Opinión

Rocanrol: el Sporting, ante el momento del cambio para seguir de aspirante

Hace unas cuantas jornadas ya que los rojiblancos se están desdibujando

Un momento del partido Amorebieta - Sporting.

Un momento del partido Amorebieta - Sporting. / LNE CORREO

Transcurría el soporífero minuto 38. El parroquiano, acodado en la barra, dio media vuelta y enfiló la puerta a la vez que sentenciaba: "pa lo que hay que ver…". Había resistido hasta entonces una exhibición interminable de tocataca-tacatoca, tuya, mía, pa un lado, pal otro y patrás si no la perdemos antes y no nos meten gol después… Ya había marcado Jauregui para el Amorebieta, aún no había empatado Otero y todavía faltaba que se adelantaran los vascos antes del descanso.

Hacía una semana, tras los pitidos de la afición en El Molinón, a pesar de la victoria ante el Alcorcón, Miguel Ángel Rodríguez afirmaba que al equipo le iba el rocanrol. Sonaba a soflama. El Sporting de MAR poco tiene del ritmo, la intensidad y la contundencia de la música surgida en Estados Unidos de la fusión de sonidos como el country y el rhythm and blues. Si nos ponemos teóricos musicales, el juego del equipo se asemeja más a una entonación popera o, si me apuran por eso de la tierrina del míster, a las partituras melódicas y reiterativas (que no corales en el caso sportinguista) de "Los Sabandeños".

Hace unas cuantas jornadas ya que el Sporting se está desdibujando. No, no creo que haga el ridículo, como corre por las redes sociales. Cuando vence, no convence; y cuando pierde muestra impúdico sus carencias. MAR achacó la derrota ante el colista Amorebieta a la falta de entusiasmo, de deseo, de energía de un equipo que pierde casi todas las disputas. Como un grupo de rock desganado en un concierto. Hay pocas cosas peores que ver. Y creí entenderle que era necesario un cambio radical de actitud y de juego. Ver veremos si así es.

Una de las leyes de la termodinámica del fútbol sostiene que para obtener resultados diferentes hay que hacer cosas distintas. Y creo modestamente que al Sporting le ha llegado ese momento. O cambia su estilo de juego, abandona los exasperantes tocamientos pelotudos (en el sentido futbolístico y en el argentino de hacer algo con pocas luces o escaso lucimiento), busca un juego más práctico que le permita ver puerta contraria con fluidez, o seguirá cosechando los mismos resultados que lentamente le alejan de los objetivos de pelear el ascenso, como si estuviese atrapado en un machacón y cansino chachachá.

Hay quien se conforma con no correr peligro de descender, como la temporada pasada. "Bueno, al menos, este año no bajamos", comentó resignado otro parroquiano al final del partido del domingo, a la hora de una sobremesa indigesta, que requería mucho bicarbonato para digerir el triste espectáculo. Pero a este equipo hay que exigirle más. Aún hay tiempo. En una Segunda tan apretada, una victoria marca distancias. ¿Dónde está aquel grupo de jugadores que se mantuvo en lo alto de la clasificación con buenas sensaciones? Un punto nos separa de la promoción, 4 del ascenso directo. La Mareona tiene ganas de rocanrol, no en la versión pitidos, sino para rugir con Mick Jagger un "Satisfaction" que atruene El Molinón.

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