Opinión | de lo nuestro Historias Heterodoxas

Un corazón de santa y un libro del demonio

Mieres brindó en 1953 un multitudinario recibimiento a las reliquias de Santa Gema, traídas por los Pasionistas dentro de un periplo por España

Gema Galgani Landi nació el 12 de marzo de 1878 en el pueblo de Borgonovo de Capannori, aunque pasó su corta existencia acompañada por su familia en la ciudad de Lucca. Fue una chica de gran belleza, aunque enfermiza, con problemas en la columna vertebral; sufrió una meningitis que le dejó graves secuelas y acabó muriendo de tuberculosis en 1903. En aquel momento, su fama de santidad estaba tan extendida que solo cuatro años más tarde el papa Benedicto XV inició el proceso para llevarla a los altares. Pío XI la hizo beata el 14 de mayo de 1933 y, finalmente, Pío XII aprobó su canonización en 1940.

Leyendo su biografía encontramos un catálogo completo de fenómenos sobrenaturales: entraba en éxtasis con frecuencia; llegó a levitar para poder besar en el aire el costado de una imagen de Cristo crucificado; sufrió en su piel las mismas llagas y huellas profundas de latigazos de aquél y tuvo en su frente heridas similares a las de una corona de espinas. También recibió en sus manos los estigmas de los clavos y tuvo que llevar guantes para ocultarlos. Esta escrito y aprobado por la Iglesia que se comunicaba habitualmente con su ángel de la guarda, con san Gabriel de la Dolorosa (cuando este ya había fallecido), con Jesús y con la Virgen, con quien llegó a tener tanta familiaridad que la llamaba cariñosamente "mi mamá"

Con independencia de lo que ustedes puedan pensar sobre estas cosas, yo se las cuento tal y como juraron haberlas visto los testigos de su proceso de beatificación y como están escritas en la "Biografía de la sierva de Dios Gema Galgani, virgen de Luca", publicada en 1915 por el padre pasionista Germán de San Estanislao, quien fue su confesor.

Por eso tampoco puedo callarme otra de las relaciones que santa Gema mantuvo con las fuerzas espirituales, aunque sea mucho más oscura: los ataques de todo tipo a que la sometió el demonio; otro personaje tan habitual en su vida que llegó a conocerlo por el nombre de "Chapino".

Según el padre Germán, el diablo la tentaba contra la castidad, la golpeaba, la levantaba de la tierra y la tiraba por tierra; le llenaba la comida de gusanos para que no comiese y le hacía ver en su cama bichos horribles y objetos repugnantes que ella llamaba "cosas del infierno". Incluso llegó a estar poseída y en ese estado olía a azufre, escupía al crucifijo, gritaba y sufría las contorsiones imposibles que vemos en las películas que recrean estas escenas.

Para ayudarla a soportar estos suplicios, su director espiritual la animó a relatar sus experiencias místicas en el llamado "Diario de mis pecados", pero "Chapino" vio lo que estaba escribiendo y se lo llevó al infierno gritando "¡Guerra, guerra a tu padre! ¡Tu libro está en mis manos! Y se relamía y se revolcaba en el suelo de la satisfacción". Finalmente, el maligno tuvo que devolverlo después de un exorcismo, aunque en un estado lamentable, con huellas de las llamas infernales y arañazos de sus garras infames y ahora es una reliquia que los Padres Pasionistas custodian en la basílica de San Juan y San Pablo en Roma.

También lo es el corazón de la santa, extraído de su ataúd a los trece días de su muerte, aún con sangre fresca y que presentaba un tamaño extraordinario. Aunque en este caso se venera desde el mes de mayo de 1985 en un santuario ubicado en la Colonia de El Viso de Madrid en las cercanías del estadio Santiago Bernabéu, hasta donde se dirigen cada mes sus devotos para pedir su intercesión, especialmente para solucionar problemas de salud o de estudios.

Hay más reliquias del cuerpo de santa Gema que son objeto de veneración, pero estas dos son las más importantes y las he traído a esta página porque en una ocasión pudieron verse en Mieres entre una mezcla de devoción, curiosidad y también –por qué no decirlo– de mofa por parte de los más incrédulos, aunque lógicamente este sentimiento no pudo expresarse en público.

