Opinión

Sensaciones, emociones y testiculina: el Mirandés, un sparring para que el Sporting inicie la remontada

El equipo burgalés peleó con orgullo, golpeó fuerte, defendió y atacó en la medida de sus limitadas posibilidades

Mario González logra el 1-3 del Sporting en Anduva ante el Mirandés.

Mario González logra el 1-3 del Sporting en Anduva ante el Mirandés. / Área 11

Entre esas normas no escritas de la termodinámica del fútbol hay un apartado dedicado a eso que se llama sensaciones y emociones futbolísticas. Si tenemos en cuenta que la sensación es la capacidad para detectar sentidos como el tacto, el dolor, la visión o el movimiento del cuerpo; podemos decir que se tiene tacto para golpear la pelota, visión de juego, olfato de gol, comprobar como duelen las derrotas o como posicionó el cuerpo para chutar o rematar. Y las sensaciones conducen a momentos emocionales de alegría, entusiasmo, tristeza, ira, orgullo, plenitud…

El Sporting necesitaba uno de esos partidos propicios para recuperar sensaciones que le provocara un resurgimiento emocional, y encontró en el Mirandés el sparring adecuado: un equipo con problemas, en peligrosa caída, pero aguerrido y con los arrestos suficientes para presentar pelea. Miguel Ángel Ramírez puso de su parte. Cambió el sistema, tres centrales y dos carrileros, uno de ellos, por imponderables del guion a causa de las bajas, Hassan (Josín para los despistados). El jugador egipcio estuvo más perdido por la banda derecha que dentro de una pirámide. Y por esa banda llegó el primer ataque burgalés, al minuto de partido, y su primer gol. No digo que Hassan fuese el culpable, pero sí que el Mirandés vio rápido el boquete y la debilidad.

Las buenas intenciones del míster no tuvieron el efecto esperado en la primera parte. El Sporting ni mantuvo la posesión ni defendió mejor, aunque sí busco esta vez un fútbol más directo, sin tantos tocamientos guardiolanos, con pases rápidos y decididos de ataque que propiciaron su primer gol, una obra maestra de tiralíneas que hacia tiempo no veíamos. Mención especial requiere el primer doblete de Nacho Méndez.

Además hubo dos momentos de esos mágicos, icónicos en el devenir de recuperar sensaciones y obtener un subidón emocional. El primero, la magistral parada de Yáñez en el más que dudoso penalti señalado por ese árbitro con cara de persona mayor. Uno de esos penaltis que como los pimientos del Padrón unas veces se pitan y otras non. ¿Por qué? Pues depende…, que diría un gallego. Depende de quién, de a quién, dónde, cuándo… Los colegiados comienzan a tomar de forma cada vez más recurrente decisiones aleatorias ante jugadas dudosas.

La parada de Yáñez, cerca del descanso, para evitar el 2-1 del Mirandés, causó uno de esos efectos revitalizantes que exacerban el orgullo, dan plenitud de fuerzas, llenan el depósito de gasolina para afrontar el final de temporada, elevan la moral hasta los altares y empujan a creer que es posible una remontada. Y así se pudo comprobar en la segunda parte sin hacer un fútbol esplendoroso, pero con ganas y casta.

MAR acertó en los cambios de sistema y de jugadores tras el descanso. Refrescó y revitalizó. Jugadas trenzadas y pases largos a las espaldas de los defensas del Mirandés condujeron a la victoria. Y aquí se produce el segundo momento mágico e icónico del partido. En una temporada de precariedad goleadora, ver a Mario Gómez disparar sus pistolas tras un tanto de delantero puro, ganando la posición al central, yéndose por fuerza y definiendo ante el portero con la exquisitez de una vaselina… llenó los ojos de lágrimas contenidas a muchos sportinguistas. En casa del pobre hasta los morronchos (sean lo que sean y si se pudieran comer) saben a gloria. Ojalá sea el primero de muchos.

El Mirandés fue un serio sparring, el Cartagena será más duro. El equipo burgalés peleó con orgullo, golpeó fuerte, defendió y atacó en la medida de sus limitadas posibilidades; permitió al Sporting reivindicarse, recobrar sensaciones y recuperar "la emoción de volver a ganar y volver a casa sabiendo que estaremos arriba, apretando…", como señaló el entrenador. El indomable Preciado lo hubiera expresado con testiculina: "Vamos a subir por cojones", pasión en la poética del fútbol de MAR.

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