El Sporting llega a tiempo: los rojiblancos se levantan y vencen 1-3 al Mirandés en un triunfo incontestable forjado a través de Yáñez y Nacho Méndez

El equipo rojiblanco frena la sangría a domicilio en Anduva y vuelve a meterse de lleno en la lucha por el play-off a falta de solo ocho partidos

Andrés Menéndez

Andrés Menéndez

Y el Sporting se levantó en Anduva. Fue una tarde casi perfecta, de esas que suben la moral hasta al sector más pesimista. Un triunfo sin discusión, muy merecido, que no solo amortiguó el golpe de la caída, que ya es menor. También tuvo secuelas: sirvió para romper la sangría a domicilio. Y para recuperar a jugadores que deberán ser trascendentales, como a Mario González, que ya celebra. Su mochila pesa menos. Con la suficiencia y convicción de invierno, la victoria del equipo gijonés supone todo un golpe en la mesa que además confirma que el proyecto llega a tiempo. Peleará por el sueño de volver a Primera División en los últimos dos meses de competición. La conquista de los puntos sobre el Mirandés (1-3) tuvo también sus momentos y demostró la resiliencia de un grupo que no baja los brazos. Y pone en valor a dos futbolistas que quizá no acaparan los focos (Yáñez y Nacho Méndez) pero que resultan trascendentales para el entrenador. 

Mirandés
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1 3
Sporting
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0-1, min 4: N. Méndez. 1-1, min 29, Juan María. 1-2, min 56: N. Méndez. 1-3, min 72: Mario González

Alineación Mirandés

Ramón Juan (1); Pablo Ramón (1), S. Barcia (1), Barbu (1), Gómez (1); Chaira (2), Tachi (1), Reina (2), Juan María (2); Carlos Martín (0) y La Gumina (0)

CAMBIOS

A. Sanz (1) por S. Barcia, min 60. Lautaro (1) por Juan María, min 70. Lachuer (1) por Reina, min 80. Luna (1) por Tachi, min 80.

Alineación Sporting

Yáñez (3); Hassan (1), Pier (1), Insua (1), D. Sánchez (1), José Ángel (2); N. Martín (2), Rivera (0), N. Méndez (3); Djuka (2) y Otero (2)

CAMBIOS

Gaspar (1) por Rivera, min 46. Mario González (3) por Djuka, min 67. Guille Rosas (1) por Hassan, min 67. Roque Mesa (s.c) por N. Martín, min 85. Queipo (s.c) por Otero, min 90


González Esteban (C. Vasco). Mostró amarilla a los locales Gómez, Juan María, Tachi, Carlos Martín

Anduva. 4.002 espectadores, con 1.000 aficionados del Sporting

Buscaba Ramírez recuperar la solidez de antaño poblando la defensa con tres centrales y dos carrileros largos como Hassan y José Ángel. Orden atrás. En la medular, tacto. Porque el once reunía por primera vez a tres medios de buen pie como Nacho Martín, Rivera y Nacho Méndez, haciendo las veces de 10. Las consignas eran claras: tocaba remangarse, ganar duelos. Ni siquiera estaban los tornos cerrados en Anduva cuando comenzó todo el jaleo. Se palpaba en la grada la tensión, miedo al descenso. Afición caliente y acostumbrada a los éxitos de los últimos años, la dinámica de los de Alessio Lici pareció propiciar en el entorno un clima de ansiedad que se tradujo luego sobre el verde, una alfombra impecable. Parecía el Mirandés con prisas por hacer el 2-0 incluso antes de ponerse con ventaja en el marcador. Síntomas de que comienza a apagarse la Liga y todos quieren resolver cuanto antes su futuro. Salió en tromba. A tumba abierta. Estilo vertical. Pero a la vez algo un tanto desordenado. Esa ambición tuvo rápidamente consecuencias para los locales. Primero con un disparo potentísimo de Carlos Martín, otro joven que destaca en el fútbol profesional formado en el caladero del Atlético de Madrid. Su lanzamiento pasó bastante cerca de la guarida de Yáñez. Pero el frenesí de los de Miranda de Ebro, vitoreados a salir al ataque en cada acción por su propia hinchada, también llegaba acompañado de numerosos descuidos en la trastienda. Así, en un visto y no visto, el Sporting montó una contra de libro que recordó por un momento a esas transiciones que tan dañinas resultaban cuando el equipo estaba en las alturas, en invierno. Otero se la puso en ventaja a Djurdjevic y este luego le brindó un pase magnífico a Nacho Méndez, que definió con elegancia para sortear a Ramón Juan. 

