Esos recuerdos que en tu jardín tienes sembrados

Miguel González Pereda

Miguel González Pereda

Esos recuerdos... Que en tu jardín tienes sembrados. Fermín Canella lo decía tras describir los cambios sufridos en la Villa que conoció a principios de la segunda mitad del XIX: ”…Pero desaparecerán y cambiarán estas memorias, así como miro transformados o desiertos los sitios de alegres esparcimientos, La Alameda, las Carbayeras, las Cascadas de Sorribas, la Barquerina, la Sinagoga con espumosa sidra, y mil rincones de aquella floreciente villa y de su hermoso valle, sin igual en la provincia”.

Los sitios de alegres esparcimientos estaban en el exterior del núcleo urbano, La Villa no tenía un parque en su interior. La cosa empezó en 1922, a propuesta del periódico local Pan y Paz, pero no fue hasta 1924, hace justo un siglo, cuando se pretendió  hacer un parque en el interior de la Villa, uniendo las plazas de Peón y Balbín del Monte, por entonces con el nombre de plazas de La Libertad y plaza de Padilla, hoy plazas de Caveda y de Carlos I.  Bernardo Corripio había comprado y demolido la Casa del Arcediano, testigo de la Villa medieval, para edificar su nueva vivienda. La propuesta del semanario era comprar esta y la  Casa de Caveda, y crear una zona verde para expansión y recreo de los vecinos. La financiación se pretendía hacer a tres partes, por suscripción popular, municipal y por los propietarios beneficiados. Para que a la familia Caveda le fuera menos doloroso deshacerse de la casa familiar, proponían levantar un pequeño monumento en el parque que recordara al ilustre pariente. El problema económico frustró el proyecto.

No es que Villaviciosa no tuviera  parques y lugares de esparcimiento,  los recuerda Canella. Durante el Antiguo Régimen, los primeros paseos arbolados fueron las alamedas renacentistas e ilustradas, situadas, habitualmente, extramuros, sobre los caminos de acceso a las poblaciones; la Carbayera de Peón y la Nozalera de la Torre, la primera situada al lado del convento y sobre el camino que va a Fuentes, y la segunda entre las carreteras que van a Amandi y Oviedo (en lo que actualmente ocupan Les Colomines y allí donde estuvo la antigua Azucarera y posteriormente Nestlé), fueron lugares de recreo en la Villa; en la Carbayera de Peón, además del paseo, llegó a instalarse una bolera para la práctica de este deporte.

La Alameda es, al menos desde el siglo XVIII, lugar de solaz y paseo para los villaviciosinos, si Canella la encontró transformada, que diría ahora con la gran presa en el río Linares derruida recientemente por Confederación Hidrográfica, a pesar de ser zona urbana y patrimonio histórico del siglo XVI,  y desaparecido aquel que fue el gran estanque que hacía de La Alameda un jardín romántico y un parque histórico de los más antiguos de España.

Desde hace unos años se construyó una senda que alarga el paseo de La Alameda hasta el puente de San Juan y torna por la orilla izquierda del río hasta la entrada del parque, antes de enlazar con el moderno y amplio parque de La Barquerina.

Pequeños jardines públicos siempre tuvo, y tiene, Villaviciosa en su zona urbana, el de Santa Clara o Parquín, antiguo mercau de los gochos y lugar de juegos para los de mi generación, los jardinillos desaparecidos en El Ancho que adornaban el monumento erigido a Pando Valle frente a su casa y los que adornaban el monumento a Obdulio Fernández, los de la plaza de Peón con recordatorio a un joven y recién llegado Carlos I, el Campu San Francisco... , pero no fue hasta las fiestas del Portal de 1929, cuando se inauguró un parque en el interior la Villa, el parque Ballina, construido detrás del Ayuntamiento por los hermanos Bernardo, Luis y Norberto de la Ballina, e iniciado un año antes  en los terrenos cedidos por Manuel Álvarez Miranda. El profesor de dibujo del Ateneo y fotógrafo, Arturo del Fresno, diseñó su trazado. Se dice que los tritones y figura del estanque eran para el parque de los hermanos Naveira en Betanzos,  pero por alguna circunstancia que desconozco fueron traídos aquí. El arquitecto asesor del concejo Mariano Marín de la Viña, proyecta la pérgola, a la vez que el mercado de ganados y el edificio del veterinario y Laboratorio Municipal en el terreno lindante,  este ferial  fue ganado para ampliación del parque Ballina y  creación de un parque infantil, al construir el Centro de Salud y Ambulatorio Médico, en el año 1993.

El parque del Pelambre es, desde 2011, el nuevo espacio verde de aquella zona de expansión de la Villa,  con nombre oficial dedicado por el Consistorio al alcalde Asensio Martínez Cobián tras su fallecimiento,  y una recreación de la ría y el valle desde el mar a la Villa, diseño del arquitecto municipal Daniel Fernández Flores, con homenaje a las cuarenta y un parroquias del concejo representado en otros tantos pumares allí plantados, y exposición de una parte del gran carbayu encontrado al hacer el túnel bajo la ría (el otro trozo está en Capistrano), con una antigüedad de 6.960 años según la prueba de Carbono-14.

Continúa en su sitio la Carbayera y cascada de Sorribas, pero se sorprendería don Fermín del cambio en las huertas de la Barquerina, aquellas en las que se cosechaban maíz y fabes que certificaban su gran calidad con su solo nombre: fabes de la Barquerina. Convertidas  hoy en un gran parque fluvial, que embellece esa nueva zona de crecimiento urbano. A su lado, se aprovechó parte del magnífico arbolado que formó parte de la zona ajardinada dela casa de Cardín, para componer el parque que lleva el nombre de Joaquín Rubio Camín, el extraordinario artista que eligió Villaviciosa para pensar, hacer y desarrollar gran parte de su extensa obra, un hermoso espacio que está a la espera de la colocación de las obras cedidas por la familia del escultor.

De Camín, es el proyecto que iba a ordenar el parque de la Ría, tras la construcción del túnel y paso de la autovía, pero cambios y veleidades políticas lo impidieron. A pesar de todo, en esa parte que une la Villa con la Ría nuestra de cada día, que dice el arquitecto Fernando Fernández Sánchez, por El Riañu y los porreos del Salín y del Cierrón hasta El Tunel de Carda, ya no se apaña manzanilla, pero se ha convertido en un nuevo parque natural, con numerosos usuarios y caminantes.

Ya no está la Sinagoga, cincuenta chigres y sidrerías la han sustituido, y no creo que haya villa ni pueblo  que tenga tantos parques, jardines y lugares de esparcimiento para vivirlos, sembrarlos y atesorar  hermosas vivencias  como Villaviciosa.

Estaba viendo por enésima vez en un canal televisión la película Casablanca, y se me ocurrió, que  los que como yo, tras vivir durante más de ochenta años, tal enamoramiento de nuestros parques, jardines  y espacios verdes, al sufrido por don Fermín Canella y el habido entre Rick e Ilsa en París, podríamos decir, como antídoto contra la tristeza y la melancolía: “Siempre nos quedarán los parques de la Villa, sembrados de hermosos recuerdos”.