de lo nuestro Historias Heterodoxas

Asesinato en Urbiés

El crimen de Casa Migio, donde tres encapuchados entraron a robar y mataron de un disparo a su propietario, Remigio Álvarez, en 1987

La búsqueda de los criminales, vista por Alfonso Zapico

La búsqueda de los criminales, vista por Alfonso Zapico / Alfonso Zapico

Ernesto Burgos

Ernesto Burgos

Remigio Álvarez Menéndez, propietario del restaurante Casa Migio en Urbiés, fue una persona querida, cuyo asesinato supuso una conmoción a nivel regional a finales de la década de los 80, una época que estuvo marcada por la delincuencia y la búsqueda de dinero rápido como consecuencia del elevado consumo de heroína que en esos años diezmó a la juventud de la Montaña Central. Transcurridos casi cuatro décadas y con el respeto que nos merece la memoria del popular hostelero, recordarnos hoy este suceso porque en su momento sacudió a nuestra sociedad y se ha convertido con el tiempo en uno de los episodios indispensables de la crónica negra regional.

Los hechos ocurrieron a las 03.50 de la madrugada del domingo 20 de diciembre de 1987, cuando tres encapuchados penetraron en el establecimiento donde aún permanecía Migio junto a media docena de clientes que se encontraban celebrando la jubilación de un compañero y tras disparar una bala al techo los obligaron a tirarse al suelo. A continuación, exigieron la entrega de las 80.000 pesetas que había en la caja, pero no conformes condujeron al propietario a la cocina de su restaurante para pedirle más dinero y también las joyas familiares.

Todo fue muy rápido, según relató uno de aquellos testigos: "Estábamos tirados en el suelo y oímos decir a Migio que se llevaran todo, pero que dejasen en paz a su familia, que dormía en la parte superior del inmueble y a nosotros". Poco después, sonó un disparo. Migio había recibido a quemarropa un disparo de escopeta recortada y falleció casi inmediatamente, mientras los encapuchados obligaron a punta de pistola a su mujer a entregarles las joyas y huyeron junto a alguien que esperaba en el exterior, llevándose también varias armas de colección en dirección a Langreo tras cortar el cable del teléfono.

Remigio Álvarez había nacido en el caserío de La Tazá y después de haberse jubilado en mina Dominica por enfermedad decidió seguir el camino de sus padres que tenían un establecimiento en la plaza de Valdecuna. Vivía en Urbiés porque su mujer Victorina González era de allí y gracias a su esfuerzo había logrado transformar un bar de la localidad en un moderno establecimiento con dos comedores de buen tamaño y una renombrada cocina.

Casa Migio ya era un referente en la Montaña Central, tanto por su buen servicio como porque allí se celebraban anualmente las Jornadas Gastronómicas del Pote Asturiano en las que entregaba el "Pote de Oro", para distinguir a las personas que destacaban en el valle de Turón. Un galardón que siguió otorgándose muchos años después de su muerte. Su popularidad se demostró al día siguiente cuando todos los establecimientos hosteleros de la comarca del Caudal cerraron sus puertas y una multitud asistió a su funeral y posterior entierro en Valdecuna mientras la Guardia Civil intensificaba sus investigaciones.

El domingo 27 de diciembre, la prensa informó de la identificación de dos jóvenes toxicómanos, que no pudieron relacionarse con el crimen y también de otro hombre de Mieres que se había hecho con una escopeta durante un atraco a una casa de Moreda.

Por fin, el jueves 30 a las 7 de la mañana la Guardia Civil cercó una casa en La Forcá de Bustiello, casi en el límite con el concejo de Aller, donde ya se pudo detener a tres personas e incautarse de una caja fuerte en la que se guardaban algunos de los efectos robados en Urbiés. Se trataba de un ciudadano portugués con antecedentes por robo, su esposa y un hijo. Tras interrogarlos, se pudo detener a otras seis personas pertenecientes al mismo clan –dos en Santumillano y cuatro más en un control de carretera cerca de Gijón–, pero los principales implicados lograron darse a la fuga. Uno de ellos fue identificado como Juan Antonio Pisa Hernández "el Pichi", que era precisamente el presunto autor del disparo que había matado a Migio.

"El Pichi" tenía una larga carrera delictiva y cuando cometió el crimen de Urbiés estaba en la calle porque el juez de vigilancia penitenciaria le había concedido un permiso de una semana, del que ya no regresó a la cárcel del Coto. Este hecho trajo consigo una gran polémica, ya que en septiembre de 1983 también durante otro permiso, había hecho lo mismo hiriendo gravemente a un librero de Pola de Siero.

