Oviedo, J. Casado

Desde que está en libertad bajo fianza, Montserrat Corulla Castro se deja ver muy poco pero es una presencia inquietante porque en cinco años hizo muchas amistades peligrosas y negocios de alto riesgo.

Corulla, la testaferro de Juan Antonio Roca, el cerebro de la trama de corrupción urbanística de la Costa del Sol, principal implicado en el «caso Malaya», era la chica cuyo rostro mostró en un debate electoral televisado el candidato del PSOE, Miguel Sebastián, al candidato del PP y alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, para preguntarle si le había dado un trato de favor. Gallardón se alteró y dijo que no respondía a cuestiones personales.

El pasado día 15, Ruiz-Gallardón y Corulla coincidieron en la trattoria madrileña Come prima. Él se fue una hora antes que ella. Ella salió enmascarada por unas gafas de sol y escondiéndose entre el guardaespaldas y el chófer. La que tuvo, retuvo.

Ahora se esconde pero en los cinco años que trabajó para Roca y sacó adelante proyectos para convertir palacios en hoteles de lujo se hacía ver en las mejores marisquerías y se hacía notar en las oficinas de gestión urbanística de Madrid y Alicante.

No le era difícil: guapa, estilosa, lista y con carácter, la abogada con poco más de 30 años tenía oficinas en lo mejorcito del barrio Salamanca, recorría Madrid en coche con chófer y viajaba en sus descansos a destinos exóticos.

La alumna brillante de la Universidad Luis Vives valoró preparar unas oposiciones a notarías pero, por recomendación de un amigo de la adolescencia, entró en el despacho de abogados de Manuel Sánchez Zubizarreta, que tenía en su cartera de clientes a Juan Antonio Roca.

Roca había contactado la gerencia de urbanismo del Ayuntamiento de Marbella con su empresa Maras Asesores. A Montserrat le asignaron al cliente especial y se fue a Marbella, a una casa cedida por Roca en Marbella House, a conocer por dentro Maras Asesores.

Cuando regresó a Madrid era administradora de Condeor y otras dos sociedades y se especializó en hacerse con palacios bien situados para convertirlos en hoteles de lujo. Una de las empresas de las que era consejera delegada compró el palacio del Conde de Villagonzalo, de mediados del siglo XIX, y el palacio del Conde de Tepa.

Eso no son operaciones que se puedan hacer sin la concurrencia de aristócratas, políticos y otros empresarios. Sus teléfonos móviles ardían. En más de un sentido. Miguel Ángel Torres, el juez instructor del «caso Malaya», tuvo acceso a mensajes de móvil y conversaciones muy personales en las que aparecen, entre gestiones de negocios, varios amantes simultáneos: un sudamericano, un ex novio llamado Agustín y un empresario sesentón con el que tenía planes de boda por interés, según ella misma decía a un ganadero sevillano del que se despedía con «te quiero» y que se refería a ella como «mi novia».

«Trato de favor», «asunto personal», el negocio más llamativo de los que llevó Corulla fue el frontón histórico Beti-Jai, construido en 1893, más de 3.600 metros cuadrados en suelo de oro cerca de la Castellana, para el que el PP, promesa electoral mediante, tenía un destino diferente al de hotel de lujo. Pero en las conversaciones que tiene el juez -y que no han sido excluidas del sumario por ser «privadas»- ella habla de un Alberto dispuesto al canje de suelo.

Heraclio López Sevillano, un alto ejecutivo de NH Hoteles, dijo que Alejandro Pérez Rubalcaba, que desde septiembre de 2004 tiene una consultoría, se ofreció para mediar en la recalificación preceptiva. Alejandro Pérez Rubalcaba, hermano del ministro del Interior, lo ha negado.

El cambio de calificación del frontón dio el cante y la oposición socialista llevó el asunto a la Asamblea de Madrid. Por eso preguntaba Miguel Sebastián en el debate televisado con el político madrileño Alberto Ruiz-Gallardón cuando esgrimió la fotografía de Corulla y recibió la respuesta de que no hablaba de cosas personales.

Sebastián tuvo que soportar el resto de la campaña más que insinuaciones acerca de su homosexualidad y un batacazo electoral sin precedentes que le llevó a dimitir del puesto de concejal que todavía no tenía.

Del sumario de la«operación Malaya» se excluyeron unas conversaciones con el alcalde de Madrid porque el juez las consideró «privadas», pero se mantuvieron otras en las que ella menciona con familiaridad a un tal «Alberto» como intermediario para lograr que el histórico frontón se convirtiera en un hotel de lujo.

Cuando Sebastián mostró la foto de Corulla en televisión ella figuraba en el «caso Malaya» como blanqueadora del dinero de Roca, había sido detenida, ingresado en la prisión de Alhaurín el Grande, durante cinco meses y recuperado la libertad después de pagar una fianza de 60.000 euros y otra adicional de 50.000.

Ella se había definido ante el juez como una chica para todo y había nombrado a un «consejo de sabios» que velaban por las inversiones y sociedades de Juan Antonio Roca. Como fuera, Corulla había movido millones de euros por Madrid, presuntamente salidos de la corrupción de la Costa del Sol. Y se había cogido su parte, que aflora en el piso de 12 habitaciones (325 metros cuadrados) en la calle Eduardo Dato de Madrid, comprado al conde de Limpias por 1.300.000 euros.