en vano proceden de las mejores escuelas de música del mundo que arrancaron en la segunda mitad del siglo XIX de Moscú y San Petersburgo.

Yuri y Lidia vinieron con el grupo de «Los Virtuosos de Moscú» pero no como miembros de la orquesta sino como profesores «y es que nuestra vida no empezó aquí sino a su vez veinte años antes, esto es una continuidad», comenta el violinista.

Vivían en Moldavia -de donde es natural Lidia- el viejo territorio de los dacios, que fue parte de la Unión Soviética y ahora es una nación independiente.

«Yo estudié en mi Ucrania natal» añade Yuri Nasushkin «y Lidia en Moscú. Cuando decidimos venir a Asturias éramos profesores del Conservatorio Superior de Moldavia».

Yuri había empezado a estudiar en el Conservatorio Chaikovsky de Ucrania. Su maestro marchó a Moscú y le permitieron llevarse a dos discípulos y uno fue él precisamente. Lidia entró en el postrado del Conservatorio Chaikovski moscovita. Terminó allí los estudios y también Yuri con Spivakov, el líder de «Los Virtuosos de Moscú».

«Eran unos tiempos maravillosos» recuerda Lidia «tenías garantizado el trabajo si estudiabas muy bien. Me enviaron a trabajar a mi país, a Moldavia, como profesora de piano del Conservatorio Superior, allí estuve durante 18 años. Y Yuri fue también. Nos casamos cuando Yuri terminó sus estudios superiores, nos unimos en Moldavia y viajamos mucho, siempre entre trenes y aviones. De Chisinau, capital de Moldavia, a Moscú hay 1.500 kilómetros».

Se casaron en 1975 y en 1976 empezamos a tocar juntos. «Hay pocos dúos que puedan presumir de una colaboración así y además casados. Peleando y buscando la verdad juntos» indica Yuri.

Tocan prácticamente todo el repertorio «de violín y piano; el clásico, romántico y contemporáneo. En Moldavia había asociaciones de compositores contemporáneos y estrenamos muchas de sus piezas, nos dedicaban obras y grabamos mucho. Coincidimos con personas muy interesantes, Yuri con Shostakóvich y Menuhin varias veces, a parte de nuestros grandes profesores», recuerda su esposa.

Spivakov le propuso a su alumno de postgrado Yuri Nasushkin crear una escuela, «te llevo conmigo, ¿quieres venir por tres años?». Aceptó y para Asturias. Les conservaron el puesto en Moldavia durante un tiempo. Los noventa eran años muy difíciles allí.

En Oviedo se encontraron con un ambiente musical muy distinto. Muy inferior aunque por cortesía no lo dicen así. La institución decisiva en la invitación y la acogida de los músicos fue la Fundación Príncipe de Asturias. Con el tiempo, unos se quedaron y otros se fueron como el propio Spivakov.

Yuri trabaja ahora en multitarea en Oviedo y Lidia lleva diez años en el Real Conservatorio Superior de Madrid como profesora de música de cámara. Así que de nuevo a viajar en trenes y aviones, «empezamos así la vida y seguimos».

La clave de su actividad «es el diálogo» dice Yuri «esa es la palabra. Llevamos 35 años tocando juntos y con ese motivo en Oviedo y Madrid hemos hecho recientemente un ciclo importante. Tocamos de Vivaldi a las últimas obras contemporáneas de finales del siglo XX. El concepto es el diálogo porque es el símbolo de nuestra vida matrimonial y musical». Tienen una hija, Valeria, que trabaja en Alemania «es una gran violinista; con su marido, que toca el violonchelo, han ganado muchísimos concursos. El es de Bielorrusia pero se conocieron en Londres, formamos parte de una sociedad internacional».

La sepultura de la madre de Lidia es la única con una inscripción en ruso en el cementerio de El Salvador. «La lees aquí, en Oviedo, y ves que hay muchas cosas profundas asociadas», comenta.

«Ser emigrante es vivir con un gran dolor» añade Lidia «es una vida durísima. No se puede explicar. No se entiende. Sin embargo, las personas que han vivido fuera de su país, no preguntan por qué es duro, lo entienden muy bien. Es vivir casi como de viaje. Temporalmente. Sin el apoyo de tu tierra. Y eso que hemos hecho aquí muchas cosas, muchos proyectos».

En efecto, en Oviedo, dice Yuri «creé la Joven Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, dos años de preparación y diez años oficiales funcionando hasta que cambiaron lo que cambiaron y el proyecto está como está. Tres años de profesor y tres de director de la Joven Orquesta Sinfónica de la Comunidad de Madrid. Ahora con profesionales asturianos y españoles, la orquesta de cámara Ars Mundi. El dúo tiene 35 años. Lidia tiene galardones en dos concursos internacionales como pianista. Los dos somos profesores de la Escuela Internacional de Música de la Fundación. Todos los años tenemos unos 300 alumnos. Este verano cumple 16 años. Un largo proyecto de vida. Soy director artístico de la Escuela Internacional y estoy muy orgulloso. Y Lidia es profesora de piano y música de cámara de esta escuela. Nuestra hija y nuestro yerno también han sido profesores durante varios años de la escuela. Soy asimismo profesor de violín desde hace 18 años en el Conservatorio Superior de Oviedo en donde creamos la Orquesta Junior y la Orquesta Colegium Musicum. Damos clases magistrales permanentemente en diez países. Y en España, en La Coruña, Santiago de Compostela, Lugo, Madrid... imparto un curso en Corea del Sur, estrenamos juntos una ópera en Finlandia y participamos en Venezuela, en el sistema de jóvenes escuelas. Ah y siete estancias en Portugal».

