La planta de mascarillas de Morcín pide apoyo al Principado para evitar el cierre
Fortia, que ya redujo plantilla y producción, reclama ser declarada de utilidad pública, al dejar de ser obligatorio llevar cubrebocas en interiores
Mientras que para una parte de la población el fin de la obligatoriedad del uso de la mascarilla en interiores –salvo en contadas excepciones– es un alivio, para la empresa Fortia, ubicada en el polígono de Argame, supone una clara amenaza a su futuro. La planta nació a petición de las administraciones, en plena pandemia, para garantizar un suministro de cubrebocas que dependía esencialmente del mercado asiático. Sin embargo, conforme la pandemia ha ido retrocediendo y se han ido levantando restricciones, la compañía está encontrado dificultades para sacar al mercado sus productos. Y por ello, reclaman convertirse, tal y como se les prometió, en una entidad estratégica, de manera que puedan garantizar una venta mínima de mascarillas que les permita seguir en marcha.
Actualmente, Fortia tiene una plantilla de media docena de trabajadores, cuando en plena pandemia se rondaba el medio centenar de empleos. La producción también se ha ajustado para poder seguir en marcha, después de una inversión para montar la planta que rondó el millón de euros y en la que también hubo inversión pública, a través de la Sociedad para el Desarrollo de las Comarcas Mineras (Sodeco).
Uno de los socios de Fortia Seguridad y Salud es Carlos Paniceres. Cuestionado por la situación actual de la compañía, el empresario reconoce que es “muy complicada”: “Estamos en un escenario de funcionar bajo mínimos, con la plantilla y la producción realmente ajustadas, aunque no sabemos lo que vamos a poder continuar así”.
El fin de la obligatoriedad de la mascarilla en interiores, que será efectivo desde mañana, miércoles, supone una estocada que podría ser mortal. “Ya hemos trasladado al Principado la situación y necesitamos que se desarrolle la legislación para declarar el sector estratégico y para que la empresa sea de utilidad pública, de forma que pueda tener alguna cláusula en los contratos y se garantice una mínima salida del producto para poder mantener la actividad”, explicó Paniceres.
El también presidente de la Cámara de Comercio de Oviedo explicó que “ahora tenemos que decidir que queremos: si mantener la empresa abierta, con el componente social y de compromiso con el que se creó, o si decidimos que no merece la pena”. Una reflexión en plural en la que no se refiere a los socios, sino a las administraciones públicas, tanto a la estatal como a la regional.
El nacimiento de Fortia siempre estuvo ligado a una demanda por parte del Principado de Asturias como consecuencia de la escasez de mascarillas al comienzo de la pandemia. “Nadie nos obligó, claro está, pero no es algo en lo que estábamos, nos vinieron a buscar. Y ahora entendemos que no nos pueden dejar así”, apuntó Paniceres, que recordó que Fortia también se conformó como un centro especial de empleo, en el que todos sus operarios tienen algún tiempo de discapacidad, para marcar un componente social. “Esperamos que se nos escuche y se nos den soluciones, porque no sabemos hasta dónde vamos a poder llegar”, finalizó Carlos Paniceres.
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