Un buen trago de vino de Pesoz tras un mal trago laboral, cuando Marcos casi la palma

ASTURIANOS EN PESOZ: Marcos Valledor

Julián Rus

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

Marcos Valledor, viticultor. Junto con sus socios, Juan José López Mera y Pedro Sánchez Mera, Marcos Valledor embotellará próximamente y etiquetará el primer vino elaborado en viñas de Pesoz acogido a la Denominación de Origen Protegida (DOP) Vino de Cangas, que también ampara a este municipio del alto Navia. Estos tres jóvenes de Pesoz actualizan la tradición vinícola del concejo. Será un hecho para anotar en la pequeña historia local del segundo municipio menos poblado de Asturias, que solo tiene ya 141 habitantes. 

«Yo empecé en la viña de siempre, la de mi abuela en Pelorde. Al meterme en esta historia de vino, como quedó sin atender otra viña, la grande de Casa Nova, en Pesoz, la cogí también. Es muy buena por calidad de la uva y por sitio. También cogí todas las de esa casa. Luego, llegaron estos dos chavales, mis socios, Juan José López Mera y Pedro Sánchez Mera, que habían hecho plantación nueva y estaban con la historia de hacer una bodega. Pero con plantación nueva tardas años en hacer vino, así que empezaron a liarme, que tenía que ir con ellos. Y así empezamos. Ahora estamos pendientes de algunos trámites para empezar a embotellar dentro de la etiqueta de la Denominación de Origen Protegida (DOP) de Vino de Cangas. Produciendo, en realidad, llevamos dos años. El año pasado ya embotellamos, pero sólo para nosotros. Mientras tanto, fuimos haciendo catas y aprendiendo. Contratamos un enólogo que nos asesora».

«Las plantaciones que se hicieron nuevas son de albarín blanco, la variedad que había aquí en el concejo, el blanco del país que llaman. Las viñas viejas son un batiburrillo, quitando esa de Pesoz que llevo, que es verdejo tinto prácticamente en el 90 por ciento. El resto es blanco del país. Son un batiburrillo porque antes los paisanos sabían muy bien cómo plantaban y compensaban las viñas con muchas variedades. Cada uno tenía un vino determinado porque era todo mezclado. Pero para hacer vendimia nosotros ahora eso es muy complicado. Hubo alguna viña con cinco variedades en la que hubo que entrar cinco veces a vendimiar».

«Nosotros ahora tenemos claro que hay que buscar la calidad. En cantidad no podemos competir con nadie, tendremos tres hectáreas de viñas. Tienes que buscar algo diferente y de calidad para hacerte un hueco en el mercado. En cantidad no se puede. Date cuenta que el precio de la uva que viene de León en un camión, y que te la ponen en casa, para la gente que dejó las viñas y quiere seguir haciendo vino, y eso va pagado a 70 céntimos. Y no les da ningún trabajo. A nosotros el costo de producción del litro está sobre 9 euros».

«En cuanto a las variedades buscamos lo de siempre, lo autóctono. El verdejo tinto que hay creemos que va a funcionar bien por lo que nos dice el enólogo. Esa variedad es muy interesante. Y luego el albarín blanco. La tierra de aquí y el microclima de la zona es lo que más marca la calidad del vino. Para que veas la diferencia, por ejemplo, de Pesoz a San Emiliano, el pueblo que está al otro lado del embalse de Salime, donde hay muchísima cantidad de cepas de vino. Hace dos años cogimos allí como 400 o 500 kilos de uvas de un paisano que tenía demasiadas. Estaban en un punto de maduración espectacular, pero en cuanto a grado de alcohol, nada. Aquí, en cambio, tenemos vinos que dieron 15 grados, en el caso de algún blanco, y 14 grados en el verdejo tinto».

«La verdad es que toda la gente está pendiente de nosotros y nos dicen que a ver cuándo hay viño. Eso nos lo dicen todos menos los que tienen viñas por aquí, que nos dicen que tamos locos (risas). Es por la diferencia que ven en los procesos, en la poda, en todo. Es un cambio radical sobre lo que hacían ellos. Nosotros lo hacemos como nos lo va indicando el enólogo».

«Aquí la vendimia es a mano. Con la pendiente que hay no entra ningún tractor. En alguna viña que tenemos vinieron el año pasado algunos amigos a ayudarnos. Subió una chavala al pico de la viña con su calderito para echar una mano y hubo que bajarla entre dos porque le dio el vértigo. Para que te hagas una idea de la pendiente y del sitio».

–Por eso lo llaman viticultura heroica.

–Sí, eso dicen los de Cangas del Narcea, pero es que no conocen esto. Las plantaciones que se hicieron nuevas, tanto la de Pedro o la de Juan, ya son otra historia.Tienes la pendiente pero, por ejemplo, Pedro hizo calles en las que puedes entrar con un tractor o con algo. Y eso soluciona mucho. Aquí toda la vida se trabajó a mano. Las viñas de Pesoz y las de Pelorde ponte que tengan más de 100 años. Las estamos trabajando lo hacían hace 100 años. La diferencia es que, de aquella, tenían un montón de mano de obra de la virgen y nosotros estamos los tres solos. Este año, una viña, la de Pesoz, la cuché yo solo. Y, claro, fueron como 700 sacos de cucho al hombro. Los primeros sacos vas muy bien pero cuando llevas setecientos pasaos por el llombo pues...»

«Cogí la viña cuando volví a vivir aquí a Pesoz y entré a trabajar en la panadería de Grandas, donde llevo cuatro años. Yo soy el que hago el reparto. Con 18 años marché a trabajar para fuera y estuve hasta los treinta y pico. Estuve los primeros quince años trabajando en la construcción, en Avilés. Luego vine al astillero a Gondán, a Navia, y estuve ahí cuatro años. Me trataron bien. Pero estaba de chorreador y me puse al paro porque el trabajo la verdad que empezaba a ser bastante complicado. Quedé encerrado en un tanque un día y casi la palmo allí. No era nada sano aquel trabajo. El chorreo a presión, con chorro de arena o granalla, se hace para quitar todo el óxido dentro del casco de los barcos. Entrar en los tanques de doble fondo de los barcos ponte que sea como entrar por una boca pequeña como la de una lavadora. Pues yo tenía que recorrer como 10 o 12 lavadoras consecutivas para empezar a chorrear en un sitio y luego volver hacia atrás. Se me daba bien porque, por tamaño, pasaba por el hueco y luego tenía fuerza para la manguera».

«Pues un día se me jodió la luz y tuve que empezar a salir hacia atrás, entonces enganché la manguera del aire, la corté y quedé sin aire. Tú chorreas con escafandra para tener oxígeno. Y al quedar sin aire no me quedó más remedio que quitar la escafandra y coger la manguera del aire para la boca directamente. Y tuve que avisar al compañero que tenía con una patada para que se enterase de lo que había pasado. Si seguía chorreando y si me engancha el chorro sin protección me desgraciaba la cara. Me la furaba, vamos. Así que lo dejé. Vine para aquí y ahora trabajo de reparto en la panadería de Grandas de Salime. No se gana tanto como en el otro sitio, pero el trabajo es maravilloso».