¿Dónde está la bolita?

La situación en la que se queda la izquierda cara a las elecciones generales del 23 de julio

José Manuel Barreal

José Manuel Barreal

Las personas mayores, las que tenemos una edad provecta, cuyo sinónimo es avanzada, vieja, seguro que nos acordamos de cómo en los mercados de antaño, en un lugar del espacio público que quería pasar desapercibido, entre el resto de tenderetes del mercado y de algunas miradas comprometedoras, solía haber una mesa con tapete no muy limpio, o en su defecto una caja de cartón en posición bocabajo, que servía de mesa. El tapete en este caso era como el que utilizábamos en el «Bar de Pepe» cuando nos jugábamos el café al tute o algunas pesetas al póquer o al julepe.

Había sobre el tapete tres cubiletes de distintos colores, pongamos rojo, azul y verde, con variación, según el gusto de quien manejaba el juego, y una pequeña bolita, que moviéndose a velocidad de vértigo, de cubilete en cubilete, determinaba la apuesta de las cien o quinientas pesetas que el engañado de turno, iba a perder. Estamos ante un juego asociado a la estafa, llamado «Juego del trile». Los trileros, estafadores, que eran o son tres, querían y lo conseguían estafar a quien apostaba.

Lo anterior, viene a colación por las ya pasadas e históricas elecciones, tanto autonómicas como locales. La bolita se movió a velocidad mareante, los cubiletes bailaron sobre el tapete verde de la caja de cartón, puesta bocabajo. Hubo apuestas. Al final la bolita no estaba en el cubilete rojo sino en el azul, tirando a pardo.

Ha ocurrido, la derecha ha vuelto a las andadas, al fango y a la miseria política: «ETA está viva, Sánchez implicado en una trama de fraude electoral…» Es decir los cubiletes del trile, funcionando.

Y la izquierda, desde y con su división, contempla como la bolita cae, convertida en bola arrasadora, sobre toda esperanza puesta en un histórico gobierno de coalición de izquierdas.

Ante tal desastre, pocos análisis caben. Los hay, bienvenidos sean. Pero, en mi opinión, uno es el real: que ineludiblemente se abrirá un nuevo período de recesión y de reformas neoliberales que no traerán nada bueno, todo lo contrario, empeorarán las condiciones de vida de mucha gente que ya está siendo golpeada atrozmente. Pero, como se dice «aún hay partido». Desde mi juicio, que obviamente puede resultar equivocado: Si se quiere seguir apostando por ganar y eso parece que se intentará, el 23 de julio, se debe concentrar el esfuerzo en una estructura, más o menos, organizada y cuya estrategia sea articular el movimiento social y político ciudadano y olvidarse de eslóganes de mercadotecnia y patrioterismo de partido, que solo conducen a un toque ilusionante, que está bien. Pero, como suele ocurrir la ilusión solapa, con frecuencia, la falta de argumentos y propuestas.

Abrirse a una nueva mayoría social que sienta la suma amplia de la izquierda a la izquierda del PSOE, que este partido necesita con urgencia, sería ese lugar de la ciudadanía, comprometida y movilizada, y que tal vez podría cambiar la «bolita» de cubilete, es decir, al rojo.

Me temo que para lo dicho no hay manual de instrucciones, yo lo desconozco. Hay, sin embargo, ámbitos desde los que fraguar esa izquierda social y ciudadana. Multiplicidad de actores y movimientos sociales con los que no cabe competir, sino ir con ellos y hacia ellos, son la condición para la posibilidad de la construcción popular y ciudadana de una izquierda, que estando moribunda, aún mantiene un hálito de aire. Aún respira.

Es el tiempo de llevar la contraria a aquellos versos de Sabina: «Descubrieron que los besos no sabían a nada. (…) Se borraron las pisadas. Se apagaron los latidos. Y con tanto ruido. No se oyó el ruido del mar».

Dejemos el ruido. Oigamos el ruido del mar. Y descubramos que los besos, sí saben… ¿Podremos?

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