Líneas críticas

Tiempos líquidos

Vivimos una época en la que se apuesta por la videoconsulta sanitaria, todo para ahorrar costes

Francisco Palacios

Francisco Palacios

Vivimos tiempos de incertidumbres, turbulencias y rupturas. De transiciones que no se sabe bien a dónde pueden conducir. Una suerte de inestabilidad que vislumbra un azaroso destino. Fue en los años noventa del siglo pasado cuando el sociólogo Zigmunt Bauman acuñó el concepto de "modernidad líquida" y estableció también las diferencias teóricas de lo que entiende por sólido y líquido en la sociedad actual. Conocido como el profeta de la modernidad, fue galardonado con el Premio Principe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2010, "por haber creado instrumentos conceptuales singularmente valiosos para entender el cambiante y acelerado mundo en que vivimos".

Para Bauman, lo sólido sería una característica propia de la sociedad occidental desde finales de la Segunda Guerra Mundial, con algunos rasgos bien definidos: un Estado fuerte, una familia relativamente estable y un trabajo casi siempre indefinido. Las grandes fábricas empleaban entonces a miles de trabajadores en sucesivas generaciones. Eran factorías tan pujantes y enormes que parecía que iban a durar tanto como las catedrales góticas medievales. Es decir, lo sólido tiene la virtud de permanecer en el tiempo.

En cambio, lo líquido es informe y se transforma constantemente. Se desplaza con facilidad y se desborda. No puede mantener su forma ni su rumbo durante mucho tiempo. Por eso, en las "sociedades líquidas" predomina lo voluble, lo cambiante y ansioso de novedades, porque resulta más rentable. Sus pautas culturales y sociales se modifican constantemente, con acuerdos efímeros, válidos hasta nuevo aviso. Y lo que antes eran nexos potentes se transforman en lazos provisionales y frágiles.

Asimismo, en esta sociedad postmoderna, condicionada por las nuevas tecnologías, el dominio de lo individual prima sobre el interés colectivo; los valores éticos sustituyen a la genuina actividad política; la banalidad se impone al rigor y la competitividad prevalece en detrimento de una positiva cooperación. En definitiva, lo líquido representa el debilitamiento de lo público en favor de las opciones individuales.

Un cumplido ejemplo de estas ideas de Bauman lo tenemos en unas recientes declaraciones del consejero de Sanidad de la comunidad de Madrid, Enrique Ruiz Escudero, que apuesta por un modelo de "sanidad líquida", basado en la enfermería y la videoconsulta para abaratar costes. Relacionado con esa concepción de "sanidad líquida", un sector de los profesionales vienen denunciando también su insostenible precariedad laboral. Así, en la reciente manifestación de los sanitarios celebrada en Oviedo se podía leer en alguna pancarta lemas como éste: "Contratos por un día, para tu tía". A esa debilidad líquida habría contribuido el que en España existan diferentes modelos sanitarios según las autonomías, lo que favorecería una inevitable dispersión de los recursos públicos disponibles.

En tal sentido, el anterior ministro de Sanidad, Salvador Illa, ha reconocido que la pandemia había desnudado las carencias de un Estado muy descentralizado en sus competencias, encontrándose ahora con un Ministerio de Sanidad sin recursos humanos y técnicos para ofrecer un eficaz mando único. Y que la crisis sanitaria puso en evidencia la urgente necesidad de reformar el sistema nacional de salud ostensiblemente debilitado.

Por último, siguiendo con Bauman, buena parte de las actividades económicas sólidas (carbón y acero, sobre todo) de los valles mineros se han ido "licuando" de forma progresiva en los últimos tiempos. Pero la vida es siempre más ancha que la historia. Por eso resulta esperanzador el anuncio de que en Langreo se vaya a instalar una fábrica de paneles solares, creando más de cien empleos. Esperemos de todos modos que esa positiva noticia se convierta pronto en un proyecto auténticamente sólido. Y no se quede en otra iniciativa frustrada.

Suscríbete para seguir leyendo