Exiliado en los madriles

Luis Rivaya

Luis Rivaya

Creo que hoy debo empezar dirigiéndome a nuestros lectores, amigos y vecinos con un muy esperanzador grito al estilo que parece estar de moda, es

decir, utilizando “dos” palabras: ¡Feliz Año! Sí. Dos palabras que al parecer marcan tendencia y están de plena actualidad. Además se lo demuestro inmediatamente con, por ejemplo, “Inflación Subyacente” que se usa hasta por quienes no saben ni lo que quiere decir o con “Inteligencia Artificial” que es la doble-palabra del año 2022 elegida por FUNDÉU. (Para los no iniciados en la materia y como dice un buen amigo mío, aclaro que FUNDEU o FEU, de manera abreviada y coloquial… nun ye FEO n’asturianu. Son las siglas de la Fundación del Español Urgente).

Pero vayamos al grano que el tiempo pasa muy deprisa. Las campanadas y las uvas de esta Nochevieja ya forman parte del pasado y yo no soy ningún “Moranco” ni tampoco el profesor Manuel Criado de Val que antiguamente nos enseñaba el correcto uso de la lengua española en aquella TVE, que emitía en blanco y negro. Parece que fue ayer y sin embargo se publicó hace ya medio siglo cuando un periódico definía con la frase “ovetense exiliado en los madriles” al batería de un conjunto musical formado por estudiantes universitarios que actuaban durante el verano en fiestas de prao y distintos locales de Asturias. Puedo prometer y prometo que hablaba de mí que era el de los tambores, bombo y platillos. Por si alguien lo duda aún conservo el recorte de prensa firmado por el periodista gijonés Rafael del Naranco.

La historia se remonta al cambio de trabajo de mi padre que me llevó a Madrid con doce años. Allí pasé gran parte de mi juventud hasta que en 1983 decidí regresar a mis raíces. A mi Asturias del alma que es donde quiero quedarme hasta el final de mi tiempo pero sin olvidar nada de todo lo vivido en aquellos años entre la Plaza de Castilla y el estadio Santiago Bernabéu en la zona norte y casi extrarradio a medio urbanizar.

Ha sido en estas navidades la primera y única vez en que he sido infiel a mi Villaviciosa que, por su parte, tampoco me apoyó en 2011 para que pudiera ser su alcalde o concejal. Aquella experiencia no obstante me permitió alcanzar mi récord Guinness particular puesto que, en aquellas elecciones municipales, fui capaz de obtener “el menor número de votos de un candidato -creo que- en toda la historia de la democracia española”.

Y sin exilio de ninguna clase estas últimas fiestas de Nochebuena y Navidad las pasé en los madriles en compañía de mi familia disfrutando de toda la belleza que atesora esa otra Villa, la del Oso y el Madroño. Después de tantos años ausente la “nueva” Plaza de España me impactó por su belleza. Y como ella, en dirección a la calle Bailén, también los cuidados jardines de Sabatini, la excelsa pulcritud del Palacio y el Teatro Real o el respeto silencioso de los viandantes junto a la catedral de la Almudena hasta llegar por la calle Mayor al abarrotado Mercado de San Miguel reconvertido en todo un referente gastronómico. Luego, en la global y colorista Plaza Mayor, disfruté con su mercadillo terminando por reponer fuerzas con los famosos bocatas de calamares. Ya a media tarde y tras pasar por Arenal, la Puerta del Sol y Montera llegó el tradicional chocolate con churros antes del encendido de la iluminación navideña que me pilló en plena Gran Vía. Sobre las diez de la noche, me llegó la gran sorpresa de mis hijos cuando me llevaron al Teatro Coliseum donde me esperaba el musical “Tina” (Turner), que está en sus últimas funciones.

Regresé el pasado lunes y Asturias me recibió con una muy espesa niebla acompañada de lluvia que se convertiría en orbayu al entrar en Villaviciosa. Feliz. De nuevo en casa y con una preciosa Plaza del Ayuntamiento totalmente iluminada y además sin rascacielos…Y un Parque de la Ballina con fuente, estanque y jardines sin olvidar su zona infantil. Tenemos la Casa de los Hevia que no será palacio real pero que albergó a Carlos V en su primer viaje a España…

Y pregunto: ¿No es más románica y bella nuestra Iglesia de la Oliva que el templo de la patrona de Madrid? ¿Y qué me dicen de nuestro casco histórico y las calles del Agua y el Sol? Y el Teatro Riera ¿les gusta o no?... Tenemos “cachopos” de ternera asturiana y unos mariscos que superan con creces a los bocatas de la capital. Tenemos un verde paisaje, manzana y sidra, ría, mar y montaña… y hasta chocolate con churros igual de rico (o más). Y por si fuera poco, Banda de Gaites, Museo de la Semana Santa, Coral Polifónica, Banda Municipal de Música y muchas más cosas. Somos una Villa hermosa de este paraíso asturiano que gusta a los madrileños y eso no lo duda nadie.