Irene Espínola y Nazaret Calzado constituyen una excepción dentro del Oviedo Balonmano Femenino. El club carbayón se nutre de las jugadoras de una cantera que ha ido creciendo con el tiempo. Las categorías inferiores del Oviedo Femenino son un referente en Asturias y ya se ha hecho un nombre dentro del panorama nacional con la incorporación de varias de sus jugadoras a las selecciones nacionales de diferentes edades.

Pero esta temporada y gracias a un acuerdo con la residencia Ovida, en la que ahora viven Irene y Nazaret, el club ha tenido la oportunidad de incorporar a estas dos promesas del balonmano nacional. Dos fichajes que están a medias entre la mejora competitiva del equipo senior, que la temporada pasada disputó la fase de ascenso a División de Honor, la máxima categoría femenina del balonmano nacional, y la vocación formativa de la entidad.

Nazaret Calzado tiene 18 años y esta es la primera vez que vivirá fuera de su tierra, Bolaños de Calatrava (Ciudad Real). Reside en Oviedo y ha comenzado este curso a estudiar Comercio y Marketing en Gijón. Pero sobre todo trata de mejorar en el balonmano con la ayuda de Alfredo Rodríguez, el entrenador del Oviedo y una de las razones que motivaron a ambas jugadoras a instalarse tan lejos de sus lugares de origen. De hecho, Irene Espínola, de 20 años y natura del Almuñecar (Granada), ya estuvo bajo las ordenes del técnico asturiano en la etapa en la que éste entrenó al equipo de su pueblo.

La granadina podía haber jugado esta temporada en División de Honor, pero al final se decidió por venir a Oviedo y tratar de evolucionar de la mano de Alfredo. En su caso compatibiliza el balonmano con los estudios de Turismo, que también realiza en Gijón. Irene está más acostumbrada a vivir fuera que su compañera Nazaret. De hecho, la temporada pasada residía en Córdoba, con cuyo equipo logró el ascenso a División de Honor que se le escapó a los equipos asturianos Oviedo y Mavi Nuevas Tecnologías. Antes ya había jugado en el equipo de Elda (Alicante).

"Piensas a veces en lo lejos que estas de casa, pero tomé la decisión porque sabía que aquí Alfredo me podía sacar más partido", reconoce Nazaret Calzado, a la que le acompañan unas muletas por culpa de una lesión que se produjo en un entrenamiento y que le impedirá jugar el domingo ante el Seis do Nadal. El primer esguince de su vida y un gran susto: "Grité muchísimo cuando me torcí el tobillo. Me asusté mucho porque se me hizo un huevo en el tobillo, nunca me había pasado, y empecé a pensar en qué iba a hacer si no me podía mover, aquí sola, sin entrenar y sin poder ir a la Universidad". Su sonrisa cuando cuenta el trance delata que ya se le ha pasado el disgusto, gracias en parte al apoyo de su compañera de equipo y de residencia.

Ambas jugadoras son conscientes de que no son dos estudiantes cualquiera entre los universitarios que comparten residencia con ellas y de que no pueden hacer la vida que hacen sus compañeros porque sus obligaciones con el deporte completan casi todo el tiempo libre que les deja la Universidad. "Vamos un poco justillas de tiempo: tenemos que desplazarnos a estudiar a Gijón, venimos y enseguida nos tenemos que ir a entrenar. Cuesta trabajo sacar tiempo para estudiar y no puedes salir los fines de semana porque tienes partido", explica Irene Espínola.

Lo que no se han notado es incómodas con las compañeras de equipo. Un Oviedo Femenino que está formado por un grupo de jugadoras que se conocen desde hace mucho tiempo y que constituyen un grupo muy compacto y unido. "Antes de venir teníamos algo de temor de que fuera un grupo cerrado al conocerse ya todas y de que nos costara entrar en él. Pero se han volcado con nosotros de una forma increíble y hay muy buen ambiente", explica Irene. Y Nazaret lo suscribe con un movimiento afirmativo de cabeza, pero sin soltar las muletas.

Nazaret Calzado tiene 18 años, mide 1,70 y puede jugar de lateral y de extremo derecha. Ha jugado siempre en las categorías inferiores del equipo de su localidad, Bolaños de Calatrava (Ciudad Real). Allí, en su pueblo, tiene un ejemplo de éxito dentro del balonmano femenino como es Macarena Aguilar, que logró con la selección española la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. En Oviedo vive su primera experiencia fuera de casa.

Irene Espínola tiene 20 años, aunque pronto cumplirá 21, mide 1,83 y es lateral derecho. Natural de Almuñécar (Granada) la temporada pasada consiguió el ascenso a la máxima categoría femenina de balonmano, División de Honor, con el Córdoba. Irene salió con tan solo 16 años de casa para jugar en el juvenil del Elda Prestigio alicantino, uno de los clubes con más tradición. En vez de jugar en División de Honor con el Córdoba ha preferido venir a Oviedo y tratar de evolucionar de la mano del entrenador Alfredo Rodríguez.