La exposición de fotografías de prensa celebrada en Oviedo entre el 1 y el 4 de noviembre, muy pocos días, corrobora una vez más la evidencia de que la fotografía es, por excelencia, el arte de nuestro tiempo, en colaboración con el cine, su primo hermano. Los fotógrafos de prensa destacados este año para la muestra son Irma Collín, Mara Villamuza, Luisma Murias y Mario Rojas, todos jóvenes y modernos en el arte. La medida de su talento y su talante la dan sus fotos, alejadas de lo convencional, en las que Oviedo aparece polifacético como es.

Un aire teatral aparece en el tiempo parado de las imágenes de Irma Collín, que reconoce la belleza en lo que para la mayoría no interesa.

Mara Villamuza va a otro Oviedo, el Oviedo humano de los retratos del público de la ópera, que parece formar parte del espectáculo. Caras de ovetenses conocidos, y en buena parte amigos, que tienen el garbo de dejarse retratar, un lujo de imágenes, como si fueran de Visconti, sin necesidad de Visconti.

Luisma Murias va a lugares de siempre para verlos con una luz nueva, como si los estrenara nuestra mirada, y para eso tanto vale Botero o Calatrava como la cabecera de una manifestación o la trasera de una moto. El arte lo puede todo.

Mario Rojas va especialmente a las figuras que humanizan nuestra vida cotidiana y para vivificar lo urbano se vale de Manolín o de otros habituales de la calle de Oviedo, de su Oviedo, que es el nuestro.

La exposición ya no la pueden ver. Intenten conseguir los catálogos. Y ya verán.

El martes 13 de este noviembre fue un día denso en Oviedo, con sensación agridulce. Una mañana de sol en la que por un lado se daba a la ciudad la tranquilidad para la restitución de una vieja deuda, 75 años de retraso para un reconocimiento a un ovetense ilustre que, en aquel momento de 1937, era rector de la Universidad: el profesor doctor don Leopoldo Alas Argüelles. Se habló mucho y muy bien de su figura y allí nos reunimos a escuchar muchos ovetenses, en una cordial demostración de intereses comunes. A mí me cupo el recuerdo personal para su esposa, doña Cristina Velasco, que fue maestra en el Grupo Fermín Canella, en la calle Quintana, y que tuvo ocasión de comprobar cómo después de la guerra no todos los compañeros la trataban con cercanía, por miedo, quizá. Y yo quiero recordar a las hermanas Sánchez Tamargo, que mantuvieron abiertamente la amistad y el apoyo. Doña Cristina, tal como recuerdan algunos de los que fueron sus alumnos, era una gran contadora de cuentos, que teñían de fantasía la realidad.

Un acto justo, sobrio e importante por lo que era y lo que significaba.

Esa misma mañana de martes y 13, tras el acto solemne y cordial a un tiempo del Ayuntamiento, vino la tristeza de enfilar el camino de San Esteban de las Cruces a despedir en un velatorio a un querido amigo, Pedro García, que para muchos ovetenses no necesita otra presentación, con medio siglo a sus espaldas como librero, amigo de los libros, protector de los libros y de los lectores. Pedro tuvo entre sus libros su medio de vida en compañía de su esposa, Maruja Luces, y ahora de su hijo Pedro Ángel; pero además cumplió entre libros su vocación generosa y docente. No en vano se estableció en un barrio modesto, Ventanielles, poco acostumbrado entonces a libros, bibliotecas y librerías, y allí fue pionero y benefactor, merecedor de todo reconocimiento. Tuvo, sí, el reconocimiento de los compañeros de profesión y de todos los que fuimos sus amigos. Nunca olvidaré aquella primavera de 1993, cuando inauguramos en el paseo de los Álamos, con el cielo como techo, la primera feria Libroviedo. Allí estaba Pedro, como siempre, al frente de una idea generosa y entusiasta. Siempre te recordaremos.

La plaza de Trascorrales, que durante tiempo estuvo triste y sola, perdida su condición de mercado, vive ahora un tiempo intenso como sala de exposiciones, cubriendo con garbo y belleza el espacio que potencia todo lo que allí se expone, sin que eso nos haga olvidar el gran papel como sala de exposiciones que cumplía el Café Español. Lo último expuesto en Trascorrales ha sido la muestra de pintura de Manos Unidas, que ya es un clásico aquí y que evidencia la generosidad de muchos grandes pintores que ceden graciosamente su obra y que muestra la mucha gente que hay que es artista de verdad. Y no debemos olvidar la generosidad de los compradores. Todo cosas buenas para paliar algunas de las desgracias en este mundo atribulado.

El último sábado de este noviembre terminado nos reunimos una docena de cronistas oficiales de concejos de Asturias para contarle a la Virgen de Covadonga cosas nuestras, disfrutar el paisaje en un día maravilloso y ventoso y hacer amena tertulia de nuestros temas comunes, con el abad de Covadonga, don Juan José Tuñón, como anfitrión y la clásica escolanía amenizando la belleza de todo aquello. Los cronistas de Asturias nos vemos poco y nos apreciamos mucho, y tenemos ahora el firme propósito de reunirnos de vez en cuando. El tema principal en este momento y pendiente desde hace nueve años es el de nombramiento de cronista oficial de Asturias, cargo que está vacante desde la muerte de Joaquín Manzanares Rodríguez-Mir, siempre pendiente del declive de la riqueza artística de Asturias y que ahora si viviera seguiría sufriendo, entregado a la causa. Hace falta un cronista que con nombramiento oficial ejerza su noble oficio en libertad, como todos nosotros.

Esta semana se cumplieron cincuenta y cinco años de la muerte del escultor Víctor Hevia, al que mucho debe la ciudad.