Acabamos de entrar en la temporada alta del carbón, con Santa Bárbara como jefa de mineros y otros profesionales de la mina, que en Asturias lo fue todo y ahora es poco más que nada. Coincidiendo con esta celebración se produjo la muerte de un asturiano excepcional, don Luis Fueyo, ingeniero de minas pionero en muchas cosas y cabeza de una saga de ellos, hijos y nietos, hombre irrepetible y bien humorado, que vivió 106 años, casi 107, en plenitud. Y recordando a don Luis Fueyo vienen muchos recuerdos de carbón, como el que traían a los niños los Reyes Magos, como aviso de desgracias mayores en lo de premios y castigos, aunque generalmente ese carbón era dulce y se comía. Quizá siga existiendo, aunque ya no está de moda porque la mayoría de los niños no se mueven por la amenaza de un puñado de carbón, ni siquiera de azúcar. Si sería importante en la posguerra el carbón que el periódico de los lunes se llamaba «Carbón».

Acaba de llegar la temporada del carbón, que ya no es lo que era. Las cocinas de carbón son antiguallas de chatarrerías y las carboneras han dejado su espacio a otros usos, con lo que las cucarachas están en retroceso. Las calefacciones ya no echan humo por las chimeneas con lo que el cielo urbano lo agradece.

En otro tiempo, por estas fechas, las calles de Oviedo andaban cruzadas por los carboneros, que se cubrían con un saco de arpillera doblado a modo de capucha y cargaban a hombros los quintales de carbón, granza o galleta. Había para las carbonerías carros con mulo, camionetas y un carro grande y plano, de plataforma, de la Carbonería Coalla, tirado por un percherón.

Antes de la guerra estaba Oviedo lleno de carbonerías, en los barrios y en las calles céntricas, como en Porlier, Independencia, Santa Susana y Pérez de la Sala. Después de la guerra, en los años cuarenta, había incluso más carbonerías, con el mismo reparto de las anteriores, siendo que las más antiguas censadas andaban por San Vicente.

Otra cosa era el picón para el brasero, aquel plato de hierro con jaula para no quemarse, que convocaba reunión familiar mucho antes de que la televisión lo cambiara todo. Muchos hicimos la carrera al amor del brasero.