Lo mejor del año

Luis Rivaya

Luis Rivaya

Con la que está cayendo ya no sé si soy ese soñador que siempre me he sentido o simplemente alguien que habla bastante sin llegar a tener ni el

diploma de charlatán. Lo cierto es que desde que comenzó diciembre trato de vivir y contagiar a todo quisqui, el espíritu de la navidad. Un estado de ánimo distinto al habitual de los once meses anteriores. Un sentimiento y emoción del que posiblemente tienen la culpa una serie de factores como son la nieve (si es que llega), las luces, adornos, los pinos, abetos y por supuesto, los regalos. Y culpa también de ese personaje que los americanos de Joe Biden llaman “Santa” que por su atuendo rojiblanco, “pa mí que ye del Sporting”…

¿Se han creído esto? ¡Pues no! Invención pura y dura. Estoy casi seguro de que toda la culpa es de alguna de esas plataformas televisivas con la que nos vamos a la cama en muchos hogares. En este tiempo la mayor parte de su catálogo de películas nos lleva irremediablemente hacia este espíritu de la navidad del que tanto hablo.

Cuando llegan estas fiestas y celebraciones somos como camaleones. De repente y como si fuera por arte de magia nos transformamos y todos somos “la mar de bueninos” como en aquél anuncio de Tv. en el que los protagonistas eran súper felices en el cielo sentados sobre una nube blanca y donde uno tocaba la lira y otro untaba queso de no sé que marca en una tostada.

En las cenas y reuniones familiares de este tiempo navideño y siempre antes de discutir con algún cuñado, nos decimos todo lo que nos queremos pero (y cada vez más), sin pararse a pensar ni por un instante, que en esta última noche ha nacido el niño Dios y al mismo tiempo, en la misma Europa en la que vivimos nosotros, hay hombres, mujeres y niños que llevan más de trescientos angustiosos días sumidos en una guerra atroz que, por distintos intereses no desvelados, nadie quiere ponerle fin.

Estamos en Navidad. Es tiempo de paz. De unión y no de lamentaciones. Es el momento idóneo para darlo todo y para conseguir una paz verdadera de una puñetera vez arrimando el hombro entre todos y haciendo todo lo que haya que hacer. Sin rollos, sin excusas ni banales discursos. Sin escaqueos y sin echar siempre la culpa al otro. Pensando más y de una vez en los seres humanos que en el toma y daca político o el manido cambio climático por citar algún ejemplo.

Fue en marzo pasado cuando abrimos las puertas de nuestra casa a diez mujeres y niños que llegaron a Villaviciosa gracias a unos valientes y solidarios asturianos que decidieron llevar alimentos, medicinas y ropa al país que había sido invadido. Fueron en tres o cuatro furgones repletos de ayuda humanitaria y mucha emoción.

Un viaje en el que también hubo muchas lágrimas al ver lo que se veía. Y tras descargar su mercancía estaba claro que los nuestros no podían regresar de vacío. Les acogimos porque era lo que había que hacer. Simplemente hicimos lo que hubiéramos deseado para nosotros si nos hubiera tocado vivir el horror y el pánico de una tragedia así. Pusimos a su disposición lo que teníamos y les confieso que jamás olvidaré lo bien que nos sentimos desde entonces y lo felices que fuimos en compañía de varios de nuestros vecinos de San Martin del Mar que se sumaron a lo que hiciera falta ayudándonos desde el primer momento.

Sin duda ha sido lo mejor de todo este 2022 que ya se empieza a despedir. Algo inolvidable que nos ha dejado huella. Que nos ha marcado para siempre. Ahora “nuestras” familias ucranianas son unas vecinas más puesto que residen, trabajan y tienen a sus peques estudiando en la Villa.

Y termino con dos reflexiones mientras al fondo de mi estudio suenan los villancicos de siempre. Hoy es 25 de Diciembre “Fun, fun, fun”… Hoy es

Navidad y después de haber vivido esta ‘Noche de Paz’ me duele en el alma que estas familias acogidas de un país con bandera que luce el azul y amarillo (los mismos colores que la nuestra), no puedan tener a su lado a sus esposos y padres de sus hijos por un conflicto bélico iniciado por los rusos al reivindicar lo que consideran que es suyo. Ojalá termine pronto este sufrimiento que me transmiten cada vez que nos encontramos…

Y descubrirles que desgraciadamente para mí, he perdido la batalla frente al cambio climático. No me ha tocado nada de nada en ese sorteo extraordinario de la Lotería que nos hace llorar con sus emotivos anuncios grabados por Asturias. Ello no quita mí alegría ya que el premio “Gordo” va a ayudar a muchas personas de Mieres, Moreda y Aller en donde, para más inri, estuve el pasado fin de semana y no compré décimo alguno.

Estaba absolutamente convencido de que este año la suerte me iba a sonreír y ya había dicho a varios amigos que Nochebuena y Navidad las pasaría en las Islas Caimán, al noroeste de Jamaica, disfrutando de sus playitas en pleno invierno. Pero lo confieso: no he podido con mi cambio climático y el Carib tendrá que esperar. Ahora lo que toca es chimenea y estufita de leña viendo los precios que tiene todo.