Tuvo un par de llegadas más en ese tramo el grupo de Ramírez, entregado a la banda derecha de Hassan, hiperactivo pero demasiado castigado por los esfuerzos. Acostumbrado a recibir muy cerca de la portería rival, tenía que correr muchos kilómetros antes de llegar a las zonas de peligro. También a regatear en lugares que ponen en más riesgo a su equipo que al rival. Un verso libre jugando de carrilero. Pero el Mirandés aguantó y salió del paso. Y se levantó. No fue capaz el trivote de medios asturianos de anestesiar el partido en un momento decisivo. Tampoco salían ya con el entusiasmo ni el peligro de antes. Llegaban los rojillos a tres cuartos con asiduidad y cada vez recupera más adelante. Ahí achicaba agua la línea de tres zagueros formada por Insua-Pier y Diego Sánchez. Hasta que un fallo en las marcas igualó la pugna. Un balón filtrado por el flanco derecho, la zona de Hassan. Reina vio el espacio. Por allí se coló. Y se la mandó dentro del área, justo al otro lado, por donde aparecía llamativamente solo Juan María, que marcó a placer. Un error en cadena, pese a la acumulación de muchachos atrás. Se sintió el Mirandés aliviado y comenzó a ver vulnerable al Sporting, que de repente pegó un bajón. Fueron minutos de agobio para los gijoneses. Hasta que se montó todo el lío del VAR. La tecnología, ciencia que ha llegado para ayudar a los colegiados, paró el partido casi cinco minutos por una acción que no parece flagrante. Ahí, con toda la calma del mundo y desde el sillón de Las Rozas, estaba Sagués Oszco revisando una y otra vez por una pantalla un balón que golpéo en el brazo de Insua tras rozarle antes en su cabeza. El suspense terminó con González Esteban acudiendo al monitor para corregir su primera decisión. Anduva estaba desatado. Carlos Martín cogió el balón. Y Yáñez decidió que ese era el momento para recuperar autoestima. Se tiró con tanta convicción a ese balón, que su rechazo no solo evitó el gol sino que desplazó la pelota a un costado, impidiendo una segunda jugada limpia. Luis Piedrahita golpeaba el banquillo visitante, en señas de júbilo. Zarfino y Vilallba se fundieron en un abrazo. Una parada que era oro, como un gol. Y el partido volvió a la casilla inicial.

Ramírez mandó a Gaspar, llamativamente suplente, a calentar. Luego, a la reanudación, reestructuraría con su entrada en enganche la medular. Volvía Nacho Méndez a la sala de máquinas y el damnificado era Rivera. Los cambios mejoraron sustancialmente al equipo, que era capaz de jugar más fluido, dominaba los tempos pero no perdía ni una pizca de velocidad para salir. Juan María, el más activo de los rojillos, metió otro susto en el cuerpo a La Mareona. Fue un puñado de minutos antes de una jugada coral del Sporting, maravillosamente trenzada y mejor aún acabada. Tras otra pérdida local, Nacho Martín robó y se la cedió a José Ángel, que actuó en toda la acción como un quarterback. Va tan holgado de fútbol y de talento el de Roces que cada vez que aparece por tres cuartos, sube el nivel de la jugada. Se asoció con Otero, que le tiró una pared. Luego se fue a la esquina izquierda. Y mandó un asistencia con mayúsculas al segundo palo, entre los centrales y el portero, la zona donde todos dudan. No lo hizo Nacho Méndez, pura convicción. Su testa hizo el 1-2, causando una profunda brecha en los locales. El tanto escoció tanto en Anduva que hizo perder los nervios a una parte de la grada, pero también seguridad al equipo de Lisci, que volvió a sentir que debía escalar un Everest para ganar. En cambios, los gijoneses estaban sueltos. La batalla de la moral. Los locales abandonaron ya los sistemas y el orden y comenzaron a asumir más riesgos que nunca. El cielo se despejó a la espalda de la zaga rojilla que cada contra visitante era prácticamente acciones de uno contra uno entre delanteros y defensas. Y en una de esas, Mario González al fin desenfundó. Ganó un balón llovido al espacio. Su resolución, elegante, precisa, comenzó a justificar la fuerza de la inversión que hizo en enero el área deportiva por su contratación. Vitamina, justo a tiempo.

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