"¿Por qué me haces esto?": las claves del brutal crimen de Margarita Piloñeta, "abandonado" a tres años de prescribir
Implicados en la investigación y allegados de la víctima, apuñalada 47 veces, critican los "fallos" en las pesquisas | El correo electrónico de la víctima fue manipulado: "Hoy hubiera sido una pista clave"
A Margarita Piloñeta solo la llamaban "Marga" tres vecinas. Era una "buena mujer", pero no muy sociable. Repartía leche en un carro, era viuda, tenía cuatro hijos. Y poco más pueden decir los que la conocían en Riaño. No estrechaba lazos, ni de lejos despertaba odios. Por eso, nadie esperaba su final. El 13 de septiembre de 2006, apareció asesinada en su piso. Su muerte fue brutal: recibió cuarenta y siete puñaladas, seis en el corazón.
El "caso Piloñeta" es uno de los más misteriosos de Asturias. Hubo tres sospechosos, dos detenidos y un procesado -uno de los hijos de la mujer, que fue juzgado y absuelto-. Allegados a la víctima afirman que la investigación está "totalmente abandonada" a solo tres años de que el crimen prescriba. También destacan que hubo "fallos" en las pesquisas iniciales que "enquistaron" la resolución del suceso. Afirman que una de las pistas, la manipulación del correo electrónico de Margarita Piloñeta, no recibió suficiente atención: "Hoy en día hubiera sido clave", apuntan.
El edificio en el que vivía Margarita Piloñeta, en el número 50 de la Manzana de Cancienes, se levanta airoso en el centro de Riaño. Pocos vecinos quieren hablar del caso. O no vivían aún en el barrio o prefieren no acordarse. "Fue muy duro", reconocen. Hubo tres personas que aportaron información de aquel día: un albañil que trabajaba justo encima del piso de Margarita Piloñeta y dos vecinas. Una de ellas encontró el cuerpo y fue ingresada con una crisis nerviosa. Aseguraron haber visto abandonar la vivienda a un hombre joven, alto y con una gorra.
Y entonces, según fuentes conocedoras del caso, empezaron los problemas. Los responsables de la investigación detuvieron a un mendigo rumano, de veinte años recién cumplidos, que andaba por el barrio. Una pista falsa que enturbió ya todo el caso. Los vecinos dicen que nunca sospecharon del joven: "Cuando lo cogieron iba entero vestido de blanco, una gorra, y llevaba chanclas. No tenía ni una sola mancha de sangre, era imposible que hubiera sido él". Aún así, el chaval estuvo detenido cerca de una semana. La Policía Nacional también tomó declaración a un hermano y a un primo del joven. "Somos mendigos, no asesinos", clamó la familia. Era cierto. El joven quedó en libertad sin cargos porque había testigos que le situaban fuera de la escena del crimen.
El grito
Las pesquisas dieron un giro. Los responsables de la investigación se centraron en los testimonios que aseguraban haber escuchado un grito de Piloñeta: "¿Por qué me haces esto?". Esta versión apuntaría a que la mujer conocía a su atacante. Unos meses antes, Margarita había hecho un curso de informática. Un taller básico de internet, de los que tanto abundaban a principios de siglo. Se comentaba, extremo que nunca han confirmado fuentes oficiales, que tenía un "ciberamigo". Lo que es seguro es que alguien, quizás la propia Piloñeta, cambió la contraseña de su correo electrónico poco antes del crimen. "Esta pista no se tuvo lo suficientemente en cuenta, eran otros tiempos. No se indagaba en la huella digital como se indaga ahora. Hoy, hubiera sido una pista clave", afirman fuentes legales.
En octubre de 2008, dos años después del crimen, uno de los hijos de la mujer fue detenido. Quedó en libertad tras declarar ante el juez. En 2010, a pesar de que la Fiscalía había solicitado ya el archivo de la causa, el hombre fue juzgado. Ejercían la acusación particular los hermanos de Piloñeta. Los tíos contra el sobrino. La sentencia fue de "no culpabilidad". Ni había pruebas ni había móvil. Aquel juicio fue el último movimiento en el caso. "La familia decidió no presentar recurso contra la sentencia, fue un proceso largo y doloroso", apuntan representantes legales de aquel proceso. Los mismos que consideran "una lástima" que el caso esté ya "totalmente abandonado" a solo tres años de que prescriba.
El silencio. El mismo que reina en la Manzana de Cancienes cuando alguien pregunta por el caso. Solo uno de los vecinos veteranos, después de insistir, responde aciago. Se encoge de hombros: "Dame pena pensarlo, cómo pudo morir así esa mujer. Andaba con el carrín de la leche, iba y venía, nunca se metía con nadie". El recuerdo que dejan los que no hacen ruido.
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