Salvador Fernández ya no es el alcalde de Gozón. Salva para los amigos, Salvador el de Escandón para el pueblo, deja una huella de hombre bueno y cordial para la pequeña gran historia de los mandatarios democráticos. Salió del Banco Vizcaya para dedicarse a la política, de eso hace ya un largo tiempo. Gobernó durante dos legislaturas, y esta era la tercera que queda a menos de medio camino. Los motivos son exclusivamente personales, sin buscarle tres pies al gato, digan lo que digan los demás.

Ramón Artime, su teniente de alcalde y su fiel amigo, será el nuevo mandatario.

Hasta ahí el twitter que rompió las noticias de LA NUEVA ESPAÑA digital a primera hora de la tarde. A mi me pilló de sorpresa porque no le veía cansado, ni quejoso, ni siquiera pesaroso por las complicaciones que van implícitas en el cargo de ser el bastón de mando de un pueblo ya no tan pequeño donde no todos nos conocemos. Pero los desconocidos han aprendido las malas artes por las que es tan reconocido mi guapo pueblo. Ser el culmen de la fatuidad y la envidia.

Nos conocíamos poco porque el pertenece a otra generación, claro. Pero siempre le estaré agradecido -a él y a Ramón Artime, su otra mitad, el escudero Sancho de un Quijote sensato y bien intencionado- por la oportunidad de intentar que Luanco fuera un poco mas culto y tuviera acceso a una forma de cultura teatral y musical que siempre brilló por su ausencia.

Con él tuve desde hace ya ocho años una cordial forma de trabajar y tomar vinos por el pueblo, que es una afición común que une mucho. Que fraterna mucho a muchos con tantos y tan buenos bares que fueron surgiendo y asomando con la transformación del pueblo en un pequeño paraíso veraniego. Y de tal calidad de vida, que muchos ya lo están prefiriendo como sitio definitivo para vivir de hecho.

Parte de culpa -además de las herencias recibidas de mandatos anteriores, con sus luces y sombras, como todos- la tiene esa atípica pareja que aparentemente tenían mas bien poco que ver. De ahí el éxito. La sensatez y los sueños imposibles. El pragmatismo y lo que a uno le gustaría hacer. Por eso dejará Salva huella, por ser un soñador para un pueblo. No se han cumplido todos, claro. Y seguro que los cumplidos se podrían haber mejorado, por supuesto. O hacerlos de otra manera. O simplemente no hacerlos.

Pero la memoria colectiva se hace de estas pequeñas cosas. Y de las que no se pudieron hacer. Nos queda el famoso auditorio, con el que yo daba la vara en cada oportunidad, con el vano deseo de que un día se cumpliera. Bueno, es una asignatura pendiente por la que valió la pena luchar.

Salva no sabe si volver a su banco de siempre. Lo que parece claro es que no se alejará de la política. Pasará a concejal de base y lo más probable es que siga ayudando a su fiel escudero hasta el final de la andadura, que aún queda camino para llegar a los molinos de viento.

O sea, que no hay vacío. El pragmatismo de Ramón Artime y su experiencia en la casa consistorial y en los asuntos lecheros, le hacen el relevo no sólo lógico, sino aconsejable. Ramón también tiene alma de soñador para el pueblo, con su parcela mas concreta reservada a las guapas aldeas de Gozón, tan apreciadas por nosotros los aldeanos. Esperemos que soplen mejores vientos para el país y el PP. O al revés. Y que haga de la necesidad virtud, como estamos haciendo todos los ciudadanos. Del alcalde abajo, todos.

No es lo mismo decir adiós a un amigo que se nos va para siempre, que decirle hasta ahora mismo porque aquí se queda entre nosotros.

Así que, hasta luego Alcalde. Bienvenido, Alcalde.