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El último servicio de Nazario Álvarez

Los acusados de asesinar a 14 personas en Turón en 1934 trataron de salvar la vida escudándose en un revolucionario que fallecido días antes

La situación vista por Alfonso Zapico

La situación vista por Alfonso Zapico / Alfonso Zapico

Ernesto Burgos

Ernesto Burgos

Seguramente, ustedes conocen la leyenda que cuenta como Rodrigo Díaz de Vivar, nuestro Cid Campeador, ganó una batalla después de muerto en tierras de Valencia: los suyos colocaron su cuerpo vestido para la guerra sobre su caballo Babieca; por supuesto, también sujetaron en su mano la famosa espada Tizona y lo situaron al frente de las tropas cristianas, de manera que al verlo los almorávides pensaron que era un resucitado y huyeron hacia el mar con tanta prisa que muchos se ahogaron intentando subir a los barcos en los que pensaban escapar hacia su tierra.

El último servicio de Nazario Álvarez

El último servicio de Nazario Álvarez / Ernesto BURGOS

Muchos siglos más tarde, en las cuencas mineras se vivió una historia parecida cuando los revolucionarios de 1934 también intentaron salvar sus vidas escudándose tras el nombre de un compañero que había fallecido heroicamente y al que rescataron del mundo de las tinieblas haciéndole principal responsable del hecho por el que estaban siendo juzgados.

El 17 de junio de 1935 se inició en Oviedo el juicio contra sesenta y cinco detenidos tras la fracasada revolución que había sacudido Asturias en el mes de octubre del año anterior. Estaban acusados de haber asesinado en el cementerio de Turón a un total de catorce hombres: primero, en la noche del 8 de octubre de 1934, a ocho hermanos de la Doctrina Cristiana del colegio local, un fraile pasionista del convento de Mieres y dos oficiales de carabineros; y poco después, en la noche del 14 de octubre, al director de la Sociedad Hulleras de Turón, Rafael del Riego; al jefe de los guardias jurados de la empresa, Cándido del Agua, y al corresponsal del diario derechista "Región", César Gómez.

Ya les he contado detalles de este proceso que es el más interesante del siglo XX en la Montaña Central, pero ahora quiero ceñirme solo al caso de Nazario Álvarez, el nombre que resucitaron algunos de los principales implicados y voy a intentar explicar por qué lo hicieron.

Lo primero que debo decir es que la causa fue encargada a un tribunal militar, formado por un teniente coronel y cuatro capitanes; actuando como ponente un teniente auditor y como fiscal Joaquín Portillo, mientras que los acusados fueron defendidos por otros tres capitanes y nueve abogados civiles, entre los que destacó el socialista y grado 33 de la masonería Mariano Moreno Mateo, quien llevó él solo la responsabilidad de treinta y siete de los encausados.

Pero lo que más nos interesa es que, a pesar de que se permitió la entrada a poco público debido al gran número de implicados de una u otra forma en las sesiones, sí estuvieron presentes personajes como el secretario general de la Asociación Jurídica Internacional, Marcel Villard; el escritor francés Claude Aveline y la periodista de "Le Petit Parisien" Eliane Brault, junto a Eduardo Ortega y Gasset, quien coordinaba el equipo de abogados defensores.

Esto prueba el gran interés que despertó el juicio tanto en España como en otros países, sobre todo Francia, donde la prensa fue dando noticia de las sesiones. Quizás por ello se siguió la estrategia de la confusión para sembrar dudas sobre el desarrollo del proceso.

El primer día de la vista, Cándido del Agua Díaz, hijo del jefe de los guardias jurados que había sido fusilado la segunda noche, señaló como principales responsables a Silverio Castañón, Fermín López, Ceferino Álvarez Rey y José García Álvarez y apuntó también como culpables a Manuel Álvarez, Juan Bautista García Montero, Amaro Moro, Amador Fernández Llaneza, Antonio Busto, Herminio García, José "Quintín", Nicolás Correa, Aurelio Choya, Arístides Castañón y Manuel Carril.

Por su parte, César Gómez Fernández, sobrino del periodista de "Región", añadió a esta lista a Francisco Rodríguez Sañudo, Bernardino Pérez Zapico, Pedro Pinín y Leoncio Villanueva. Después, otros testigos de la fiscalía corroboraron estas acusaciones sumando otros hombres que de una u otra forma también habrían participado en las ejecuciones.

Pero lo curioso viene cuando leemos las declaraciones de los principales acusados. Silverio Castañón, al que todos los testigos coincidieron en denunciar como el instigador de los demás, dijo que la idea había partido de Nazario Álvarez, a quien nadie había citado hasta entonces, porque este le había ordenado desarmar a los guardas jurados, cosa que hizo deteniendo a dos de ellos. Luego también acusó a Nazario de haber llevado desde Mieres diez hombres para formar el pelotón de fusilamiento, al que él mismo se había unido.

