Una mirada diferente

Una sociedad envuelta en guerras y crisis económicas y entregada a asuntos profanos

Fernando Alonso Treceño

Fernando Alonso Treceño

Lo que acontece en el seno de Occidente no es una casualidad, ni obedece al capricho de unos pocos o al azar involuntario, está perfectamente trazado por fuerzas enemigas de la humanidad, por un sistema totalitario de gobierno en la sombra cuyo único propósito consiste en secularizar la realidad, imponer un reino mundial unitario, exento del componente religioso, ajeno por completo a lo divino y trascendente, regido por pensamientos materiales, enemigos de la vida, el alma y la ternura, donde el corazón carezca de entusiasmo y el espíritu sea reducido a la mínima potencia. Una sociedad de tamaña guisa o parecer es la principal enemiga del hombre bueno, sencillo, amante de la familia, entregado a principios morales y valores éticos, ocupado en darle a su descendencia un legado artístico, humano y natural a la altura de la dignidad y la sana creencia.

Cuanto más tiempo pase más aumentará el rencor hacia los que piensan diferente, no comparten el paganismo moderno, el hechizo del poder establecido, no se dejan influenciar por palabras vulgares y promesas vanas, no encuentran regocijo ni placer alguno en el vicio barato, la corrupción enferma y el acoso y derribo del débil, indefenso y menos protegido.

Son tiempos harto complicados para los seres sensibles, para los que aman sin pedir nada a cambio, para los que elevan sus ojos al cielo de vez en cuando, para los que buscan la verdad y no la encuentran en ninguna parte, para los que no se compran ni se venden y para quienes profesan respeto al prójimo y no han perdido la educación y el respeto a sí mismos.

Estas épocas de densa oscuridad en las que nos hallamos y estamos inmersos no son fáciles de salvar, no existen remedios conocidos al alcance de la mano; requieren un profundo cambio interior, una actitud radicalmente contraria a la existente y, sobre todo, una enorme y gigantesca dosis y capacidad de amor.

El mundo muere por falta de caridad, enferma por exceso de egoísmo y agoniza por el olvido y la muerte de Dios, la vida eterna y el sentido de lo que vale. Cuanto más se pida a una civilización herida de muerte, entregada al deleite, lo transitorio y lo mediocre, menos se encontrará dentro de uno mismo.

Todo lo anterior explica que cuanto más cosas, bienes y propiedades se tengan menos felicidad se conoce y que cuanto más poderoso se cree el hombre alejado de lo sagrado más perdido se ubica en la Tierra.

El mal de fondo de una sociedad aquejada del mal de altura interior ningún político, científico o millonario lo podrá erradicar; solo la reanudación con las fuerzas vivas de la naturaleza, el retorno a la sencillez y la humildad y la relación amistosa con las presencias invisibles que rigen los secretos del mundo podrán darnos la paz y el reposo que tanto se necesitan.

Una sociedad moribunda siempre está envuelta en guerras, crisis económicas, alejada de lo divino, entregada a sus asuntos profanos, anulando a los que saben , muy alejada de la calma y la felicidad, valiosos tesoros que solo un sabio, un niño, un santo o una persona bondadosa saben valorar y disfrutar .

En el máximo apogeo de esta sociedad dudosa, confusa y enervante se pueden observar con lúcida claridad sus notas dominantes y características: desprecio al anciano y al que menos tiene, indiferencia hacia el prójimo, endiosamiento individual, soberbia extrema, violencia encubierta, y tendencia instintiva hacia la autodestrucción.

Todas estas cosas pasarán y seguirán sucediendo mientras el alma duerma en sus laureles, no se tome conciencia de la realidad real y se minusvalore el inmenso poder de la oración, la fe y el amor como las energías más poderosas que mueven el universo.

Que haya asuntos incomprensibles que ninguna razón es capaz de entender se explica por una limitada visión, un intento persistente de hacer creer lo increíble y una denodada obsesión por manipular la historia en detrimento del progreso, la ilusión y la verdad.

Hasta que no sepamos a ciencia cierta que existen cosas por encima del hombre que la lógica, la técnica y el imperio de la ciencia universal no pueden resolver seremos incapaces de saber lo que está ocurriendo y puede llegar a ocurrir en un plazo más pronto que tarde.

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