Entrevista | Juan Carlos Martínez | Jefe del servicio de Parques y Jardines de Gijón

"Gijón va a ir hacia modelos más verdes; si no, sería insostenible"

"Desde el punto de vista de la biodiversidad, es infinitamente más rico un sistema con menos siega; lo otro no es viable"

Juan Carlos Martínez, en el stand de Gijón en la Feria Internacional de Muestras. | Ángel González

Juan Carlos Martínez, en el stand de Gijón en la Feria Internacional de Muestras. | Ángel González / Nel Oliveira

Nel Oliveira

El ingeniero agroambiental Juan Carlos Martínez Sánchez lleva ya 33 años como jefe del servicio de Parques y Jardines del Ayuntamiento, un equipo que cuenta con unos quince profesionales que se dedican diariamente a la gestión del paisaje urbano gijonés, tanto en la creación y modificación como en el mantenimiento. Su ámbito de actuación en el concejo ronda las 1.150 hectáreas. Esta pasada semana, además, presentó en el recinto ferial las reformas en Los Pericones y La Camocha para crear "espacios para convivir", proyectos que necesitarán más de 3,4 millones de euros de financiación europea.

–¿Cómo está funcionando el sistema de reducir las siegas para favorecer la biodiversidad y que ha generado polémica?

–Llevamos diez años trabajando en este tema, no es algo improvisado. Está claro que en el espacio público los ciudadanos tienen derecho a la belleza y al placer visual. Un modelo de zonas verdes domesticadas es aceptado socialmente, pero no es viable económica ni medioambientalmente.

–¿Por qué?

–Para hacer eso se necesita mucha cantidad de abonos, productos fitosanitarios o de agua, por lo que no sería sostenible. Desde el punto de vista de la biodiversidad es infinitamente más rico un modelo con menos siega. De hecho, a nosotros nos obliga a incrementar la técnica. No es solo dejar de segar. Tenemos que sembrar con plantas que generen floración o generar parterres seminaturalizados. Eso implica un conocimiento técnico muy superior a sentarse en una máquina y segar. Es un tema parecido al de recogida de la hoja, que también es favorable dejarla sin recoger en determinados espacios. Hay un ejemplo muy claro, el de la avenida del Molinón. Es probablemente la intervención de renaturalización urbana más potente en España de 2021. Ahí sí que ganamos la pata social.

–Están a la espera de que Europa le conceda financiación para dos grandes proyectos: la verdificación de La Camocha y el laboratorio de permacultura de Los Pericones.

–Hay mucha ilusión puesta en ambos tanto por parte de la administración como por las asociaciones de vecinos, que se están implicando mucho. En La Camocha habrá una renaturalización de espacios y reordenación de aparcamientos. Además, se conectará la senda verde con la fluvial, haciendo una circular que atraviese el poblado y mejorando la comunicación. El laboratorio de Los Pericones va a ser un dinamizador social: un lugar para el trabajo colectivo y un espacio de aprendizaje. Además se recuperará el patrimonio de la zona.

–La gran demanda de solicitudes para los huertos de ocio dejan entrever que también interesará el laboratorio de Los Pericones.

–Sin duda. Cuando empezaron los huertos de ocio había incluso problemas para cubrir las plazas. Ahora hay 700 solicitudes para 260 plazas. La gente demanda ese tipo de instalaciones. Lo de Los Pericones va más allá. Es un proyecto casi de economía circular.

–¿Le preocupa la aparición de especies invasoras?

–Nos preocupan, ya que pueden provocar una pérdida de biodiversidad. Hay unas cuantas que son prácticamente imposibles de controlar. Desde la "reynoutria japónica" o la uña de gato, que estaba en los acantilados costeros y con la que prácticamente se acabó. Y la pelea que seguimos teniendo es con la "cortaderia" (plumeros de la Pampa), que es complicada porque se desarrolla generalmente en carreteras. Ahí se necesita la colaboración entre Ayuntamiento, Principado y Ministerio.

–Este verano ha habido quejas en El Arbeyal por las algas.

