Una tesis doctoral desvela la mejor receta para que la innovación despegue

El trabajo revela que el nivel de la I+D+i en Asturias depende más de la cualificación de su personal que de invertir

Tania Fernández, con su tesis.

Tania Fernández, con su tesis. / LNE

Mónica G. Salas

Mónica G. Salas

La receta para que Asturias crezca en innovación no es tanto invertir más dinero, sino retener y atraer talento. Así lo concluye la economista gijonesa Tania Fernández García en su reciente tesis doctoral, que realizó durante los últimos cuatro años dentro de la Cátedra para el análisis de la Innovación en Asturias, de la consejería de Ciencia y la Universidad de Oviedo. Fernández asegura en su trabajo que "el desempeño innovador de las regiones españolas no solo depende de la inversión en I+D" y pone como ejemplo el caso del Principado, en donde la pieza clave es su nivel educativo. Esto se traduce en que un alto índice de la población asturiana tiene estudios superiores y en que la medida que más nos haría escalar puestos en los rankings nacionales serían las políticas de retención o atracción de talento.

Asturias parte de una mala posición nacional: ocupa el puesto 11 de regiones de un total de 16 y un informe de la Comisión Europea la sitúa como la comunidad del norte más rezagada en innovación. "El nivel de inversión total en Investigación, Desarrollo e innovación (I+D+i) continúa siendo inferior al de la media de regiones de España, como ha sido la tónica general en las últimas décadas. Concretamente, en 2022, periodo más reciente del que disponemos de información estadística, esa inversión se situó en un 0,84% con respecto al PIB, mientras que en la media de España representó un 1,43%", explica Tania Fernández.

El gran agujero de Asturias está en el sector privado: mientras que la media nacional fue del 0,81%, en el Principado ese porcentaje se quedó prácticamente a la mitad (en el 0,41%). A ello se suma, apunta la joven doctora, a que "la inversión del sector público y de la enseñanza superior también presentaron valores inferiores a los de la media nacional, aunque estas diferencias, en términos absolutos, no fueron tan acentuadas".

Dicho esto y, aunque sea necesario incrementar la inversión privada en I+D+i, Tania Fernández llega a la conclusión en su tesis de que esa no es la única receta. "Es cierto que las regiones que presentan un mayor potencial para innovar son las regiones de Navarra, País Vasco, Cataluña o la Comunidad de Madrid, territorios que típicamente han realizado un gran esfuerzo inversor en I+D a lo largo de las últimas décadas. Sin embargo, se observó que otras regiones que, aun habiendo realizado a lo largo del tiempo una baja inversión en I+D, como Canarias o Baleares, muestran un gran desempeño innovador", detalla. Por tanto, aquí entran en juego "múltiples factores", que llevan a aplicar políticas de innovación "específicas para cada territorio".

Por otro lado y tras su análisis, Fernández advierte que las medidas para impulsar la innovación deberían tener "una perspectiva a largo plazo". Es decir, aclara, "no deberían buscar que las inversiones en I+D generen efectos inmediatos sobre el desarrollo económico. Los resultados revelan que la productividad laboral crece en la actualidad gracias a inversiones en I+D realizadas en el pasado". En consecuencia, "más que promover inversiones en I+D puntuales, deberían de priorizar esfuerzos en I+D sostenidos a lo largo del tiempo para que verdaderamente se generen efectos sustanciales sobre el crecimiento económico".

Por último, Fernández llevó a cabo en su trabajo de doctorado un análisis de los efectos de la inversión en I+D sobre el crecimiento y la cohesión de las regiones europeas, que reveló "una gran problemática: la inversión en I+D tanto en la UE como en España ha estado claramente concentrada en las regiones con mayores niveles de desarrollo económico". Por ejemplo, regiones de Suecia presentan niveles de inversión en I+D muy elevados, superiores al 7% sobre el PIB, mientras que regiones de las áreas periféricas europeas presentan niveles muy reducidos, inferiores al 0,5% sobre el PIB. Esta distribución, afirma, "no es óptima para reducir las desigualdades económicas entre territorios". "La I+D beneficia de forma directa a las áreas más desarrolladas, por ello, estos lugares pueden desarrollar políticas de innovación focalizadas exclusivamente en invertir en I+D para fomentar su progreso económico. Sin embargo, en las áreas periféricas, antes de invertir en I+D se necesita que se desarrollen otro tipo de políticas que impulsen el desarrollo socioeconómico regional, lo que permitirá que futuras inversiones en I+D sean utilizadas eficientemente", concluye.

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