Quirós despide a Gilberto Suárez, fogonero del tren de Quirós

Suárez, vecino de Casares, era memoria de la historia del ferrocarril carbonero del concejo, que dejó de funcionar en 1963

Gilberto Suárez Fernández. | R. F. O.

Gilberto Suárez Fernández. | R. F. O. / Roberto F. Osorio

Roberto F. Osorio

Roberto F. Osorio

Gilberto Suárez Fernández, vecino de Casares, fogonero del tren de Quirós, uno de los últimos trabajadores de aquel añorado ferrocarril carbonero que dejó de funcionar a comienzos de la década de los años sesenta del siglo XX, ha fallecido hace unos días, con noventa años. Hace unos meses, en abril, compartiendo una agradable conversación en su casa de Casares, dio una vez más muestra de que era memoria viva de una parte importante de la historia del municipio. Recordó como a finales del año 1963, después de regresar con el convoy ferroviario desde Trubia, la empresa les comunicó que aquel viaje era el último. Canor, de la Fábrica, era el maquinista, y él era el fogonero en aquella vieja máquina de vapor. Era el fin de un tren minero que transportó miles de toneladas de carbón y mineral de hierro desde las entrañas de la tierra quirosana hasta Trubia. Ochenta años de duros trayectos en un trazado sinuoso, lleno de curvas y murallones de piedras calizas, cerca del río, a oscuras, pues el primer convoy que salía a las siete de la mañana, durante el invierno, lo hacía en noche cerrada.

Trabajaban de madreñas, con boina en vez de casco y con carámbanos en las cejas en ese trayecto de treinta kilómetros, frío e intoxicados por el humo. Contaba cómo el mejor carbón, el cribado, era el destinado a la máquina, y el fogonero era el encargado de ir tirando de pala, alimentado el hogar, para producir el imprescindible vapor que movía todo aquel mecanismo. "Nunca trabajé tan a gusto como en la máquina", sentenciaba el viejo ferroviario. Era un trabajo peligroso que se llevó unas cuantas vidas de los obreros que se encargaban de este tren.

" Un buen conversador"

Gilberto Suárez Fernández se marchó del concejo cuando Fábrica de Mieres cerró las minas y el tren y él se buscó su futuro y el de su familia, mujer e hijo, en otro lugar. Ahora, hacía ya años que vivía solo en Quirós, viudo, y era una presencia habitual en el mercado de los lunes en Proaza, y en cualquier local de la capital quirosana, Bárzana.

Era un buen conversador, campechano y con una excelente memoria de los tiempos antiguos. Seguía conservando el carnet de conducir y eso le daba una gran independencia. Persona sociable, acudía a cualquier evento organizado por la asociación de mayores como fiestas o cursos de gerontogimnasia.

Su vozarrón ya no se escuchará más al igual que el humo de aquella máquina de vapor de su juventud y que tanto añoraba. Adiós al fogonero.

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