Entrevista | José Ovejero Escritor, presentó «Mientras estamos muertos»

"Desvelar la intimidad incomoda aunque se enmascare de ficción"

"La familia es el lugar en el que nos imponen las primeras prohibiciones, en el que se nos muestran nuestros límites"

José Ovejero, ayer, en el paseo de Begoña.

José Ovejero, ayer, en el paseo de Begoña. / ATHENEA EUGON

Tino Pertierra

Tino Pertierra

"Familia: huella, raíz, quiebra". José Ovejero descifró ayer en la Feria del Libro varias claves de su libro "Mientras estamos muertos" (Páginas de Espuma), en conversación con el lingüista Enrique del Teso. Ovejero (Madrid, 1958) ganó el premio "Anagrama de ensayo" con "La ética de la crueldad", y el "Alfaguara" de novela con "La invención del amor".

–¿La memoria, incluso la propia, se alimenta muchas veces de ficción?

–Siempre. La memoria y la imaginación trabajan siempre juntas para construir una narración coherente del pasado; necesitamos rellenar los huecos entre las escenas del álbum de nuestros recuerdos, y para ello tenemos que inventar o que especular.

–¿De los viajes al pasado nunca se sale indemne?

–El pasado guarda siempre material doloroso, no importa lo feliz que, en general, haya sido nuestra vida. Volver a ello reabre las heridas, aunque a veces sirva para que cierren mejor.

–¿Hay muchos recuerdos que creemos olvidados pero que solo están hibernando?

–Sí, y eso lo descubres escribiendo. Pero también narrando oralmente: cuando nos ponemos a contar algo que sucedió de pronto resurgen escenas o hechos que creíamos olvidados. Pienso que eso le sucede a todo el mundo, no solo a quien escribe.

–¿Comparte la frase de Tolstoi "Todas las familias felices se parecen entre sí; pero cada familia desgraciada tiene un motivo especial para sentirse así"?

–Es un gran inicio de novela, pero parte de una idea dudosa: ¿qué es una familia feliz? Las familias felices no existen, es decir, no existen todo el tiempo. En cualquiera que se considere feliz hay a veces dramas, tragedias, heridas, ofensas. Y por eso también la felicidad de cada una es diferente, se alimenta de un pasado diferente. Todas las familias se parecen y todas son distintas.

–¿Le inquieta a veces que su familia lea lo que publica?

–Sí. Por suerte no pienso en ello mientras estoy escribiendo. Pero a la hora de publicar, sí.

–¿La familia puede ser fuente de dolor?

–Claro. Es el lugar en el que nos imponen las primeras prohibiciones, en el que se nos muestran nuestros límites, también en el que nos dicen lo que debemos ser y lo que no (después llega la escuela y el resto de nuestra socialización). Y también: la familia es a la vez refugio y cárcel; unas más lo primero, otras más lo segundo.

–¿Con las herencias emocionales se puede negociar o imponen su ley?

–Puedes luchar contra ellas, pero nunca eliminarás por completo la herencia. No solo eres hijo de tus actos, también del contexto y los afectos con los que creciste.

–¿Cambiarían mucho sus historias si se cambiase el escenario histórico donde transcurren?

–No solo el escenario histórico, también la clase social. No puedes escribir la misma novela ambientada en un barrio obrero y en una urbanización de chalés con piscina. Sin embargo, los temas esenciales del ser humano atraviesan la clase y la historia, aunque se plasmen de manera diferente. Por eso podemos leer aún a Shakespeare o a Christine de Pizan.

–¿Exponer la intimidad propia incomoda?

–Claro. Porque de pronto eso que era privado se convierte en público, eso que contarías a los más cercanos es recibido por gente a la que no conoces o conoces poco. Por muy enmascarada que esté en la ficción, la intimidad desvelada produce incomodidad.

–¿La ficción es un buen camino para contar la verdad?

–La imaginación –que se plasma en la ficción– es para mí una forma de conocimiento, como lo son la experiencia y la documentación. Pero no hay que confundir el tipo de verdad que aporta cada una.

–¿La España actual la veremos con otros ojos dentro de 20 años, pasado el furor de la actualidad?

–Supongo que la veremos con perplejidad. Y nos preguntaremos cómo una sociedad democrática fue cayendo en manos de un populismo despiadado, de partidos que conquistan el poder prometiendo quitar derechos y retroceder en avances sociales. Espero que en 20 años aprendan algo de esta deriva.

Suscríbete para seguir leyendo