Silverio Castañón tampoco negó su participación en el robo del dinero de la empresa. Lo hizo en unión de Ceferino Álvarez Rey y Bernardino Pérez, obligando al cajero a que les entregase la llave de la caja, y se apoderaron de 70.000 pesetas en una operación que, por supuesto, también habría dirigido Nazario Álvarez.

Otro de los procesados, Fermín López Naves, volvió a citar a Nazario diciendo que había sido quien le había mandado asaltar la armería de Turón y el cuartel de la Guardia Civil de esta localidad. Y un tercer acusado, Servando García Palanca, que confesó haber formado parte del pelotón de fusilamiento, aseguró que Nazario había gritado la voz de fuego.

Aún hubo otra declaración, la de Amador Fernández Llaneza, quien en su relato sobre la noche en que habían sido ejecutados Rafael del Riego, Cándido del Agua y César Gómez, afirmó primero que la orden de disparar la había dado Alfredo González Peña, pero después de consultar con el abogado rectificó para acusar otra vez a Nazario Álvarez.

Estas declaraciones sorprendieron a los testigos de la acusación porque ninguno conocía al tal Nazario, ni siquiera el cajero de la empresa, quien dijo haber entregado el dinero a cuatro hombres entre los que no figuraba el mierense al que responsabilizaban sus compañeros. Tampoco el enterrador, Esteban Martín Colodrón, encargado de sepultar a los fusilados de las dos noches, sabía quién era Nazario ni lo citó entre los revolucionarios que habían estado allí.

Sin embargo, tras oír al testigo Andrés Maldonado, quien aseguró haber visto el día 5 de octubre a las 3 y media de la mañana a Nazario herido a la puerta de la casa de don Víctor Méndez Trelles en Mieres y luego se enteró de que había fallecido en Oviedo, el juez mandó redactar un informe haciendo constar que Nazario Álvarez ya estaba muerto cuando se produjeron los fusilamientos

Si repasamos los libros escritos sobre quienes vivieron la revolución, encontramos la misma certeza. "Manolé" Grossi contó así lo ocurrido el día 5 de octubre en su libro "La insurrección de Asturias": "A la una de la noche decidimos emprender la acción con todas sus consecuencias. Tenemos noticias de que en la cuenca minera de Sama, Pola de Lena, Riosa, etc., se va a entrar en acción hacia la misma hora. Suenan los primeros disparos. El primer camarada que pierde la vida por la revolución es Nazario Álvarez, miembro del Partido Comunista".

Y lo mismo reseñó el anarquista Fernando Solano Palacio en "Quince días de comunismo libertario en Asturias": "Frente a la Casa del Pueblo hirieron de gravedad a un obrero llamado Uría y en uno de aquellos primeros encuentros murió otro obrero llamado Nazario Álvarez, de filiación comunista". La edición de 1936, que yo conservo de este libro procede de la colección del periodista José María Pellanes, quien también fue testigo de aquellas jornadas y tenía la costumbre de hacer apuntes en los márgenes de sus lecturas para dar por bueno o corregir lo que él había vivido. En este caso, lo resaltó escribiendo una nota junto al renglón para corroborar el dato.

Un tercer testimonio es el de Narcís Molins y Fábrega en "1934. La insurrección proletaria de Asturias", que, aunque se publicó en 1977, tiene el valor de estar firmado por alguien que también vivió los hechos revolucionarios: "A las diez de la mañana del día 5 la insurrección había triunfado. Al hacer recuento de muertos, las fuerzas de la reacción habían perdido diez o doce hombres, entre ellos un sargento de la guardia de Mieres y su hijo, y los revolucionarios, tres o cuatro, entre los cuales había que contar a Nazario Álvarez, que había luchado como un bravo dando el pecho y no atendiendo nunca a las indicaciones de prudencia que le hacían sus compañeros".

Después, otros historiadores se han limitado prácticamente a repetir lo que habían leído en estos tres libros, sin que ninguno siguiese la pista de Nazario Álvarez, pero lo que está claro es que no pudo estar presente en el drama de Turón, aunque sus compañeros rescataron su nombre para que les prestase un último servicio.

El 23 de junio, el juez absolvió a 18 acusados y dictó 7 penas de 12 años; 36 condenas a reclusión perpetua y 4 penas de muerte, las de Fermín López, Silverio Castañón, Servando García y Amador Fernández Llaneza. Unos meses más tarde, tras la victoria del Frente Popular en febrero de 1936, todos los presos salieron a la calle.

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