Venían de muy alto, no hay duda. «En Rusia el nivel musical, como siempre ocurre con todo lo importante, partió de gente de mucho nivel, de los hermanos Nicolás y Antón Rubinstein» explica Lidia «eran maravillosos, crearon dos conservatorios en Moscú, en 1861 y San Petersburgo, en 1863. Chaikovski era semiprofesional, Rimski-Kórsakov, marino; Mussorgsky, militar; Borodin, químico, todos tenían su profesión. Pero a partir de los Rubinstein y la siguiente generación, la de Rachmaninov, todo cambia. La familia real de los zares apoyó muchísimo a la Sociedad Musical Rusa. La patrocinaban directamente. Rachmaninov fue el encargado de organizar el sistema de enseñanza en toda Rusia, creó escuelas y conservatorios ya en los primeros años del siglo XX y lo mismo en otras repúblicas. Envió a esos centros a sus mejores amigos, a grandes músicos que se inspiraban en su propio talento».

Los Rubinstein invitaron a los profesores más destacados de Europa. Crearon una primera generación de grandes músicos que creció y se desarrolló a lo largo de todo el siglo XX. Gente de esas escuelas llenaron toda Europa y EE UU. «Era impresionante» sigue Lidia «no afectó ni la constitución de la Unión Soviética ni la desaparición de la Unión Soviética. La profesión de músico ha sido muy apreciada en nuestro país, un maestro era como un profeta. Las primeras personas en orden de importancia son los padres y después o casi al mismo nivel, el profesor. Entras con seis años en escuela musical. Mi padre era músico, sabía que yo tenía talento me orientaron a una profesión de prestigio. Ahora no es así». Yuri remata: «el padre y el maestro y en su momento el médico, son los tres columnas en que debe fundarse una sociedad. La cuestión es recordar qué significa el diálogo en la vida a través de la música. Dos personas son la simetría del mundo, la izquierda y la derecha, arriba y abajo, día y noche, vida y muerte, hombre y mujer. En la música de cámara especialmente, el diálogo es fundamental. A través de seis conciertos hemos querido transmitir al público madrileño y asturiano la importancia del diálogo. Si no todo se convierte en monólogo y la gente se siente vacía y solitaria».

El violinista ucraniano Yuri Nasushkin insiste en la necesidad del diálogo: «es siempre lo mismo, lo que nos une es más que lo que nos separa. Y eso hay que decírselo a los jóvenes, muy desilusionados al ver que ciertos valores se pierden».

Su esposa Lidia Stratulat, pianista moldava, comenta que «hay un momento en que muchas cosas parecen que ya no son tan importantes. Y solo cuenta tocar lo que quieres. Después de 35 años tenemos todo o casi todo el repertorio clásico y romántico. Por eso hicimos un programa lo que más no interesa dentro de un panorama amplísimo: Bach, Vivaldi, Mozart, Beethoven, Schubert, Brahms, Prokovief, Schnittke y Enesco con el que dimos varios conciertos. Lo más importante es lo que hemos recibido en nuestra profesión. Ahora somos un poco dinosaurios. Fuimos estudiantes privilegiados, en una generación privilegiada. Pero la cadena de profesores y alumnos se ha roto. La nueva generación es diferente, no digo que peor. Por eso nos interesa mostrar todo lo que tenemos, nuestra cultura, nuestra educación y nuestro trabajo pedagógico. Somos transmisores de ideas que existieron y ya no existen o existen en menor medida».

Añaden ambos que los auditorios no se llenan con música de Marco, Stockhausen o Berio sino con Barenboim tocando las sonatas para piano de Beethoven «con un gran nivel, sin duda pero ahora prima y manda el mercado, mandan los agentes» indica Lidia «llenan la salas, el público quiere oír un concierto antes de cenar pero no de Stockhausen, muchas personas no quieren pensar y los agentes para llenar las salas ordenan lo que funciona. De todos modos, muchos músicos sí tocan en sus conciertos esa música contemporánea difícil y especial».

El mercado manda -comentan- por eso no suena cierta música aunque tenga gran calidad. Los músicos la tienen en sus repertorios pero los agentes dictan los programas.

Para escuchar música contemporánea «hay que estar muy bien preparado, el público debe hacer un esfuerzo mental» comenta Yuri «el diálogo se produce entre nosotros como dúo pero también entre los músicos y el público que no debe estar pendiente de qué va a hacer después del concierto. El músico debe realizar un gran esfuerzo para mover la sala y que la gente piense y sienta. Muchas obras maravillosas, muy conocidas, no produce ese choque imprescindible».