Los grafitis invaden la calle Corrida: "Ensucian la zona y degradan la ciudad"

"Hacen horrible. Son una gamberrada", lamentan los comerciantes y paseantes sobre las pintadas en la céntrica arteria

Pablo Palomo

Pablo Palomo

Firmas de todos los colores, palabras malsonantes, proclamas políticas y sobre todo... muy mal gusto. Los grafitis también invaden la calle Corrida y sus alrededores y traen de cabeza a los comerciantes y a los miles de paseantes que escogen el principal eje comercial de la ciudad para estirar las piernas. Las pintadas se concentran en puntos concretos. Especialmente, en un edificio de color blanco que hay haciendo esquina con la plaza del Carmen. Pero los grafitis en la calle Corrida son como un elefante rosa. Una vez te fijas en ellos, no puedes parar de ver más y más. Algunos, hasta afectan a las fachadas de negocios emblemáticos y centenarios, como es el caso de la parafarmacia Castillo con 101 años de historia. "Hacen horrible. Son una gamberrada", coinciden los paseantes y los comerciantes de la zona.

Sandra Fernández es una joven de 24 años que regenta la heladería Ice Rolls en la calle Corrida, muy cerca de la plaza de Italia. Lleva tres años al cargo de este negocio, que ahora pasa los meses fríos ofreciendo viandas calientes como crepes. La chica tiene un curioso método para protegerse de las pintadas. Le encargó a un grafitero particular que le dibujara algo bonito para la trapa de su heladería. Es una pequeña obra de arte que se aprecia cuando el negocio está cerrado. "Es como de protección. Al haber un dibujo de alguien no lo tocan. Entre ellos se respetan", comenta la chica. Aun así, a veces, ni por esas. Al lado de su negocio hay varias pintadas que nada tienen que ver con el arte. "Es un fastidio porque tú lo que buscas es enseñar bien tu negocio, no que se vean cosas mal hechas", expone.

La lucha contra los grafitis no es nada nuevo en la ciudad. Emulsa se encarga de limpiar aquellos que afectan a edificios públicos. Muchas veces es como querer matar moscas a cañonazos. Por mucho que se quiten, siempre salen más. Se borra uno, aparecen dos. El gobierno local amplió este verano a cuatro espacios más el proyecto de muralización. Esta actuación busca el lado bueno del grafiti. Es decir, motivar a artistas locales a plasmar su arte en espacios habilitados para ellos. Cosas así no son raras en otras ciudades. En Salamanca, por poner un ejemplo, existe el Barrio del Oeste, que es una zona próxima al centro de la ciudad en la que se ha potenciado el arte urbano con gran éxito.

Pero volviendo a la calle Corrida, las pintadas enfurecen a los comerciantes. Miguel Martínez Blanco es el dueño de la parafarmacia Castillo. Este negocio sufre el problema de las pintadas en la fachada que da a la calle Carlos Bertrand. "Quitarlos es una misión imposible, porque según quitas uno, rápidamente hacen otro", comenta. "Tienen que hacerlo por la noche, porque nosotros estamos abiertos de nueve de la mañana a nueve de la noche y nunca hemos visto como los hacen", explica. "Si hicieran algo que estuviera bonito, pues todavía, pero lo que hay ahora no comunica nada. Directamente ya ni nos fijamos", expresa.

Lo mismo cree Jesús García, dependiente de Fotocentro. "Esto lo que hace es ensuciar la calle, degradan la ciudad y no aportan nada", comenta. "Es basura y se debería de limpiar algo más. Si se quiere, se puede. Es un problema que se ha extendido a toda la zona Centro", declara. "La verdad, es que hacen horrible", dicen, mientras tanto, Isaac Lastra y Verónica Vázquez, una pareja que ayer paseaba por Corrida a media tarde. "Es un problema de civismo", añaden. "Si se pinta, se debe hacer bien, no esto", puntualizan Katrina Coma y Camila Landolfi, dos chicas que ayer estaban de compras en una conocida franquicia en de la calle Corrida con la plaza del Carmen cuya fachada está salpicada de pintadas.

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