De viaje con Jovellanos | Gijón-León en 1792 (XIII)

Una mirada a Cacabelos y alrededores

El ilustrado gijonés incorpora a las descripciones de los paisajes de la zona una crítica sobre la falta de aprovechamiento de las aguas de los ríos Sil y Cúa para el riego con fines agrícolas

Pablo Vázquez Otero

Pablo Vázquez Otero

Nuestro protagonista estaba ya en los preparativos para reemprender camino desde el monasterio de Carracedo en aquella mañana, ya lejana en el tiempo pero que gracias al diario de nuestro viajero parece engañosamente cercana, del 19 de junio de 1792.

Y de inmediato el camino se presenta ante él, veamos por donde transcurre y que lugares, paisaje y paisanaje se topa, dice así a o largo de sus textos: "Despedida; salida hacia Cacabelos, lugar grande; iglesia nueva, al parecer, de una nave y decente arquitectura, aunque poco arreglada; mala portada, de mezquino gusto. A la salida del pueblo, gran puente, reedificado en 1790. Carretera con demasiado lomo; muchas viñas y muy bien cuidadas. Grandes derrumbamientos de tierra arcillosa sobre el camino real. Bellísimo y fertilísimo valle de Vilela, dividido en caseríos y cultivado con mucho esmero. Encima el castillo de Curullón". Pues queda claro que Jovellanos al salir del monasterio va hacia el norte pero veremos después como casi de inmediato coge el que llama camino real hacia el oeste para avistar en poco tiempo Villafranca del Bierzo, pero antes ya nos deja alguna observación digna de diseccionar.

En las inmediaciones, a simple vista desde Cacabelos que está enmarcada en plena ruta jacobea y esto la dotó de varios hospitales de peregrinos como el de San Lázaro, el de Santiago o el de Santa Catalina, vemos ese cerro de Castro Ventosa donde se ubica, como ya dijimos en el capítulo anterior, la mítica Bergidum Flavium como punto de control romano de los cercanos yacimientos auríferos de la zona, y ya mencionada por Floro o Ptolomeo entre otros. Ya en Cacabelos y a nivel de alta edad media es en el siglo X, en una donación de Bermudo II al propio monasterio de Carracedo, cuando aparece citada por primera vez.

Y Jovellanos habla de su iglesia parroquial que hay que decir que la original, bajo la advocación de Santa María, fue levantada en el mismo lugar que hoy se alza la "nueva" por orden de Diego Gelmírez, el arzobispo de Santiago en el año 1108, y de la cual hoy solo permanece un fragmento del ábside de estilo románico, ya que fue totalmente modificada y reedificada en el XVI y a posteriori en siglos sucesivos, como por ejemplo la torre neorromanica que hoy luce y que fue añadida en 1904.

La que Jovellanos vio y definió como de portada con mezquino gusto no es la misma iglesia de Santa María de la Plaza, hay un pequeño lapsus que más adelante subsanará, es la del santuario de Nuestra Señora de las Angustias, junto al río Cúa y en las inmediaciones del antiguo camino real. Es una iglesia barroca, y ya se entiende el peyorativo adjetivo que le dedica, consagrada en 1758. En el camarín interior es donde se encuentra la imagen de la llamada Virgen de la Quinta Angustia de 1764, aunque aún dentro hay otros retablos, el más destacado es el mayor, datado en 1758 y que fue obra de Miguel Nuñez y Juan de Solorzano.

Para salir del pueblo hay que atravesar el río Cúa y Jovellanos cita un puente lógicamente de madera fue en sus lejanos orígenes, dicen incluso romanos, pero las referencias más antiguas nos llevan de nuevo al siglo XII y ya con el uso de la piedra. En 1630 el maestro cantero Juan Gil de Gibaja remata por la cantidad, no pequeña ni mucho menos, de 25.800 ducados una perspectiva cercana al puente que vemos hoy. Documentos varios hablan de desperfectos y reformas posteriores, hay uno de 1708 donde se ordena que se "prosigan las diligencias para la reparación del puente" ya que alguna riada lo había dañado seriamente. Otra fue en 1774, donde una nueva crecida del río destruyó parte de la obra del puente, por eso en esos años tuvo grandes reformas, como cuando Jovellanos pasó por allí y nos da el año 1790 como última gran modificación. El puente sigue siendo hoy, con sus seis bóvedas, imagen y foto típica de esta población.