Y es que los Pasionistas llevan vinculados a esta villa más de cien años: llegaron aquí en enero de 1907 –el mismo año en que se abrió el proceso para la canonización de la joven, a los cuatro años de su muerte– e inauguraron su primer convento en 1911, derribado en 1963 para construir en el mismo lugar el que podemos ver actualmente. Aquí mantuvieron durante décadas un seminario que llegó a tener 35 estudiantes con excelentes profesores titulados en Salamanca y en Roma.

También en 1951 se erigió en el convento el primer altar de España dedicado a Santa Gema, con su efigie vestida a la manera de la Orden; ya que, aunque su mala salud no le permitió ser pasionista, siempre se la representa así e incluso fue amortajada con este hábito. Por eso, no extraña que Mieres sea uno de los lugares destacados de este culto y que muchas mujeres de esta villa lleven el nombre de la santa en su honor.

No sé si ya serán muchas las personas que recuerden esta visita, pero aquí estamos para refrescarles la memoria.

Las reliquias llegaron a esta villa hacia las ocho de tarde del 10 de julio de 1953 acompañadas por los alcaldes (y a la vez jefes locales del Movimiento) de Mieres, Aller y Lena, que habían ido a recogerlas hasta León con una caravana de más de un centenar de vehículos. Una delegación leonesa acompañó a los asturianos hasta Puente de los Fierros y, desde allí, los vecinos de los pueblos del trayecto, especialmente Pola y Ujo, salieron en masa a para ver pasar a la comitiva.

Mieres se engalanó con flores y colgaduras para la ocasión y más de cinco mil personas situadas en los bordes de la carretera y frente a la parroquia de San Juan Bautista hicieron los honores para recibir a las reliquias que iba mostrando en un coche descubierto el obispo de Prusa, Elías Olázabal, quien las acompañaba en su periplo por las ciudades españolas.

Aquí debo hacer una parada en el relato para comentar un hecho para el que no encuentro explicación. Buscando la historia de estos días en la hemeroteca, veo que el paso de esta comitiva por otras provincias fue un verdadero acontecimiento en el que no faltaron gobernadores, obispos de cada diócesis y autoridades de todo tipo. Incluso, cuando había llegado a Madrid en la primera semana de junio, Carmen Polo de Franco y el obispo de Madrid habían salido a recibir a las reliquias a la plaza de la República Argentina antes de exhibirlas en su santuario.

En cambio, en Mieres solo estuvieron las autoridades locales y el obispo Olázabal, que era pasionista. Por algún motivo que desconozco, aquí se veneraron corazón y libro durante unos días, y, sin pasar a Oviedo o a otras ciudades asturianas, volvieron a salir por el puerto de Pajares para seguir su ruta tras unas jornadas que tuvieron muy poco eco en la prensa regional.

Volviendo a la narración, el prelado se dirigió a los fieles desde el pórtico de la iglesia y desde allí se organizó una nutrida procesión hasta el convento, presidida por los ediles, con las banderas y pendones de las cofradías, la Asociación de Santa Gema, las Hijas de María, Acción Católica y el Frente de Juventudes.

Al día siguiente, viernes, se celebraron misas continuadas desde las seis y media hasta las once, entre ellas una con comunión general para todos los niños y niñas de los colegios del concejo; el sábado hubo el mismo horario intensivo de oración, pero la eucaristía se dedicó a las mujeres jóvenes. Por fin, el domingo, 13 de julio, también con misas durante todo el día, destacó la de las once, pontifical, acompañada por la Schola Cantorum de la comunidad pasionista, reforzada con otras voces y violinistas mierenses y dirigida por el obispo. El oficio volvió a congregar a una multitud. Ya a las ocho de la tarde se dieron por cerrados los actos y el corazón de Santa Gema y el libro que el diablo quiso leer se despidieron de Mieres para seguir camino hacia León.

"El Socialista", publicado en la clandestinidad sí recogió la visita del corazón de Santa Gema y del libro venido desde el Infierno e ironizó sobre la entrada del demonio en España y su influencia en las constantes interrupciones del fluido eléctrico y las grandes lluvias que estaban viviendo aquel año. Y es verdad que la inundación que sufrió Mieres y obligó a traer pequeñas barcas para evacuar a los vecinos de la barriada de Santa Marina coincidió con la llegada de las reliquias a nuestro país. Sin embargo, lo cierto es que cuando el libro que pasó por las llamas fue presentado en el Convento Pasionista, la calle B ya estaba seca.

Suscríbete para seguir leyendo