Opinión

Cuestión de fes: la esperanza de la afición en la remontada del Sporting para alcanzar la promoción

MAR ha mantenido terco un sistema de toque y sacar desde atrás cuando el equipo no está preparado para un "guardiolo"

Miguel Ángel Ramírez

Miguel Ángel Ramírez / LNE

Pasada la Semana Santa se pudo comprobar la devoción procesional que mantienen los españoles. Más espectáculo que verdadera creencia, como demuestra la escasa asistencia a los oficios religiosos cotidianos o el cumplimiento de los mandatos cristianos. Para muchos el fútbol es su particular religión con templo y liturgias propios. Su fe se concibe de forma muy distinta a la católica. Ésta es ciega, somete la voluntad y la inteligencia del hombre a Dios. "Es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (Hebreos 11:1). No es que esté muy puesto en citas religiosas, más allá de las reminiscencias educativas, pero Google siempre ayuda.

La fe religiosa y la futbolera comparten similitudes, pero una categórica diferencia las distingue. La futbolera conduce a creer a pesar de lo que sí se ve, en contra de la realidad. A mantener la esperanza y la ilusión por encima de los disgustos de cada jornada. Como si en cada partido Dios te ordenase sacrificar a tu primogénito, pero en el último instante no detiene tu mano. Resulta más compleja de comprender. Podríamos considerarla una doble fe, la que la popular María José Cantudo denominaba en plural "fes", antes de pedir un whisky on the rocks, pero sin hielo porque debía cuidarse la garganta, ¡ea! Un desatino.

Restan nueve partidos para concluir la temporada y el Sporting es décimo, se ha descolgado a tres puntos de la promoción, su dinámica es descendente en un momento clave, ofrece malas sensaciones, con escaso juego, fallos en todas las líneas y se barruntan pocas expectativas de mejora. Miguel Ángel Ramírez afirma que a sus jugadores les falta "pasión", lo que traducido de la poética del fútbol viene a ser algo así como "güevos". Lo dice después de comprobar que pierden casi todas las disputas, que cometen errores impropios, que sigue faltando gol, que cuando el partido se tuerce les falla la fe en la victoria. El Racing de Santander remontó y venció en El Molinón por un motivo principal, por su convicción y deseo de ganar, por tener más fes; bueno, y porque sus delanteros atesoran mucho más gol. MAR también se lleva lo suyo. Ha mantenido terco un sistema de toque y sacar la pelota jugada desde la portería para el que quizás el equipo no esté preparado, eso que en el argot se denomina un "guardiolo", que a mi modesto entender ha provocado más sinsabores que alegrías. Tampoco ha llegado a encontrar una alineación de base fiable, más allá de que a unos u a otros nos gusten más o menos unos jugadores que otros. Suele errar en los cambios durante los partidos como demuestra su escaso efecto revulsivo. Guardiola, ese gran entrenador entre micción y micción de colonia, comentó recientemente que cuando elige una alineación, realiza cambios durante el partido y gana, es que lo ha hecho bien; si no, ha fracasado. Así de simple.

Y con este panorama poco alentador va la Mareona (la presencial y la moral de chigre, televisor y transistor) y se lanza a Miranda de Ebro con la esperanza de que la caída a la mitad de la clasificación haya tocado suelo, con la ilusión de que se produzca eso llamado efecto rebote –el resurgir del Ave Fénix–, con el deseo de que entrenador y futbolistas vean la luz celestial del buen fútbol y de los buenos resultados, con la confianza en que reencuentren la pasión.

El sportinguismo, que tiene su propio templo llamado El Molinón, pueblo errante por los campos de España, bien sufrido en mil batallas y resarcido con escasas alegrías, ha demostrado históricamente tener una inquebrantable convicción. Las fes más devotas del fútbol y sin los whiskys de la Cantudo.

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