Los drones llevan a Gijón a su propio planeta: así ha sido el espectacular viaje por la iconografía de la ciudad

«La Madre del Emigrante», el «Elogio del Horizonte» o el imposible remate de Quini contra el Rayo, entre las figuras recreadas en la playa de Poniente

Pablo Palomo

Pablo Palomo

«La Madre del Emigrante», el «Elogio del Horizonte» o el imposible remate de Quini contra el Rayo. Esas y otras muchas figuras emergieron en los cielos de Gijón esta noche en la playa de Poniente en el que fue el primer pase del Drone Show Festival, el festival de drones con el que arranca la presente edición de la fiesta del cielo. La primera sesión es la más gijonesa y propuso a las miles de personas que se congregaron en el arenal a las puertas de El Natahoyo un viaje mágico hasta llegar al «Planeta Gijón» que da nombre a la representación. A lo largo de unos doce minutos, unos doscientos drones crearon figuras enormes y en tres dimensiones recorriendo toda la iconografía del concejo gijonés. «Ha sido espectacular», valoraron muchos de los presentes al primer pase en el intermedio antes de empezar el segundo, que arrancará a las 23.45 horas.La parte sonora del espectáculo fue la comparsa perfecta para la noche y funcionó además como preludio. Media hora antes de que el cielo se llenara de objetos volantes los altavoces a pie de tierra comenzó a poner sobre aviso a los miles de espectadores agolpados en el área de Poniente. Como si fuera la megafonía de la cercana y antigua estación de ferrocarril, ahora museo, la megafonía comenzó a llamar a los presentes, como si fueran viajeros de un tren, para subirse a sus naves especiales y poner rumbo a ese lejano planeta llamado Gijón. Tanto la música como la locución tienen acento local. Las notas musicales las firma David T. Guinzo. El músico ha compuesto una partitura específica para la ocasión, mientras que Ana Viñuela cede sus cuerdas vocales para el relato.

La figura inicial provocó las primeras de muchas exclamaciones. La inconfundible silueta de la estatua de «La madre del emigrante» sobrevoló el espacio aéreo entre el Acuario y Talasoponiente con el contorno del edificio del Ayuntamiento detrás. La composición era un juego de palabras, una metáfora que, como remarcó la megafonía, la ciudad nunca olvida a aquellos que tuvieron que marcharse. Los drones se movieron rápido para conformar la siguiente figura. Aunque fuera de su sitio junto a la escalera Cantábrica todo el mundo fue capaz de reconocer la iglesia de San Pedro, la parroquia mayor de Gijón.

La siguiente figura fue el «Elogio del Horizonte» y luego, para recodar que Gijón es una ciudad, o por la noche de ayer un planeta, con mar, los drones maniobraron con asombrosa rapidez para configurar las pinzas de un centollo moviéndose entre las nubes. El relato pasó entonces a uno de los momentos más geniales de la noche. La locución habló de un brujo que hechizó a todo el planeta. Pocos segundos después los aparatos confirmaron una imagen que sigue en la retina de todos los aficionados del Sporting. La de la mítica volea del sempiterno Quini en aquella impresionante foto que le tomó Ubaldo Puche en un partido contra el Rayo Vallecano.

Begoña y los fuegos y un merecido homenaje a la sidra fueron los siguientes iconos dibujados en el lienzo de Poniente. Uno de los momentos más espectaculares llegó al final del espectáculo. Cuando ya se estaba cerca de la órbita del planeta Gijón, la locución pidió colaboración a los miles de gijoneses que había en el arenal para alumbrar el viaje. Y así lo hicieron sacando de sus bolsillos los teléfonos móviles y alumbrando toda la playa con las linternas como se hacía antaño con los mecheros en las baladas de los conciertos. La última palabra la tuvo Gijón. Y además, literalmente porque los drones pintaron el nombre de la ciudad con su clásica tipografía. Lo hicieron también con el topónimo en asturiano para cerrar una noche mágica. El show apenas duró 720 segundos. A los drones no les da la batería para más. Pero mientras le duró el resuello sustituyeron con nota a esas arañas explotando entre las estrellas de las que habló Kerouac cuando habló de fuegos artificiales.

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