El relevo forzoso de los mineros asturianos que suplieron a 34 compañeros muertos en Barcelona

Una investigación de la mayor tragedia minera del país, en 1944, documenta el traslado obligatorio de un grupo de trabajadores desde el Principado: «Se les consideraba buena gente, solidarios y muy expertos»

Comitiva que el 15 de abril de 1944  acompañó hasta el cementerio de l’Espà a los muertos en el accidente minero y operarios en el teleférico que transportaba el carbón.

Comitiva que el 15 de abril de 1944 acompañó hasta el cementerio de l’Espà a los muertos en el accidente minero y operarios en el teleférico que transportaba el carbón.

Pablo Álvarez

Pablo Álvarez

La mayor tragedia humana de la minería en España no tuvo lugar en Asturias, pero sí afectó muy de lleno al Principado. La periodista barcelonesa Maria Favà Compta relata para LA NUEVA ESPAÑA los detalles esenciales de un episodio histórico que durante casi 80 años ha pasado prácticamente inadvertido y que ella ha investigado con minuciosidad:

–Son al menos 34 los mineros asturianos que fueron obligados en noviembre de 1944 a ir a trabajar a una cuenca minera de Cataluña, en la comarca del Berguedà, para relevar a los mineros que habían muerto en la explosión de la mina Clara de l’Espà.

El citado accidente se cobró 34 vidas y tuvo una honda repercusión humana y política. Eran los primeros años del franquismo, y las autoridades del régimen actuaban con pocos miramientos y ninguna transparencia. A día de hoy, las incógnitas siguen siendo numerosas:

–Sabemos el número mínimo, ya digo que 34, como los muertos por la explosión, pero es posible que el número de desplazados de manera forzosa fuera mayor, porque se ha encontrado un documento firmado por el jefe de Falange de la provincia de Barcelona y secretario del gobernador civil en el que preguntaba a su superior como tenía que actuar para suplir a los denominados «productores clandestinos» que habían muerto en la brutal explosión.

5. Maria Favà Compta, autora del libro. | ARCHIVO ÁMBITO DE BÚSQUEDAS DEL BERGUEDÀ

Trabajadores a la entrada de una mina de Saldes (Barcelona). | | ARCHIVO DEL AYUNTAMIENTO DE SALDES / Pablo ÁlvarezP. Á.,

Maria Favà Compta recoge en su libro «La mina de la mort» (Gavarres Editorial, 2022) –publicado hasta el momento únicamente en catalán– todos los detalles del dramático suceso, aderezados con un elenco de fotografías espectaculares. Cuando ya tenía muy avanzado su rastreo, se encontró con el citado documento del jefe falangista, que vino a confirmarle lo que algunos vecinos muy ancianos de la zona le habían transmitido oralmente y que a la periodista catalana le generaba ciertas dudas:

–En ese momento, encuentro este documento de cinco páginas, de las que me falta una. El delegado gubernativo, Agustín Zurita Chacón, pide mineros de Asturias por dos veces, la segunda en una postdata. En el pueblo ya me habían hablado de los asturianos como «buena gente, muy solidarios y muy expertos». También había mineros franceses, que tenían fama de jugar bien al fútbol. Es posible que los asturianos fueran más de 34, porque en esos momentos las minas cercanas estaban a pleno rendimiento y no podrían prescindir de efectivos.

Comitiva que el 15 de abril de 1944  acompañó hasta el cementerio de l’Espà a los muertos en el accidente minero. |

Grupo de mujeres que trabajaban fuera de la mina lavando el carbón. | | ARCHIVO DEL AYUNTAMIENTO DE SALDES / Pablo ÁlvarezP. Á.,

Algunos de los trabajadores llegados desde el Principado –relata Maria Compta– vivían en las masías y hacían doble jornada: una en la mina y otra en las casas de labranza, ayudando con las vacas y las ovejas y en los pequeños huertos que permitía la temperatura gélida de la zona. La mina Clara volvió a abrir después del trágico accidente. Y cinco años después volvió a explotar: murieron seis hombres más. No se sabe si entre ellos estaba alguno de los trabajadores trasladados desde Asturias.

El accidente del Berguedà se produjo el 10 de abril de 1944, lunes de Pascua, festivo en Cataluña. De los 40 mineros que entraron en el turno de la tarde en la mina Clara de l’Espà, solo seis salieron con vida. La historia de los fallecidos también tiene muchos pliegues desconocidos, señala la autora de «La mina de la mort»:

–Si hubiera sido un día laborable normal, los muertos hubieran sido, probablemente, el doble, según aseguran los expertos. Todos los muertos, menos uno que era catalán, eran inmigrantes, la mayoría de Almería, y ocho de un pueblo que se llama Serón. Es preciso recordar que las provincias de Almería y Jaén se mantuvieron leales a la República hasta el último momento y la represión posterior fue muy dura. Tanto, que Almería tiene el récord macabro de ser la provincia donde murieron más maquis a manos de la Guardia Civil. No sé si podemos llamarlos maquis. Era gente que huyó de los pueblos mineros para evitar la represión y se refugió en las montañas. Y los que no se escondieron en el monte emigraron hacia Cataluña, donde esperaban poder pasar a Francia por el Pirineo.

