Una prueba evidente de que los políticos, en general, son más tontos ahora que en ninguna otra época es su desvergüenza. Hace unos años, no demasiados, a ningún político se le habría ocurrido decir que los niños que usen un ordenador personal acabarán siendo miopes. Antes tenían más cuidado de no decir tonterías. Eran conscientes de que los ciudadanos habíamos espabilado lo suficiente como para saber que la miopía no se genera por el uso de ese aparato ni tampoco del otro; de aquel que, según los curas, podía dejarnos ciegos si insistíamos en la costumbre de tocarnos entre las piernas.

En aquel tiempo, pongamos hace veinte años, políticos y ciudadanos íbamos, mal que bien, a la par. Ahora no. Ahora la sociedad evidencia una desconfianza y un alejamiento hacia quienes se dedican a la política que debe entenderse no como un tópico, sino como la consecuencia de un proceso degenerativo propiciado por la excesiva acumulación de poder, la no evolución, la no autocrítica y, sobre todo, haber perdido la vergüenza y vivir muy al margen de la sociedad. Solo así se explica que alguien sea capaz de decir que los niños que usen un ordenador personal con pantalla de 10 pulgadas corren el riesgo de quedarse miopes. Y quien lo dice no es cualquiera, es el consejero de Educación de la Comunidad de Madrid. Un político, alto cargo, de un partido, el PP, que trata de convencernos de que ellos gobernarían mejor.

Indicios que desbaratan semejante idea hay como para llenar varios folios. Este que comentamos es solo una muestra, una más, de las muchas tonterías de algunos políticos con mando en plaza. Quienes mandan en la Comunidad de Madrid han decidido que los niños madrileños no tengan ordenador. Consideran, junto con los de la Comunidad Valenciana, que el modelo de «portátil» que propone el Gobierno perjudica la salud visual, excusa con la que tratan de darle una bofetada a Zapatero y acaban dándosela a los niños.

No es nuevo que los políticos de ciertas comunidades utilicen lo que haga falta para dejar patente su enfrentamiento personal con el presidente del Gobierno, aunque ello suponga restar servicios y derechos a los ciudadanos.

Una primera reflexión podría llevarnos a pensar que si los votantes de dichas comunidades están dispuestos a renunciar a determinados bienes a cambio del placer de ver a sus líderes insultando a Zapatero, allá ellos. Podría ser una reflexión válida si no fuera que también se quedan sin las prestaciones quienes no los votan o no están de acuerdo con que se les utilice para dejar patente el enfrentamiento. Y son muchas las víctimas.

Las víctimas son quienes tienen menos recursos. Los que tienen posibles mandan a sus hijos a colegios caros, de pago, y les compran ordenadores de última generación. Ésa es la cuestión. Una cuestión que viene a sumarse a la actitud de esas dos comunidades, la madrileña y la valenciana, en cuanto a las trabas que están poniendo para aplicar la ley de Dependencia. Se agarran a las excusas más peregrinas para negarles a los más necesitados las ayudas a las que tienen derecho, para que Zapatero no se apunte el tanto.

Tamaña desvergüenza no era pensable hace unos años. Había más respeto institucional y más respeto por los ciudadanos. Por eso, la impresión que uno tiene, cuando ve todo esto y oye cosas como que el ordenador produce miopía, es que nos toman por tontos. De ahí que parezca oportuno dejar constancia de que los tontos son ellos, aunque alguien los haya elegido para gobernarnos.