Iván Fernández Lobo tiene buena parte de "culpa" de que la pasión por la creación de videojuegos enraizara en Asturias, al levantar Gamelab, la primera feria profesional sobre videojuegos y ocio interactivo que surgió en España, y que cambió el inicial escenario gijonés por el de Barcelona. Actual presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Interactivas, Fernández Lobo sigue muy de cerca la peripecia de los emprendedores asturianos y conoce a la perfección las posibilidades de negocio que hay: "Una empresa dedicada a esto puede ser una realidad desde Taramundi, lo importante es el talento y buscar la red de distribución que permita comercializar los productos. Juegos no muy grandes, una cantidad de dinero escasa para desarrollarlos, cinco o seis personas y mucho trabajo. No es necesaria una gran inversión. Se suele lanzar una primera versión del juego, se prueba con una comunidad cercana de usuarios y se mide cuántos se quedan a jugar, cuántas horas le dedican, cuantos tienen la intención de pagar... Se hacen esas mediciones y si tienes un juego que ves que cumple unos números buenos apuestas por él".

Ya no son necesarias grandes cantidades de dinero ni treinta personas en un estudio. "Creas el producto, das los primeros pasos, encuentras los primeros usuarios y aumentas la inversión para que crezcan. Mira los "Angry birds", donde ganan dinero es vendiendo la licencia global para hacer coches, neveras o puertas acorazadas con la marca, a partir de un juego muy simple. Su responsable falló varios intentos antes y estaba a punto de echar el cierre. Hipotecó su casa para un último proyecto. Y acertó. Creer para crear". Y España es un país de nivel creativo alto, "lo primero que hacen de fuera es reclutar talento español, lo que faltan son empresarios con ambición".