Opinión

Mieres, Revolución del 34, represión y asturianá

Sobre el papel y la división de la cultura regional en la época

La página web del Ayuntamiento mierense dedica, dentro de sus contenidos institucionales, un apartado a varios de los acontecimientos que se vivieron en el concejo en la Revolución de 34. A través de testimonios aparecidos en diversas publicaciones van pergeñando una suerte de diario en el que se aportan cronológicamente –desde sus inicios hasta su capitulación– tales descripciones. La próxima conmemoración del ochenta aniversario de lo que se ha venido en denominar "La Comuna Asturiana" ha motivado dicha edición con la que se quiere poner de relieve la trascendencia y la repercusión que tanto nacional como internacional tuvo esta insurrección obrera que buscaba parar el avance de la derecha más reaccionaria.

El debate histórico, y consiguiente controversia, en relación con las actuaciones militares posteriores por parte del Gobierno de la república de Alejandro Lerroux sobre los principales –aunque no exclusivamente– protagonistas del 34 todavía no han alcanzado un grado de consenso elevado. De todas formas, nadie pone en duda los duros episodios represivos del gobierno que, bajo el control militar de Lisardo Doval, se llevaron a cabo en Asturies y en concreto en las cuencas mineras, centros neurálgicos de esta acción revolucionaria obrera.

El 1-1-1935, y como ejemplo de la división que, en la sociedad asturiana, y en la mierense en particular, había suscitado la Revolución del 34, se celebró un acto en honor al llamado "ejército libertador" en esta localidad. Tal como recogen las hemerotecas unas 600 personas asistieron al "cordial homenaje" –rezaban algunos de los titulares– en el que se congregaron la totalidad de los rangos del contingente castrense que habían participado en la represión en el concejo tras los sucesos de octubre del año pasado, así como guardias de asalto y autoridades civiles –representantes del ayuntamiento, entre ellos el alcalde Sergio León Muñiz–, todo ello bajo el auxilio de un nutrido grupo de "bellas y distinguidas señoritas" y supervisado por una Comisión creada al efecto.

Los escenarios del evento fueron el salón de fiestas del Orfeón de Mieres –donde tuvo lugar el banquete a la tropa y el de los suboficiales– y en el del Casino de Mieres –para jefes y oficiales–. En estos emblemáticos edificios se dispuso la ubicación de tan elevado número de personas y personalidades que contaron en ambos espacios con el consiguiente acompañamiento musical. Por el lado de las agrupaciones instrumentales estuvieron la Banda Municipal Local, la de cornetas del Regimiento Número 8 y "una acreditada orquesta local", además del ya famoso monologuista Ánxelu.

Uno de los "platos fuertes" de este "acompañamiento artístico" en el homenaje a los represores del 34 fue la asistencia de los cantantes Juanín de Mieres y de los Cuatro Ases de la canción asturiana –Cuchichi, Miranda, Botón y Claverol– "que fueron largamente aplaudidos". Figuras ya célebres, además de grabaciones y reconocimientos oficiales, gozaban también de una gran popularidad entre la población, precisamente en uno de los considerados momentos gloriosos de esta, por antonomasia, manifestación musical de Asturies. No cabe la menor duda de la intención de los organizadores de este acto al contar con la presencia de tales insignes intérpretes: dotarlo de una poderosa fuerza simbólica de respaldo a través del folklore popular. Todo ello en pos del apoyo –moral y artístico– al aparato coercitivo y sanguinario creado tras la Comuna del 34.

El caso de Juanín de Mieres ejemplifica una de las trayectorias más controvertidas de la conexión entre la política y la canción asturiana: pasó de apoyar en la década de los veinte y treinta a los trabajadores en huelga –junto a los Cuatro Ases en alguna ocasión– a abrazar sin pudor –antes alentó a las milicias durante la guerra civil– la causa franquista después de finalizada esta. Sin olvidarnos que, en marzo de 1934, llegó a actuar en el Teatro de La Casa del Pueblo de Mieres –en la de Morea lo haría en junio– en compañía de un variado elenco de intérpretes como Juan Santamaría, Ángel Álvarez o, entre otros, la propia "La Instrumental de la Casa del Pueblo". Estos erráticos comportamientos políticos no dejan de ilustrar como los traumáticos episodios de las tres primeras décadas del siglo XX fueron marcando, de manera más o menos voluntaria, el devenir personal de muchos integrantes de la música popular asturiana. Y por lo que se refiere a su presencia en los fastos en honor del cuerpo militar represor apoyando al Gobierno legítimo de la República, que incurrió en brutales desmanes, personifica –en su condición de mierense– un plus de mayor cobertura –repetimos moral y artístico– a la durísima intervención militar que se vivió en este concejo posterior a los hechos del 34.

Algunos historiadores han calificado a la Revolución del 34 como un prólogo de la Guerra Civil de 1936. Hay quien cuestiona tal afirmación, aunque la división política y social que se plasmó en octubre de ese año es evidente que se repetiría casi dos años más tarde. Y por supuesto, el uso de la acción armada, con sus correspondientes dimensiones, fue consustancial a ambos. En lo que concierne a la implicación de músicos y cantantes como comparsas de los correspondientes bandos enfrentados resulta evidente, y permítaseme la expresión "natural "en función de su ideología. Lo que ya resulta paradójico, y por momentos extremadamente patético, es ver como la historiografía "oficial" sobre la Asturianada ha tratado de ocultarlo, o ningunearlo, sobremanera las relaciones filo-franquista de un considerable número de ellos, o como en los sucesos pos-Revolución del 34, y el aquí reseñado no es el único, su evidente connivencia con la exaltación represora de los mismos.

Hay que tener en cuenta que la comparecencia de la Asturianá en todas estas celebraciones político-militares no lo era a título de mero adorno complementario, sino que, al contrario, buscaba alcanzar una mayor legitimidad en el resultado final con su concurrencia. Se trataba en suma de contar con el aval de una manifestación cultural –la canción asturiana, y por extensión, su variado folklore– con una gran ascendencia entre la población a la que iban dirigidos. La Revolución del 34 no solo tuvo su glosa sónica en el bando obrero y revolucionario, también contó con la "coartada" de la tonada –y algunos de sus destacados representantes– desde el bando vencedor en uno de los capítulos más horrendos y crueles: el de la represión.

Suscríbete para seguir leyendo