–El día que deje de haber algas en las playas que la gente se eche a temblar. Eso significaría que el sistema marino estará colapsando y puede ser de una gravedad enorme. Que haya algas es un proceso natural que indica que todavía hay vida en el mar. En Asturias, por ejemplo, ya no hay oricios porque desapareció la laminaria, entre otras cosas, por el aumento de las temperaturas. En el caso de las algas en una playa urbana como El Arbeyal claro que se recogen. Y desde mi punto de vista, con excesivo celo.

–¿Cómo ha influido en su modelo de trabajo las altas temperaturas de este verano y la escasez de lluvia?

–Ha sido uno de los peores veranos en cuanto a meteorología se refiere, ya que es un indicio clarísimo del cambio climático. Nosotros llevamos tiempo preparándonos para el cambio ineludible del modelo de zona verde. Por ejemplo, los cambio en el clima te obligan a la selección de especies. Es el caso de las arbóreas, que son las más importantes en los espacios públicos. Y todavía van a ser más importantes en un futuro.

–¿Se nota mucho el cambio climático?

–Hay un hecho muy evidente: cuando yo empecé a trabajar, la época de plantación de árboles empezaba en noviembre y terminaba en abril; ahora tenemos unos dos meses de plantación. Es un síntoma muy preocupante de cómo está cambiando el clima. Este verano, por ejemplo, cambiaron circunstancias como que los jardineros se tuvieron que bajar de las máquinas para regar los árboles, en lugar de estar segando céspedes que no crecían.

–Cuando empezó a trabajar en los años ochenta la concienciación con el medio ambiente no es como ahora.

–Es cierto que no era una época en la que fuera plenamente consciente del cambio climático, ya que fue más tarde cuando empezó a haber informes científicos al alcance de todo el mundo. Fue todo una evolución. Ahora vemos que los árboles no es que sean fundamentales, sino que van a ser cada vez más importantes en las ciudades. Son elementos que servirán para regular las temperaturas, a parte de otros efectos benéficos como la depuración del aire. Los primeros años de gestión hicimos un tipo de jardinería más clásica, más basada en el césped. Desde hace unos años entendemos que el modelo de jardinería estaría más basado en el árbol, intentando que sean los protagonistas de las zonas verdes.

–¿Es importante la concienciación social en esa transición hacia la verdificación?

–Es imprescindible. La sostenibilidad tiene tres patas: la económica, la medioambiental y la social. Es decir, para que una ciudad sea sostenible, tiene que ser sostenible económicamente, medioambientalmente respetuosa y socialmente aceptada. La ciudadanía tiene que reflexionar sobre estos nuevos modelos y aceptarlos. En el momento que eso ocurra, la sostenibilidad estará conseguida. Pero es un proceso complejo. Hace años, el desarrollo del fenotipo urbano creó unas expectativas que ahora no podemos seguir. Hay que reflexionar. Por ejemplo, los altos costes energéticos, que vinieron para quedarse. Y la crisis va a ir a peor. Tenemos unos modelos de conservación basados en el consumo energético y eso hay que cambiarlo sí o sí. Ese cambio en el paisaje urbano es difícil de entender por parte de la ciudadanía. Como Administración tenemos la obligación de hacer pedagogía e interactuar.

–¿Cómo será el Gijón del futuro?

–Va a ir hacia modelos más verdes, no puede ser de otra manera. De no ser así sería una ciudad insostenible. Hay ejemplos en todo el mundo, con todo tipo de gobiernos, en los que se está siguiendo esa línea.

–¿Y el Muro del futuro?

–También verde. Y peatonal. El modelo de circulación en las ciudades también va a ser distinto. El coche de combustión no se va a sustituir por el eléctrico. El modelo urbano de Gijón es fácil de resolver, ya que es una ciudad bastante llana quitando zonas muy concretas. El uso de coches compartidos va venir sí o sí, también el transporte público, la bicicleta o el transporte a pie.

–¿Sería sostenible soterrar el tráfico en el paseo del Muro?

–Eso es algo inviable, no se va a hacer. Eso era cuando éramos ricos y ahora ya no lo somos. Aplicando el sentido común, sería como matar moscas a cañonazos. Es un modelo que no es sostenible. Hay países en el que gasoil se está racionando y no se puede destinar al transporte particular. No lo digo yo, lo dicen los expertos. Hay que dedicarlo a la producción y al transporte de alimentos.

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