Y de Cacabelos Jovellanos se dirige hacia Villafranca pero cita el castillo de Curullón que en realidad es llamado Corullón y se avista ya a las puertas de la población y que se conoce fue construido como mansión de la familia Rodríguez de Valcarce en el siglo XIV y parece ser sus cimientos están sobre un castro. Conserva hoy una torre medieval ya que fue muy transformado también con el paso del tiempo. A nivel de poseedores y propietarios, de los Valcarce pasó a los condes de Lemos y después al marquesado de Villafranca. Jovellanos al llegar a Villafranca aún ve esta fortaleza y dice así: "Entrada de Villafranca: casa fuerte del marqués, coronada de artillería; es un cuadrado con cuatro cubos en los ángulos. Debieron ser torres con almenas o merlones; ya están rebajados, y con tejado como las cortinas".

El marquesado de Villafranca del Bierzo es muy antiguo y se unió con linajes más que poderosos en España. El primer marqués fue Juan Osorio y Bazán concedido por los Reyes Católicos en 1486. Cuando Jovellanos llega a Villafranca en este viaje el titular era nada más y nada menos que José Álvarez de Toledo Osorio, el XI marqués, que casado con María Teresa de Silva Álvarez de Toledo a la sazón, XIII duquesa de Alba le convirtió a él en duque de Alba.

Lo conoció nuestro protagonista ya que fue considerado uno de esos ilustrados de la nobleza española y también fue uno de los principales mecenas de Francisco de Goya, quien por cierto lo retrató como a nuestro don Gaspar.

Dice a continuación a donde llega: "Se atraviesa la villa, y al extremo se pasa un buen puente nuevo sobre el Burbia, y después se entra a un pequeñísimo arrabal, cuya primera casa es la del señor de Noceda. La casa del señor de Noceda, construida sobre un plano de figura irregular y en un terreno desigual en la confluencia y sobre el Burbia, es, sin embargo, bien distribuida y cómoda. Dirigió la obra don Carlos Lemaur, y está sólo ejecutada una parte. Tiene la singularidad de que el dueño, desde los dos cuartos de su habitación, puede registrar toda la casa por medio de troneras, y tiene comunicaciones interiores con toda ella".

Y así es aún hoy porque atravesando la población de este a oeste se pasa el puente sobre el Burbia y allí sigue el palacio de los Noceda. Era su propietario en aquel momento José María de Tineo y Ulloa caballero de la real orden de Carlos III. Otra vez aparece y son varias en estos artículos, Carlos Lemaur, el ingeniero de origen francés que participó y diseñó importantes obras como el canal de Castilla o el de Guadarrama, palacios de familias nobles, la portada de la catedral de Lugo y carreteras por diferentes lugares de España.

Hay una visita que en aquel día Jovellanos hace pero que veremos en el próximo capítulo porque merece la pena pararse en ella, pero añado algo que Jovellanos escribió sobre el paisaje y la agricultura de la zona que creo es interesante destacar antes de cerrar el de hoy, y dice así: "me lastima ver cuán poco se aprovechan sus aguas. Las del Sil, tomadas sobre Ponferrada, pudieran regar su gran vega, que tiene muchos millares de fanegas de tierra, que, aunque guijosa, daría excelentes linos y cáñamos. El Cúa pudiera contribuir al riego de la vega de Cacabelos, multiplicarse el arbolado, que sólo abunda en las cercanías de los ríos, los frutos y semillas. Día vendrá".

Una vez más comprobamos como la visión de Jovellanos no se queda en la descripción de un lugar sino que su mente plantea constantemente soluciones a problemas que él ve allá por donde pasa. Sin duda estas descripciones nos permiten conocer de primera mano la situación de aquella España de finales del XVIII.

Aquella mañana aún hizo alguna visita más: "Visita al abad D. Joaquín Moles; a la viuda Omaña; allí el tesorero don Dionisio Buendía; allí la viuda doña Josefa Toledo. Convite a beber. Comida agradable, a que asistió el teniente de navío D. Ramón Blanco. Siesta; chinches, y éstas me llamaron a tomar la pluma".

Veremos que acontece en el próximo capítulo.

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