Se trataba de un delincuente habitual con su propia banda, que la prensa llamó "los Escopeteros" por el uso que hacían de escopetas de cañones recortados para cometer sus delitos. Ya contaba con un centenar de robos y asaltos encima y no había dejado de salir y entrar de prisión desde su primera condena en septiembre de 1973; era protagonista de varios tiroteos contra la policía y, a pesar de estar condenado a treinta años, había visto reducida su pena por la Audiencia Provincial de León el 1 de septiembre de 1978 a seis años de presidio menor.

Calificado como un hombre peligroso y de gatillo fácil, volvió a demostrarlo poco después hiriendo a Maximino González Braña, un tornero de la fábrica de tubos de Mieres que había salido a ayudar a otro vecino llamado Benjamín García Jove al que el delincuente intentó robar su coche –un Renault 8 de color verde– cuando este se disponía a guardarlo en la cochera de su madre en el pueblo de Frieres, entre Tudela Veguín y Riaño.

Juan Antonio, aprovechando la oscuridad, colocó su pistola en el cuello del joven que volvía de su trabajo desde la factoría de Ensidesa y le pidió su dinero; sin embargo, como no llevaba nada encima lo obligó a dirigirse con él al monte. Entonces Benjamín, temiéndose lo peor, inició un forcejeo mientras daba gritos de socorro. Al acudir Maximino y su hijo, el ladrón intentó huir en el vehículo, pero se estrelló; entonces los tres hombres fueron a por él, que se defendió efectuando cinco disparos antes de perderse corriendo campo a través, dejando a Maximino herido en el pecho con una de las balas. Luego se perdió su pista.

Once meses más tarde se celebró el juicio por el crimen de Urbiés. Entonces se supo que aquella madrugada los atracadores habían salido desde la Collá de Bustiello y de Oyanco, donde residían dos de ellos, para dirigirse a Sama con intención de robar allí un supermercado, realizando el viaje por el alto de La Colladiella; sin embargo, después de pasar por delante de Casa Migio, decidieron retroceder y asaltar el restaurante. También se vio la posibilidad de que el hostelero hubiese reconocido al asaltante y por eso este lo mató a sangre fría.

Marcos J. J y los hermanos Mateo y Juan Carlos S. F fueron condenados a más de 80 años de prisión como autores de un delito de robo con homicidio; además recibió un año de cárcel por receptación Inocencia J. S., conocida por el nombre de "Engracia" porque el parecer solía caer en gracia a la gente. El tribunal fijó asimismo una indemnización de 12 millones y medio de pesetas para la familia de Remigio; sin embargo, en aquel momento "El Pichi", autor directo de la muerte de Remigio seguía libre y sin que hubiese ninguna pista sobre su paradero.

La viuda de "Migio", Victorina y su hijo, Luis Ángel, apoyados por sus familiares; muchos clientes; los amigos de la "Peña de los lunes", que cada semana se reunían a comer en el restaurante, y la Asociación de Mejoras del Valle, decidieron mantener el galardón del "Pote de Oro", cuya entrega se completó en 1988 con la colocación de una placa en el frontal del restaurante recordando a su fundador.

Juan Antonio Pisa Hernández "el Pichi" murió por los disparos de la Guardia Nacional Republicana portuguesa, en la localidad de San Tirso, próxima a Oporto, el 4 de diciembre de 1989. Allí era buscado por otra muerte y al verse rodeado disparó con una pistola del calibre nueve milímetros, logrando escapar inicialmente, aunque acabó siendo abatido.

Desde allí, su féretro precintado fue traído hasta el barrio de El Sutu en La Felguera donde se concentraron varias decenas de vehículos con familiares llegados desde otras provincias. Entonces se registró un incidente entre algunos asistentes vestidos rigurosamente de negro que obligaron a los reporteros gráficos a entregarles sus carretes; después, lo acompañaron hasta la iglesia y el cementerio de Lada en el que fue enterrado.

El sueño de Remigio Álvarez se cumplió tras su muerte, y actualmente Casa Migio además de mantener su prestigio como restaurante especializado en comida tradicional y en el que se celebran todo tipo de eventos, se ha convertido en un moderno hotel rural; vende sus productos a otros mercados y cuenta incluso con su propio puesto en la Plaza de Mieres.

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