El relevo forzoso de los mineros asturianos que suplieron a 34 compañeros muertos en Barcelona

Maria Favà Compta, autora del libro. | ARCHIVO ÁMBITO DE BÚSQUEDAS DEL BERGUEDÀ / Pablo ÁlvarezP. Á.,

Desde L’Espà, Gosol y Saldes es posible pasar a Francia por el camino conocido como «el dels Gosolans». Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial impidió aquella última escapada y la mayoría prefirió esperar a que terminase el conflicto. Durante esa espera, trabajaron en las minas de carbón del Berguedà. Algunos se quedaron para siempre, indica Maria Favà:

–Como fugitivos que eran, entraron a trabajar a las minas con nombres falsos, inventados. Y con nombre falsos murieron y fueron enterrados. Al funeral, acudieron les autoridades franquistas y saludaron con el brazo en alto.

La investigadora desmenuza esta parte de la peripecia vital de aquellos hombres:

–La historia de los nombres falsos parecía una leyenda hasta que pude acceder, después de mil trabas, al sumario y a los papeles privados del gobernador civil de Barcelona Correa Veglison. Y en un legajo encontré el escrito de Agustín Zurita en el que da fe de que han sobrevivido «productores clandestinos», pregunta a su superior como tiene que actuar con ellos y pide permiso para que sean enviada a Cataluña la remesa de asturianos.

Con aquella confusión de identidades, algunos de los familiares de los muertos no se enteraron que su padre, marido o hijo había fallecido.

–La noticia tardó en llegar a sus pueblos de origen. También pudo ser que algunos temiesen una nueva represión y callasen. En 1952, ocho años después del accidente, un juez de Berga todavía publicaba edictos para localizar familiares. El mismo juez que cuando se produjo el accidente escribió a los pueblos de Almería pidiendo certificados de penales. Esta no es solo la historia de un accidente minero sino el ejemplo de la corrupción, de la explotación de la clase trabajadora y de la falta absoluta de la libertad de información –enfatiza María Favà.

La autora de «La mina de la mort» profundiza en su valoración de los entresijos políticos y jurídicos del suceso:

–Hay corrupción en la manera de gestionar el accidente. Esta mina ya había tenido otros sucesos mortales y los inspectores de minas habían conminado repetidamente al dueño, Martí Campmany, y al ingeniero, Daniel Esteller, a introducir medidas de seguridad. La última requisitoria se hizo 15 días antes del accidente de los 34 muertos. Pero no hicieron caso.

4. Grupo de mujeres que  trabajaban fuera de la mina  lavando el carbón.  | | ARCHIVO DEL AYUNTAMIENTO DE SALDES

Ataúdes a punto de ser enterrados en el cementerio de l’Espà. | | ARCHIVO ÁMBITO DE BÚSQUEDAS DEL BERGUEDÀ / Pablo ÁlvarezP. Á.,

Antonio Correa Veglison, hombre fuerte de la dictadura franquista, ordenó la prisión inmediata de los dos responsables, pero salieron en libertad 45 días después:

–Martí Campmany era caballero mutilado, amigo y compañero de armas de un famoso alcalde de Sabadell, Josep Maria Marcet, que se jactaba de ser amigo de Franco. El hecho es que Marcet pagó la fianza de ambos. Cuando se celebró el juicio, cinco años después, los dos salieron libres. Y nunca pagaron nada. Ni siquiera las autopsias que realizaron los cuatro forenses que se desplazaron a L’Espa para examinar a los muertos y que todavía en 1952 reclamaban cobrar sus honorarios. Hay que añadir que los dos acusados fueron defendidos por Antonio Simarro, que pocos meses después sería nombrado alcalde de Barcelona.

En los planos normativos y laborales, Maria Favà también aprecia muchas irregularidades:

–Hay explotación en las condiciones de vida de los mineros, tanto dentro de las galerías como en los albergues exteriores. La mina, a decir de los inspectores, no tenía medidas de seguridad y era un puro chamizo. El albergue que se construyó después del accidente para albergar a los supervivientes no tenía cristales en las ventanas, no tenía sabanas, no tenía botiquín, según el escrito del ya mencionado Zurita. Toda la información del accidente se canalizó, como era habitual, a través de la agencia Cifra. Y hubo una única versión. Solo un boletín de la Falange que se editaba en Berga se atrevió a criticar las condiciones de trabajo de los mineros. Después se abrió un largo silencio sobre el accidente. Rescatar el sumario del juicio fue una odisea. En Serón tampoco quisieron recordar. Por suerte, la memoria de la mina Clara y del accidente sigue todavía vivo en los vecinos y en los viejos mineros del valle de Saldes –concluye Maria Favà Compta.

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El pasado jueves, tres jóvenes geólogos murieron en la mina de potasa de Cabanasses de Súria (Bages, Barcelona) tras un desprendimiento que los atrapó a primera hora de la mañana. En la actualidad, la cifra de 34 muertos continúa siendo el récord absoluto en España en un solo accidente. El segundo puesto en este trágico ranking ocupa la mina Consolación, de Figols, también en Barcelona, en la que perdieron la vida 30 mineros el 3 de noviembre de 1975. «Los medios de comunicación tampoco dieron relieve a esta noticia porque estaban ocupados siguiendo la agonía del general Franco», indica María Favà.

En Asturias, el accidente minero de mayor envergadura en la época reciente se produjo en el pozo Nicolasa (Ablaña, Mieres), el 31 de agosto de 1995, en el que una explosión de grisú originó 14 muertos.

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